Durante ocho año la Administración Obama trató de definir el papel central de EEUU en Asia-Pacífico. Fue la estrategia conocida como “pivote hacia Asia” y posteriormente rebautizado como “reequilibrio hacia Asia”. Pero quizás fue la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien mejor definió el espíritu de la nueva estrategia: “EEUU está en el Pacífico para quedarse”. La nueva estrategia conllevaba una serie esfuerzos en tres pilares: el de seguridad, con un incremento de las capacidades y presencia militar, de los ejercicios conjuntos, y de la seguridad marítima en la región; el económico, con la apuesta por sacar adelante el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) del que formarían parte 12 países del Pacífico; y el diplomático, con el foco puesto principalmente en el sudeste asiático, reforzando lazos con países como Vietnam y Filipinas y con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés).
El “pivote” hacia Asia-Pacífico resonó con fuerza durante el primer mandato de Barack Obama y fue impulsado con ahínco por la secretaria de Estado. Pero en el segundo mandato decayó su atención. John Kerry, nuevo secretario de Estado, estaba más pendiente de Europa y Oriente Medio que de Asia, y en los discursos de Obama se empezaban a echar en falta las menciones a Asia, a China y al “pivote”. Muchos lo empezaron a poner incluso en entredicho. Sin embargo, el reequilibrio hacia el Pacífico no se paró. Los secretarios continuaron sus visitas a la región para asegurar a los aliados que el reequilibrio era real, el nuevo jefe del Mando del Pacífico pasó de ser un general de tres estrellas a uno de cuatro –algo muy significativo– y los recursos continuaron fluyendo hacia la región.
Ahora hay un nuevo presidente en la Casa Blanca, una nueva Administración y, presumiblemente, una nueva política. Pero poco sabemos de esta última. Lo único claro es que Donald Trump prefiere los cauces bilaterales; que se deja llevar por sus instintos más que por los consejos de expertos o políticos; y que tanto el departamento de Estado como el de Defensa siguen sin cubrir muchos de los cargos políticos que se encargan de los asuntos de la región y, por lo tanto, que no hay quien ejecute la política. Y en cuanto a la situación del “pivote” que comenzó la Administración anterior, el pilar de seguridad parece mantenerse en los mismos términos, aunque los recientes incidentes de varios buques de la 7ª flota de EEUU envían un mensaje de debilidad sobre la capacidad militar estadounidense; el pilar económico ha desaparecido tal y cómo lo concibió Barack Obama porque el enfoque bilateral de Trump no tiene nada que ver con lo que entendía Obama en términos de compromiso económico con la región y, sobre todo, por la salida de EEUU del TPP; en cuanto al ámbito diplomático y el refuerzo de las relaciones con los países del sudeste asiático Trump ha recibido a varios mandatarios en la Casa Blanca y ha abrazado al líder filipino por su campaña antidroga.
De Asia-Pacífico a Indo-Pacífico
Con este panorama Donald Trump se ha embarcado en un largo viaje por cinco países de la región. Es sobre todo un viaje sobre los intereses de Washington en la región y no sobre el presidente, sus asesores o las turbulencias políticas que vemos estos días en Washington. Su equipo quiere que sea un éxito y por ese motivo el vicepresidente y los secretarios de Defensa y de Estado han estado visitando ya la región para subrayar el compromiso de su país con los aliados y socios. También para reiterar su compromiso con la libertad de navegación, con el libre comercio, y con las libertades políticas y así dar suficientes razones a los países de la zona de que su alianza con EEUU tiene sentido, lo que recuerda mucho al “pivote” de Obama.
La Administración Trump ha dado, además, un nuevo nombre a la región sustituyendo el término Asia-Pacífico por el de “Indo-Pacífico”. No es un intento más, como alguno pueda pensar, de poner distancias con su predecesor y con sus esfuerzos en el “pivote”. Con el nuevo término la Administración quiere difundir la idea de que la región va más allá del patio trasero de China y de las economías del Este Asiático, reflejando el esfuerzo que está haciendo EEUU por ampliar los lazos estratégicos con India, clave en una supuesta nueva estrategia. Aunque tampoco es un término revolucionario y el propio primer ministro japonés, Shinzo Abe, lleva tiempo hablando de su idea de revitalizar el diálogo Indo-Pacífico entre Japón, India, Australia y EEUU, las democracias marítimas.
