En el momento de cerrar este comentario llegan las primeras noticias de un desenlace trágico de la ocupación de la planta gasista de In Amenas. Su objetivo no es analizar el detalle de lo ocurrido, sino evaluar sus efectos sobre la actividad energética en la zona, sus suministros y, sobre todo, las implicaciones para España. Lo primero es plantear la duda de si este suceso –ya luctuoso– es una primera respuesta del terrorismo yihadista a la intervención militar francesa en Mali, una asociación que parece deducirse de la proximidad cronológica de los eventos y del comunicado de sus autores, o si corresponde a un ataque pre-planeado que tenía como objetivo capturar rehenes occidentales o, incluso, perturbar deliberadamente el suministro de gas a Occidente. A favor de la hipótesis de que se trate de una operación de secuestro están: (1) la secuencia del ataque: primero intentaron asaltar un autobús de pasajeros y sólo tras ser rechazados atacaron la planta; y (2) el planeamiento de la operación, pues mientras que el asalto al autobús parecía preparado, la acción sobre la planta parece improvisada y también destinada a la toma de rehenes más que al sabotaje. También es posible que se haya elegido el momento de actuar aprovechando la situación en Mali. En cualquier caso, el ataque influirá en la seguridad energética de la zona a medio y largo plazo. A corto ya se ha producido un alza en los precios del petróleo desde la intervención militar y se ha reducido la exportación de gas de la planta atacada a Italia, su principal destinatario. Por todo ello, parece conveniente revisar las repercusiones y las medidas a tomar.
El intento de secuestro y el ataque se han producido en una zona que representa el cuarto complejo de gas argelino por importancia de producción. In Amenas comprende un grupo de varios campos de wet gas o “gas húmedo” (gas natural que contiene hidrocarburos más pesados que el metano y que se recuperan en forma de gas condensado y gas licuado del petróleo-GLP) situado en la cuenca de Illizi, en el sudeste del país y cerca de la frontera libia (véanse mapas adjuntos). Inició su producción en 2006 y produce unos 8 bcm (miles de millones de metros cúbicos) de gas al año, lo que supone cerca del 10% de la producción argelina de gas, y cerca de 55.000 barriles/día de condensado. Sonatrach exporta la producción íntegramente a Europa, básicamente a Italia mediante el gasoducto TransMediterráneo (Enrico Mattei), y sus socios BP y la noruega Statoil recuperan su inversión mediante la comercialización del condensado y el GLP.
Se trata, por tanto, de una instalación importante, con nuevas infraestructuras de compresión en desarrollo que debían entrar en funcionamiento en los próximos meses para mantener la producción. In Amenas se encuentra cerca de otros campos del sudeste argelino y de los campos libios de Ghadames, pero muy alejado de los campos con intereses españoles. Cepsa ha evacuado preventivamente a su personal de los campos de Rhoude el Krouf, en la cuenca de Berkié, y Rhourde Rouni, en la cuenca de Berkine, aunque ambos se encuentran muy al norte de in Amenas. Los campos de Reggane Nord explotados por el consorcio que lidera Repsol en participación con Sonatrach, RWE y Edison, núcleo del proyecto gasístico del sudoeste (Southwest Gas Project), se encuentran también muy alejados geográficamente de la instalación atacada. En este sentido, y considerando el incremento de la seguridad de las instalaciones energéticas que previsiblemente se derivará de este incidente, no parece que los intereses inmediatos de las empresas españolas corran riesgos significativos.
Tampoco parece que puedan peligrar los abastecimientos argelinos de gas a España (alrededor del 40% de las importaciones españolas de gas en volumen y cerca del 45% en valor), ni al resto de Europa (Argelia es el tercer suministrador europeo de gas, tras Rusia y Noruega). Es cierto que según el operador de red italiano los suministros argelinos decrecieron del orden del 15% tras el ataque, pero en circunstancias normales la situación debería gestionarse con relativa facilidad. Respecto a España, la buena diversificación de los suministros de gas y la capacidad de GNL minoran el riesgo de desabastecimiento. No obstante, es evidente que el ataque tiene implicaciones importantes para la geopolítica de la energía en la región. Se ha cuestionado la invulnerabilidad de las instalaciones energéticas argelinas, un factor que diferenciaba históricamente la seguridad de sus infraestructuras de las de otros países del Norte de África y Oriente Medio, expuestas con mayor frecuencia a los sabotajes de la insurgencia. Y si Argelia no ha podido controlar su territorio y fronteras, aumenta el riesgo de que estos fenómenos se produzcan en zonas de territorios como los de Libia, donde las fuerzas de seguridad no pueden prevenir ni reaccionar tan rápidamente como ha ocurrido en Argelia.
Finalmente, aunque como era de prever Argelia ha actuado con la misma determinación de casos anteriores para desincentivar cualquier ataque semejante en el futuro, el coste de la toma de la planta de In Amenas puede tener consecuencias a más largo plazo. Argelia ya ha tenido dificultades recientemente para atraer a las compañías internacionales a su sector energético, dadas las limitaciones en las concesiones (que deben estar participadas mayoritariamente por Sonatrach) y unas condiciones fiscales poco atractivas. Un deterioro de la percepción de seguridad por parte de las compañías extranjeras, muy sensibles a la seguridad física de sus empleados, puede complicar la logística de su actividad a corto plazo y, sobre todo, afectar negativamente a futuros proyectos de exploración y desarrollo en las zonas del país consideradas más expuestas.
Esta situación muestra que la UE, y España, no pueden permanecer ajenos al deterioro de la seguridad en el espacio sahelo-sahariano. Aunque los riesgos energéticos inmediatos parezcan reducidos y fácilmente gestionables en un primer análisis, obligan a sus interpelados europeos, especialmente Italia y España, los grandes importadores de gas argelino, a diseñar una estrategia creíble en la región para afrontarlos. El ataque a In Amenas sugiere que una crisis persistente en el Sahel no podría dejar de tener efectos de desbordamiento sobre la seguridad energética conjunta de productores y consumidores en el Mediterráneo Occidental. La intervención francesa en Mali ha puesto en evidencia la necesidad de contar con una estrategia de política exterior integral en la zona, y los sucesos de In Amenas obligan a reforzar la dimensión de seguridad y defensa de esa estrategia. Para empezar, sería recomendable que España revisara su política de protección física de empresas e infraestructuras de suministro, potenciando la colaboración con las fuerzas de seguridad locales y con las propias empresas para afrontar un escenario de inseguridad más exigente del que existía hasta ahora.