“La autocefalía de la Iglesia es el evento histórico que más se asemeja a la aspiración de Ucrania de convertirse en miembro de la Unión Europea y de la OTAN”, ha afirmado el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, el pasado 14 de octubre, cuando anunció que la Iglesia Ortodoxa de Ucrania será independiente del Patriarcado de Moscú. Este acontecimiento, junto con las leyes que proclaman el ucraniano como único idioma oficial y las que erradican la memoria soviética, forma parte del proceso de ucranización que comenzó en 2014, y se aceleró tras la anexión rusa de Crimea y la guerra de Donbas. La ucranización pretende crear una identidad nacional por la fuerza, lo que aleja a Ucrania de la construcción de un modelo de sociedad abierta, libre y democrática que fue el principal objetivo de la revolución de Maidán.
La ucranización consiste en una serie de medidas que ha tomado el gobierno de Kiev con el objetivo de romper los vínculos entre Rusia y Ucrania. Comenzó en la misma noche de la caída del gobierno de Viktor Yanukovich (2014), cuando los nacionalistas radicales prohibieron el uso oficial del ruso, medida que sirvió al Kremlin para justificar la anexión de Crimea y el apoyo a los rebeldes prorrusos en Donbas “por la necesidad de proteger a nuestros compatriotas de los fascistas de Kiev”. La prohibición fue retirada, a causa de la presión de la comunidad internacional, pero el año pasado se modificó y se planteó nuevamente (aunque es inconstitucional). Ya no se prohibía sólo el uso del idioma ruso, sino que el ucraniano se convertía en el único idioma oficial. Es obvio que la medida está dirigida contra los rusos, aunque no deja de ser paradójica, toda vez que casi el 30% de la población usa el ruso como primer idioma y que el gobierno de Kiev aspira a recuperar el control de los territorios de la mayoría ruso hablante (Crimea y Donbas). Sin embargo, además del ruso, esta ley afecta al uso de otros idiomas como el húngaro, el rumano, el polaco e incluso el inglés. Las minorías no podrán usar el idioma propio en la enseñanza primaria, algo que les garantiza la actual Constitución ucraniana. El caso de las trabas al uso de inglés afecta a empresas como el Kiev Post, periódico que se publica en ese idioma y que no podrá continuar haciéndolo.
A pesar de la euforia desatada entre los nacionalistas y del beneplácito del Patriarcado de Constantinopla (la máxima autoridad para los cristianos ortodoxos), la autocefalía de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana es muy relativa dado que en Ucrania existen tres principales Iglesias Ortodoxas, rivales entre sí. Primero está la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Moscú –que cuenta con el mayor número de fieles: 12.000 parroquias y 10.000 sacerdotes–, a la que los nacionalistas acusan de ser una quinta columna de Moscú. Luego, la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Kiev, autoproclamada desde 1992, que cuenta con 5.600 parroquias y 3.500 sacerdotes. Hasta hace poco no era reconocida por ninguna Iglesia ortodoxa, pero siempre ha contado con el apoyo de los políticos nacionalistas. Finalmente, la Iglesia Ortodoxa Ucraniana Autocéfala fundada en 1917, que continuó en la diáspora antes de restablecerse en la Ucrania postsoviética desde 1992.
Es posible que las dos Iglesias Ortodoxas ucranianas se unifiquen, pero tal eventualidad no sería lo más importante de la cuestión. La Iglesia Ortodoxa Ucraniana que depende del Patriarcado de Moscú no quiere independizarse de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Según la investigación del Pew Research Center sobre religión en Europa Central y del Este, en Ucrania el 17% de los creyentes acatan la autoridad Patriarcado de Moscú, mientras el 46% apoya al Patriarcado nacional (de Kiev) y solo un 4% reconoce la autoridad del Patriarcado de Constantinopla. Por tanto, las leyes que prepara el gobierno de Kiev para que las autoridades locales, en lugar de los feligreses, tengan el derecho de determinar a cuál iglesia pertenece una parroquia y/o un creyente, implican una estrategia equivocada y peligrosa que puede degenerar en violencia. Es una estrategia que forma parte de la campaña de Petro Poroshenko para las elecciones presidenciales del próximo año, en las que, según las encuestas, se halla en gran desventaja porque no ha cumplido la mayoría de sus promesas. Prometió ganar la guerra contra los rebeldes prorrusos en Donbas, pero sufrió una humillante derrota que le obligó aceptar los acuerdos de Minsk (2015), rechazados por la gran mayoría de los ucranianos. Su lucha contra la corrupción no ha resultado satisfactoria, y la integración de Ucrania en la UE y la OTAN parece muy difícil en las circunstancias actuales.
La ucranización representa el programa político de los nacionalistas. Está dirigida contra los rusos, pero traiciona los valores de los liberales y aleja a Ucrania de la democratización.