China se presenta como un país que, mediante su Nueva Ruta de la Seda Digital (o DSR), busca ayudar a países de renta media o en vías de desarrollo a cerrar la brecha digital. Sus objetivos: fortalecer la infraestructura de Internet en otros países, profundizar en cooperación espacial, desarrollar estándares tecnológicos comunes, y mejorar la eficiencia de los sistemas de seguridad y policía de países socios.
Si bien la Unión Europea empieza a prestar atención en cierta medida –aunque de forma todavía muy limitada– a los programas chinos de conectividad digital en el Sur Global, que viran desde centros de datos en África Subsahariana, lo cierto es que el énfasis puesto en la creciente presencia de China en los países de América Latina y el Caribe es menor del que debería haber por parte de la UE, y también de España, en política tecnológica.
A diferencia de África Subsahariana, todavía no hay un programa en la Unión Europea dedicado a la digitalización para el desarrollo para LATAM. En diciembre de 2020, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunciaba el lanzamiento oficial del Digital4Development Hub. A este marco se han unido 11 Estados miembros, entre ellos España. Por el momento, solo se ha anunciado el primer componente regional operativo: el D4D Hub Unión Africana-Unión Europea. El objetivo es crear diálogos multiactor permanentes, acuerdos de colaboración conjuntos, y fomentar las inversiones en la economía digital africana. Sin embargo, todavía no se ha planteado –al menos de forma pública– hacer lo mismo con América Latina y el Caribe, una región y socio claves en comercio, energías renovables, inversiones y cooperación.
Hacerlo debería ser una prioridad para las instituciones de la Unión Europea en general, y para España en particular. Y no solo en clave de cooperación al desarrollo. ¿Por qué?
La Ruta de la Seda Digital de China en América Latina y el Caribe
Entre el anuncio de la Ruta de la Seda Digital –inicialmente, “Ruta de la Seda de la Información”– en un Libro Blanco publicado por varias instituciones del gobierno chino en 2015, y la primera vez que América del Sur –que no América Latina y el Caribe– aparecía como región de interés en cooperación al desarrollo en 2017, solo pasaron dos años. Meses después, en enero de 2018, se formalizaba la entrada de la CELAC a la Ruta de la Seda en el Foro China-CELAC o Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Desde entonces, los programas de la Ruta de la Seda, entre ellos la Digital, se han ido desplegando en la región.
Ya antes de 2015, China invertía en el sector tecnológico en LATAM, especialmente en las telecomunicaciones. Por ejemplo, Huawei recibía 240 millones de dólares de Electricidad Costarriqueña en 2009, o 300 millones para la construcción de satélites para Bolivia en 2013.
La diferencia con la Ruta de la Seda Digital es que ahora es difícil encontrar una lista definitiva o cerrada de proyectos. Tampoco hay criterios oficiales publicados sobre qué se considera o no un proyecto de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda (BRI por sus siglas en inglés). Aunque estos megaproyectos suelen financiarse con préstamos de bancos como el EXIM (Export-Import Bank of China), no hay un patrón.
Por otra parte, solo unos pocos países de América Latina tienen programas de inversiones, estrategias u hojas de rutas dedicadas a lo digital (en infraestructuras, servicios o habilidades). Entre ellos, Brasil con un Plan para el Internet de las Cosas, o Chile con una Estrategia de Industria Inteligente. La mayoría de países también se han unido, y han creado eLAC, una alianza para fomentar la Agenda Digital en LATAM. Sin embargo, monitorizar datos sobre la incidencia de la Ruta de la Seda Digital china sigue siendo una ardua tarea.
Efectos en la Unión Europea
Es aquí donde entra la Unión Europea. Que el sector de las telecomunicaciones aparezca como primer sector estratégico es un asunto relevante para la Unión. Las tres empresas que lideran el desarrollo y despliegue de hardware en 5G en LATAM son Huawei, y dos empresas europeas: Ericsson (Suecia) y Nokia (Finlandia). Sin embargo, Huawei ha apretado el acelerador en los últimos años y su paquete de acuerdos y despliegue ya supera el total de los de Nokia y Ericsson en su conjunto. Además, con tecnologías de última generación 5G, y no con 4G, donde las europeas siguen trabajando. Las compañías sueca y finlandesa ya argumentaron en 2020 que se sentían excluidas en las negociaciones sobre 5G en la UE, y pedían mayor apoyo por parte de los Estados miembros para no perder competitividad global.
Pero no todo es 5G. Los cables submarinos se han convertido en activo estratégico para China. China Unicom y Huawei Marine Networks anunciaban en 2017 un acuerdo con Brasil para construir un cable de fibra óptica submarino en el Atlántico que conecte Brasil con Portugal a través de Cabo Verde. Un proyecto similar entre Brasil y Camerún terminó en 2018. Lo mismo ocurre con acuerdos para cámaras de reconocimiento facial mediante inteligencia artificial entre ZTE y el Programa de Seguridad Ciudadana de Bolivia; o la provincia argentina de Jujuy, una de las regiones más pobres del país.
La presencia de tecnologías críticas de origen chino conectando LATAM con un país europeo y África Subsahariana, así como la pérdida de mercado de compañías europeas, deberían ser una llamada de atención para la UE, de forma constructiva, para avanzar en políticas estratégicas. Por ejemplo, cuando Chile anunció un acuerdo de cable submarino con China, que conectaba Chile-Auckland-Sydney-Shanghai, el gobierno de EEUU reaccionó rápidamente, incluyendo una visita al país del anterior Secretario de Estado, Mike Pompeo. Poco después, Chile anunciaba que la ruta finalizaría en Sydney, y el proveedor pasaba a ser la japonesa NEC.
Un paso adelante
Este escenario plantea la necesidad de que la UE articule su estrategia con LATAM en dos sentidos: en intensidad y en alcance. La UE debería incrementar las capacidades e instrumentos existentes del Servicio Europeo de Acción Exterior dirigidos a la región. Entre otras medidas, las delegaciones diplomáticas de la UE en LATAM deberían recibir formación específica sobre política tecnológica y establecer embajadas flagships que sirvan como Punto de Contacto y Coordinación en la región. Desde Bruselas, se debería reconsiderar la estrategia con LATAM, con un apoyo mayor a las empresas europeas, aunque sea mediante instrumentos de asuntos públicos para ser competitivos en subastas.
El papel de España en este sentido resulta clave. Una estrategia de política tecnológica para España debería incluir la mirada a América Latina como región estratégica, y medidas específicas para China en este asunto. Si los lazos históricos, el entendimiento cultural y las inversiones económicas han sido algo recurrente, en lo tecnológico lo debería ser todavía más si España –y, por extensión, la UE– no quieren quedarse atrás. En ese “triángulo tecnológico” –entre China, España y LATAM– como algunas personas expertas denominan, será esencial que España articule unos instrumentos –diplomáticos “tecnológicos” o, al menos, formados en la materia– y capacidades suficientes –el papel de las Oficinas ICEX será esencial. Además, España debería proponer, crear y liderar una agenda europea de este asunto en el Parlamento Europeo y en las negociaciones del Consejo de la UE.
En definitiva, en medio de la rivalidad China-EEUU, la UE y España no deberán dejar de mirar a América Latina y el Caribe en el mundo de la competitividad global tecnológica. No hacerlo sería un error.