La visita a Japón es, sin lugar a dudas, la más fácil de las cinco. Hay sintonía entre ambos mandatarios aunque en Japón preocupan los temas domésticos de EEUU en cuanto quieren ver un presidente de EEUU fuerte y capaz de concentrarse en lo que pasa en la región. El tema comercial es espinoso por la salida del TPP y por las negociaciones sobre un tratado bilateral de libre comercio, por lo que Corea del Norte será sin duda el principal tema de la agenda, al igual que en Corea del Sur. En este último hablará ante la Asamblea Nacional, donde los surcoreanos esperan oír de Trump un mensaje que reafirme la alianza entre ambos países y la determinación de Washington frente a Corea del Norte. Pero también un mensaje que diga que no va a llevar a Corea del Sur a un conflicto armado de forma prematura o innecesaria. Allí además visitará Camp Humphreys, una nueva base construida por Washington y Seúl financiada en gran parte con dinero surcoreano y una buena demostración a Trump de su petición de “compartir cargas” en cuestiones de defensa.
China es la tercera parada, dando ya la idea de que no es el objetivo principal del viaje. Últimamente Donald Trump ha elogiado a Xi Jinping en unos términos que no son habituales en los presidentes estadounidenses cuando se trata de un país donde no siempre se respetan los derechos humanos. Por otro lado, el presidente chino acaba de salir aún más reforzado del último Congreso del Partido Comunista de China.
Corea del Norte será el primer asunto de la agenda y el comercio inmediatamente después. Pero nadie espera que se alcance ningún gran acuerdo sobre Corea del Norte, ni de comercio, ni sobre el Mar del Sur de China. Toda la visita se ha arreglado además para minimizar las posibles salidas de guión del presidente. Así que no habrá ningún discurso de Trump, no habrá ninguna rueda de prensa con preguntas, y solo habrá una declaración conjunta.
Le seguirán Vietnam y Filipinas, ambos convertidos en los últimos tiempos en importantes aliados estratégicos de EEUU. En el segundo asistirá a la celebración del cincuenta aniversario de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) mientras que en Dannag (Vietnam) asistirá al Foro de Cooperación Económica del Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés). Aquí el tema comercial tomará la delantera a Corea del Norte. Será el momento de medir la preocupación que desató Trump con su decisión de sacar al país del TPP. Pero preocupación también por el enfoque transaccional de Trump en las relaciones con los países; por su postura ante los esfuerzos de Pekín por posicionarse como centro de las principales iniciativas regionales; por su énfasis en la reducción de los déficits comerciales y en las prácticas comerciales que no son justas para EEUU; y la incógnita de si va a dar alguna visión de un compromiso económico con la región que complemente la presencia de seguridad. Y es que EEUU no debe olvidar que el comercio y de las inversiones le han convertido en un jugador legítimo en la región sin ser un país asiático.
Este viaje es una oportunidad para Trump para superar las expectativas y sofocar las inquietudes. Lo puede hacer declarando su firme compromiso y determinación de defender sus compromisos con el Pacífico, articulando una visión positiva de lo que espera de la región, explicando cómo va a abordar retos como el de Corea del Norte, clarificando el tipo de relación que busca con China, y dando pruebas tangibles de cómo EEUU se está preparando para asociarse con la región y cómo va a apoyar el dinamismo económico asiático. Pero siempre con cuidado de no presionar a los países a elegir entre la dominación de EEUU o la de China.
Los países de Asia-Pacífico de manera natural se inclinan por dar la bienvenida al compromiso de EEUU en la región, tanto por su no ambición territorial como por su fortaleza comparativa en el desarrollo del capital humano y el fomento de la innovación. Países que cuentan con una joven población con perspectivas optimistas que se mostrarán, sin embargo, poco entusiasmo si escuchan de Trump una retórica vacía sobre las fortalezas y la determinación de EEUU. Pero si aprovecha la oportunidad habrá avanzado en el viejo objetivo de EEUU de establecer una base firme en el continente asiático.