La llegada a Rota del USS Donald Cook, el primero de cuatro buques estadounidenses dedicados a la defensa contra misiles balísticos se está explicando dentro de una narración en la que se resaltan la solidaridad aliada, los riesgos de la proliferación, la tecnología militar y las ventajas económicas que aporta. Según esa narración, la proliferación nuclear y la de misiles balísticos representan una amenaza y, en consecuencia, la OTAN ha puesto en marcha un sistema, “el escudo contra misiles”, para defender el territorio, la población y las tropas occidentales. Y, dentro de ese marco colectivo, España se ha ofrecido a colaborar con EEUU, lo que favorecerá los intereses de seguridad y defensa occidentales y los económicos y sociales nacionales.
Siendo cierto lo anterior en sus trazos gruesos, merece la pena desarrollar algunos trazos que subestiman la narración oficial y los titulares mediáticos. Para empezar, conviene resaltar que en el contexto estratégico del siglo XXI, conceptos como amenaza, alianza, defensa y acuerdo no significan lo mismo que en el siglo anterior. En un contexto fluido como el actual, los conceptos jurídicos y políticos se tornan indeterminados y entran en mutación. Las amenazas dejan de serlo de un día para otro (el “nuevo” Irán del presidente Rouhani), las alianzas no funcionan como organizaciones colectivas (recuérdese la OTAN y la UE en Libia) y las capacidades no las dan los compromisos internacionales sino los presupuestos nacionales (el alistamiento de las unidades occidentales depende más de los ministros de Hacienda que de los de Defensa, incluso en países como EEUU). Del mismo modo, las tecnologías y la forma de combatir evolucionan de forma acelerada por lo que las decisiones en asuntos estratégicos se toman día a día, consultando a la cabeza y a la cartera más que al corazón y a las relaciones tradicionales de amistad.
El sistema antimisiles es, antes que nada, un sistema diseñado y financiado por EEUU y para defender a los estadounidenses. Para su despliegue precisan la colaboración de sus aliados europeos o la de sus socios del Pacífico, que es por lo que recurren a ellos, ya que no pueden hacerlo de forma autónoma. Esa autonomía sería todavía menor si subordinaran la arquitectura del sistema y su despliegue a procesos de decisión colectivos –léase interminables– de organizaciones como la OTAN, por lo que buscaron socios ad hoc. Los acuerdos de defensa no se hacen ya entre caballeros (los miembros de pleno derecho de una organización), sino entre individuos interesados y capaces (los socios o partners). Una incorrección política que no se reconoce oficialmente pero que la realidad se encarga de mostrar conflicto tras conflicto: EEUU busca partners para su defensa contra misiles en la OTAN igual que Francia los busca en la UE para sus intervenciones en África. Luego, pero sólo luego, las organizaciones podrán aportar legitimación a las decisiones de los anteriores.
Eso nos lleva a otra realidad que se va abriendo camino desde la incorrección política: esos partenariados son los que sostienen la vigencia y mantienen la eficacia residual del multilateralismo. No es la OTAN la que interviene en Afganistán tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 ni es su cadena de mando la que dirige la operación después. Son algunos aliados los que movilizan a la OTAN para que legitime su participación en la intervención. Tampoco es la OTAN la que interviene en Libia para proporcionar la responsabilidad de proteger, son algunos Estados miembros los que recurren a la OTAN para subcontratar a su cadena de mando el ejercicio de mando y control que ellos no pueden o no quieren aportar. En relación con la defensa contra misiles, son algunos Estados miembros los que aportan capacidad antimisiles a la OTAN y no al revés. EEUU y, en menor medida, otros aliados como Francia, el Reino Unido, Alemania y los Países Bajos aportan capacidades nacionales a la defensa contra misiles de la OTAN, pero España sólo puede contribuir a la solidaridad aliada a través del programa estadounidense para Europa (European Phased Adaptative Approach).
Los intereses y las capacidades son, por tanto, los elementos a seguir por encima de la retórica de las narraciones. EEUU está preocupado por la proliferación de misiles balísticos pero esa preocupación puede cambiar si Irán confirma las expectativas de distensión, si las estimaciones de inteligencia continúan cuestionando la entidad de la amenaza o los ensayos no confirman la madurez tecnológica del programa. No será la primera vez que EEUU recorta, cambia o desmantela un programa de investigación militar por razones estratégicas, presupuestarias o tecnológicas (de hecho, la Administración Obama modificó en 2013 su política antimisiles y reestructuró el programa en el que se encaja el despliegue de los cuatros buques antimisiles en Rota).
Yendo a los intereses y capacidades de España, el acuerdo no puede limitarse a la tradicional relación de amistad y cooperación entre ambos países. En el incierto contexto estratégico actual, España necesita colaborar militarmente con EEUU. Lo necesita porque se encuentra más expuesta que sus aliados de la OTAN y socios de la UE a los riesgos emergentes de la frontera Sur que defiende. Lo necesita porque no cuenta con la capacidad militar ni presupuestaria para disponer de una disuasión autónoma y necesita contar con socios (partners) fiables que añadan valor a su disuasión. Para ello tiene que explotar el activo de su ubicación estratégica. La presencia militar activa de EEUU en Rota y en Morón refuerza la disuasión nacional de forma más visible que cualquier membrecía o acuerdo formal. Una presencia que algunos otros países como Polonia, los Países Bajos, Rumanía y Turquía también han buscado como complemento a las alianzas formales ya que no pueden aspirar a relaciones tan especiales en lo estratégico con EEUU como las del Reino Unido y Francia.
El gobierno anterior y su presidente supieron aprovechar la oportunidad cuando llegó y ofrecerse a colaborar en la iniciativa estadounidense. Una colaboración refrendada por el gobierno y el parlamento actuales y que resulta esencial para la Seguridad Nacional. En tiempos de fluidez estratégica como los presentes conviene disponer de socios fiables y predecibles que compartan intereses y capacidades. Lo demás –la amenaza, el “escudo”, la tecnología, la presencia o el impacto económico– sirven para articular una buena narración pero son elementos accesorios y en constante evolución. Las circunstancias estratégicas han variado mucho desde octubre de 2011 a febrero de 2014, por lo que la llegada del USS Donald Cook visualiza ante terceros la existencia de una asociación estratégica real entre EEUU y España. Mucho más que una relación derivada de un Convenio de Defensa, es una relación que renueva y revitaliza ese Convenio.