Una pesadilla está causando inquietudes: la de ver en 2017 a Donald Trump como presidente de EEUU y a Marine Le Pen como presidenta de Francia, fenómenos que guardan ciertos paralelismos. Al hablar de esta pesadilla, Gideon Rachman, analista del Financial Times, añadía un tercer actor: Vladimir Putin en Rusia (admirado por la francesa). No parece probable ni uno ni otro escenario. Pero sí que ambos hayan contaminado el marco del discurso general en sus países, entre sus seguidores y más allá, en contra de la inmigración, en contra del islam, y, además en el caso de la francesa, de Europa. Unos discursos que se han visto abonados por los recientes atentados en París y en San Bernardino y el discurso del miedo. Pues el extremismo está contaminando al centro (izquierda o derecha) en Francia.
De la mano de la crisis, de unos salarios que en términos reales no han crecido en décadas para la mayor parte de los ciudadanos, y de una creciente mezcla de culturas y razas (aunque todo el que llega allí sabe y quiere ser “americano”, a diferencia de lo que ocurre en Europa), la sociedad estadounidense se ha radicalizado en los últimos años, como indica un estudio del Centro Pew. Aunque divididos, hoy los votantes republicanos están más a la derecha, lo que explica en parte el fenómeno Trump, y los demócratas más a la izquierda. El 41% de estos se definen hoy como “liberales” en sentido norteamericano, frente al 27% en 2000 con Bernie Sanders forzando a Hillary Clinton a girar en ese sentido. Hoy el 94% de los demócratas están a la izquierda del republicano mediano, y el 92% de los republicanos a la derecha del demócrata mediano. Es decir, hay un distanciamiento entre demócratas y republicanos y una creciente polarización del electorado, con una cierta desaparición del centro que corresponde también con el creciente hundimiento de las clases medias.
¿Será Trump elegido candidato republicano a la Casa Blanca? Muchos comentaristas apuntan a que es imposible. No lo es del todo. Una encuesta en el New York Times apunta a que lo apoya un 35% de los votantes republicanos (y al siguiente, Ted Cruz, sólo un 16%). Ahora bien, si logra la nominación, con su discurso contra la inmigración mexicana y ahora contra los musulmanes a los que quiere impedir la entrada en el país, nunca ganará, como ya hemos señalado. Le servirá la victoria en bandeja a Hillary Clinton.
En Francia las elecciones regionales han sido como una descarga eléctrica para muchos. En la primera vuelta el Frente Nacional (FN) de Le Pen llegó en primer lugar en seis de las 13 regiones, con un 27% de los sufragios, y un 28% (800.000 votos más) en la segunda, un nivel nunca alcanzado antes por este partido. En esta segunda vuelta no logró ganar en ninguna región, porque el centro-izquierda y el centro-derecha se movilizaron más –ocho puntos más de participación–, y algunos de sus candidatos desistieron en favor del que iba por delante. Pero es el mejor resultado en votos nunca logrado por el FN y Marine Le Pen, incluso más que en las presidenciales de 2012 (17,9%).
Por detrás de esta Le Pen hay un nuevo discurso y una nueva sociología. El nuevo discurso va contra la “vieja política” en manos de los enarcas (los que salen de la Escuela Nacional de Administración, aunque Sarkozy sea simplemente abogado), contra lo que ella, inspirándose en “la casta” de Podemos, llama la clique, con un lenguaje muy estudiado que se acerca más al argot de la calle y denuncia el bipartidismo (al menos de coaliciones) que ha regido en la V República, y apela, muy en su línea populista, a le peuple.
El FN con Marine Le Pen no sólo ha recogido los votos de la extrema derecha tradicional francesa, sino también de sectores obreros que antes votaban al Partido Comunista o incluso algunos de los socialistas. Ha sacado más votos en las regiones (Norte-Paso de Calais-Picardía y Provenza-Alpes-Costa Azul) donde hay más paro, en un país cuya economía no acaba de arrancar tras la crisis. Y si los atentados del Estado Islámico en París pueden haber reforzado, por su reacción, la imagen del presidente François Hollande y de los socialistas, también han impulsado a Le Pen, que ya antes reclamaba la vuelta a las fronteras y al nacionalismo en Europa, y endurecido el discurso de los Republicanos de Sarkozy, los que más han ganado en estas elecciones, e incluso de los socialistas en el gobierno.
Ahora bien, el FN, pese a su extremismo, se ha convertido en lo que la sociología anglosajona llama un partido mainstream, u ordinario. Siguiendo un estudio realizado por Le Monde en base a encuestas previas, se ha dicho que el FN es el primer partido entre los jóvenes franceses. Una verdad a medias. El 35% de los jóvenes de 18 a 24 años que iban a votar lo iban a hacer a favor del FN, y el 28% entre los de 25 a 34 años, muy por delante de los socialistas de Hollande y de los Republicanos de Sarkozy. Pero los que votan son sólo un 35% en estas franjas de edad. Y si se suman todas las izquierdas, el FN las iguala entre los primeros pero queda muy por detrás entre los segundos (un 44%, con la derecha en un 26%).
Puede pasar que Le Pen llegue en segundo lugar en las próximas presidenciales francesas en 2017, como, con menos de un 17% de los sufragios, le ocurrió a su padre frente a Jacques Chirac en 2002 (lo que obligó a muchos a votar en segunda vuelta por este último y a un distanciamiento de los ciudadanos de la política). De nuevo, aunque si Marine Le Pen consiguiera pasar a la segunda vuelta sería improbable que ganara ya frente a un solo candidato republicano o socialista. Pero no está dicho que con su discurso xenófobo, anti-musulmán y antieuropeo no contamine a otros. De hecho, ya lo ha logrado.
Lo que está ocurriendo no sorprende tanto. Aunque resulta preocupante.