La iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda ha abierto grandes expectativas económicas y de negocios: va a suponer previsiblemente cuantiosas inversiones, en un gran número de países y con un largo plazo temporal. Por ello tanto las empresas como los gobiernos de numerosos países la están siguiendo con atención. Pero existen también importantes incertidumbres sobre cómo se va a desarrollar, y sobre los obstáculos que puede haber para la participación de empresas internacionales.
Esta es una de las principales conclusiones de la Jornada sobre “El papel de España en la Nueva Ruta de la Seda”, que el Instituto Universitario de Estudios Europeos (de la universidad San Pablo-CEU) organizó en Madrid el pasado 12 de diciembre, en el marco de un proyecto más amplio patrocinado por el ministerio español de Asuntos Exteriores.
Como ya se señaló en un post anterior en este blog, cientos de miles de millones de euros van a ser invertidos en proyectos como ferrocarriles, puertos, oleoductos y gasoductos, centrales eléctricas, etc., cuyo objetivo es mejorar la conexión y las relaciones económicas entre China y la zona euroasiática, Africa oriental y el Mediterráneo. Todo ello impulsará el crecimiento económico en toda esta vasta zona, generando indirectamente una actividad que afectará a todos los sectores.
Pero, como bien se señaló en la Jornada citada, existen incertidumbres importantes.
En primer lugar, hay una incertidumbre obvia, derivada de la propia magnitud y la perspectiva temporal (que puede ser décadas) de la iniciativa: no se puede saber con una cierta precisión qué proyectos se van a desarrollar, cómo se van a identificar, aprobar, financiar, etc. Se estima que más de 60 países se van a ver afectados por a Nueva Ruta de la Seda. Los proyectos se irán generando a lo largo del tiempo, en todos estos países, con sistemas y métodos de gestión muy diversos.
Las empresas deberán esforzarse por tanto por identificar y seguir estos proyectos. Y las administraciones públicas, que disponen, entre otras fuentes de información, de embajadas, tienen aquí una clara labor que realizar, para corregir el fallo de mercado que supone la dificultad para obtener información.
Transparencia y métodos de gestión
Existen otras incertidumbres. Se teme, por ejemplo, que los proyectos sean gestionados y adjudicados con poca transparencia y con procedimientos que favorezcan, de manera inapropiada según las normas internacionales, a las empresas chinas.
Algunas noticias recientes contribuyen a esta preocupación. Nepal y Pakistán han anunciado que cancelan sendos proyectos hidroeléctricos que iban a ser realizados con financiación china, en el marco de la Ruta. En el caso de Nepal, se indicó que el proyecto había sido adjudicado, por un gobierno anterior, de forma directa a una empresa china, sin seguir los procedimientos de concurso a que obligan las normas legales. En el caso de Pakistán, el gobierno señaló que las exigencias de China para financiar el proyecto les resultaban desfavorables.
La falta de transparencia en los procedimientos de adjudicación fue el motivo principal por el que la Unión Europea ha intervenido en el proyecto de construcción de la línea de ferrocarril Belgrado-Budapest, que es uno de los proyectos estrella de la cooperación china en el marco del denominado grupo 16+1 (China y una serie de países de Europa central y oriental, algunos de ellos miembros de la UE).
La importancia del apoyo institucional
España cuenta con empresas de infraestructura que son líderes mundiales, y podrían aspirar a tener una participación destacada en estos proyectos. España, además, ha manifestado a nivel político su interés por la Nueva Ruta de la Seda. El presidente del gobierno español fue uno de los pocos Jefes de Gobierno europeos que asistió al foro de la Ruta de la Seda que se celebró en Beijing en mayo de 2017, que sirvió como la gran presentación internacional de la iniciativa. España se incorporó como miembro fundador en el nuevo Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, impulsado por China.
Existen otros elementos que pueden apoyar la presencia de empresas españolas. Por ejemplo, la financiación. Por muy grandes que sean las disponibilidades de financiación de China, los proyectos de la Nueva Ruta de la Seda van a requerir a lo largo de los años de ingentes sumas de dinero. Ofrecer una financiación adecuada, de la que España dispone, puede ser una palanca para apoyar a las empresas españolas. Además, éstas tienen una gran experiencia en la ejecución de proyectos con sistemas de financiación de project finance, colaboración pública-privada, concesiones, etc., que ha demostrado en proyectos en numerosos países, entre ellos países avanzados como Estados Unidos, Canadá o Reino Unido.
En condiciones de una cierta transparencia y fair play, las empresas españolas podrían tener buenas oportunidades. Pero las dudas al respecto son serias, y justificadas. Basta tener en cuenta el deterioro del clima de negocios en China para las empresas extranjeras, que sufren de restricciones y discriminación frente a empresas locales. De ahí que, como se señaló en la Jornada, le corresponda un papel clave al respaldo institucional, tanto a nivel bilateral como bajo el paraguas de la Unión Europea, para conseguir que los proyectos de la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda se desarrollen con procedimientos transparentes y correctos. De especial relevancia puede ser el papel de la UE, cuyo poder negociador es muy superior al que pueda tener cualquier país individual.