Socialdemócratas, verdes y liberales han acordado un Gobierno de coalición en Alemania con Olaf Scholz como canciller. También con el Partido Verde a la cabeza del Ministerio de Exteriores, y el SPD liderando el Ministerio de Defensa, lo que podría plantear importantes giros en su política exterior.
Este inédito acuerdo plantea muchas preguntas y oportunidades. En él, hay un aspecto que no debe dejarse de lado, pues el documento hace gran hincapié en ello: la política tecnológica y digital, no desde una perspectiva puramente económica, sino también desde la seguridad, los valores democráticos y el posicionamiento geopolítico de Alemania como actor global. De hecho, el documento publicado por la coalición venidera hace referencia a ambas vertientes: la tecnología debe ser eje vertebral de la autonomía estratégica europea, de un multilateralismo adaptado, y de la política exterior alemana. Tener el ojo puesto en este tema es de interés para España, para la Unión Europea y para las coaliciones que se están creando sobre gobernanza democrática de las tecnologías o que lo abordan (véase la Cumbre para la Democracia de EEUU o la conferencia de Tech for Democracy de Dinamarca).
Alemania, que es un país que destaca hacia fuera por su política industrial y exportadora y una fuerte influencia política en la UE, padece de un nivel limitado de digitalización hacia dentro, en la economía interna del país. Según el DESI 2021, es el 11º país de 27 Estados miembros de la UE en la media de capital humano con habilidades digitales, conectividad, integración de tecnologías digitales en empresas y servicios, y servicios públicos digitales. Supera a la media europea, pero todavía sufre de una escasez de planificación y capacidad para penetrar en ciertas tecnologías y áreas.
Ahora bien, lo que este acuerdo de coalición ha propuesto va más allá de la digitalización de activos. La triple alianza busca otra mirada más bien vinculada a su proyección exterior y liderazgo: la de crear una política exterior tecnológica, algo que sería nuevo en el país y que le permitiría alinearse y sumarse a la liga, todavía prematura pero con vistas al futuro, de los pocos países que a nivel europeo y global ya han empezado a hacerlo. Algunos de estos son Dinamarca con su Embajadora Tecnológica; Estados Unidos con la recién anunciada estructura del Departamento de Estado para defender sus intereses en asuntos tecnológicos desde seguridad nacional hasta paz y derechos humanos; o las reuniones de alto nivel de Emmanuel Macron con las Big Tech en el mismo Elíseo parisino.
Los objetivos de una Alemania como poder tecnológico global
Siguiendo el tradicional tono pragmático alemán, el documento publicado por los tres partidos reconoce que Alemania se está quedando atrás en la carrera tecnológica y debe trabajar por desarrollar un liderazgo tecnológico. Lo enmarca como una “transformación fundacional” para convertir a Alemania en un poder tecnológico tanto a nivel global como europeo.
Es por ello que se compromete a articular una política exterior tecnológica activa con tres niveles de trabajo. En el nivel multilateral, promover una gobernanza global de Internet libre y abierta en las negociaciones de Naciones Unidas. En el nivel europeo se buscan dos vías: no solo fomentar una política europea tecnológica más fuerte y consistente a nivel de la UE, sino que los Estados miembros también trabajen de forma más coordinada entre sí. El tercer nivel es el propiamente alemán: aspiran a fortalecer su liderazgo en estándares a través de varios organismos internacionales, que se están convirtiendo en un terreno de competición geopolítica cada vez mayor. El refuerzo de proyectos alemanes para fortalecer su soberanía tecnológica es otra línea.
Al concebir la tecnología como tractor de un multilateralismo abierto y respetuoso con los valores democráticos, también se apuesta por una mirada de derechos humanos, al proponer la prohibición completa del uso de sistemas de reconocimiento facial –algo que se diferencia de la propuesta de regulación de la inteligencia artificial por la UE, que prohíbe el uso de sistemas biométricos, pero contempla excepciones cuando hay un interés público significativo (como sería para casos de terrorismo).
La propuesta alemana de geopolítica tecnológica abierta y democrática también se acompaña de tener una posición más sólida en los debates sobre responsabilidad de los Estados en el ciberespacio en Naciones Unidas, o lanzar mecanismos de control en el desarrollo de biotecnología, armas hipersónicas, espacio exterior, ciberseguridad e inteligencia artificial.
Alemania y el futuro tecnológico de Europa
Desde que empezó la campaña electoral ante la inminente retirada de la Canciller Angela Merkel, la palabra “digitalización” no dejó de estar presente en apenas casi ningún programa, discurso o debate. De hecho, España se mencionó varias veces en uno de los debates finales como país referente en digitalización.
Ahora bien, en lo que se refiere a la política exterior tecnológica alemana (una cuestión distinta de la digitalización de activos internos en el país), se trata de una propuesta ambiciosa y disruptiva. La pregunta es saber si encaja con los objetivos de la UE. El documento de acuerdo de coalición define la soberanía estratégica de la UE como la “capacidad de actuar” en varias áreas claves, a saber: materias primas, energía, salud, y tecnología; pero no en defensa. Primero, se aleja del discurso de Francia cuando ésta incluía la defensa como eje del poder tecnológico europeo mediante programas de innovación o nuevas capacidades.
Segundo, la propuesta alemana habla de soberanía, pero no explícitamente de una autonomía estratégica abierta, algo que propusieron España y Países Bajos en su non-paper conjunto en marzo de 2021. En cualquier caso, el documento de Acuerdo de Coalición se presenta como un proyecto más explícitamente proeuropeísta que el gobierno anterior, y articula una política sobre China más definida y delimitada en materia de asuntos económicos, derechos humanos y asuntos de política interior. También en los mecanismos de control de exportaciones de tecnologías que pueden derivarse en uso dual para aplicaciones militares o de seguridad nacional.
La propuesta también habla de la importancia de un diálogo transatlántico con EEUU en ciertos temas –como las libertades en Internet o la gobernanza de datos. Sin embargo, no especifica el encaje en procesos actuales como sería el Consejo de Comercio y Tecnología, o el marco de ciberdiplomacia europea para cibersanciones, lo que plantea en qué medida y de qué forma Alemania participaría en estas iniciativas para canalizar su política exterior.
Asimismo, ante esta ambición de diplomacia tecnológica, un escenario plausible es que haya un incremento de la rivalidad entre Alemania y Francia por definir y elevar la agenda comunitaria en esta materia. Por el momento, las iniciativas tecnológicas franco-alemanas se habían hecho en un sentido de política industrial, como es el caso de GAIA-X o la fallida Quaero, pero hasta ahora nunca lo habían sido en política exterior.
Alemania está en un momento oportuno para impulsar su política exterior tecnológica. En la UE, la clave será la capacidad de limar las posibles rivalidades con Francia en esta nueva capa de competición. También, al haber definido la política hacia ciertos países no europeos con líneas de acción tan específicas como políticas, hay una oportunidad de avanzar en un mapeo de amenazas conjunto más claro y directo con la nueva Brújula Estratégica de la UE –pese a las complejidades del pasado y las actuales. E, importante, la propuesta alemana debería ser de interés para los países cercanos como España, pues es una llamada para despertar la necesidad de construir una diplomacia tecnológica, con prioridades y tiempos, y no quedarse atrás.