Desde el inicio en enero de las protestas políticas en Túnez, de sus costas comenzaron a salir barcos con emigrantes hacia la isla italiana de Lampedusa, distante 100 kms. Los emigrantes se benefician de la crisis institucional de su país que ha dejado sin vigor efectivo el acuerdo firmado en 1998 entre Italia y Túnez, por el que éste se comprometió a aceptar la devolución de los inmigrantes irregulares salidos de su territorio y a vigilar sus costas para evitar la salida. Desde entonces y hasta el 10 de marzo, unos 7.000 inmigrantes han llegado a Lampedusa, una cifra muy alta para la pequeña isla pero modesta para el conjunto de Italia –como comparación, recuérdense los 25.000 inmigrantes subsaharianos que llegaron a Canarias en el verano del 2006- y, en cualquier caso muy lejana de las alarmistas profecías de su gobierno que ha hablado de “éxodo bíblico” y de la probable llegada de hasta 300.000 personas, sin base para este pronóstico.
Ante la llegada de inmigrantes a Lampedusa, el gobierno italiano ha solicitado a la UE con carácter de urgencia una aportación de 100 millones de euros de inmediato, avances decididos y rápidos en la puesta en común de un sistema de asilo en Europa, ahora fragmentado en cargas y respuestas muy diferentes, y la conversión de Frontex en una agencia operativa en lugar del órgano de cooperación que es en la actualidad.
El gran temor del gobierno italiano es la posible llegada a su territorio de grandes cantidades de refugiados huyendo del conflicto libio o bien de inmigrantes irregulares subsaharianos desde Libia. Este país da trabajo a varios cientos de miles de inmigrantes subsaharianos y del Sahel (especialmente de Sudán, Chad y Nigeria), a lo que se añaden tunecinos, egipcios, palestinos, somalíes, eritreos o paquistaníes. Pero además, la cercanía a Italia convirtió su territorio en zona de paso de inmigración subsahariana hacia Europa. Italia, antigua potencia colonial en Libia, consiguió firmar en 2009 un acuerdo de readmisión con este país a cambio de pagarle indemnizaciones por sus actividades allí durante su etapa como metrópoli y Libia ha retenido en su territorio a varios miles de subsaharianos devueltos por Italia (entre 8.000 y 10.000). Obviamente este acuerdo ahora no tiene ningún efecto.
Las estadísticas de Libia, de dudosa fiabilidad, hablan de unos 400.000 inmigrantes en total, la mayoría de ellos norafricanos (160.000 egipcios). Las estimaciones de los observadores multiplican este número por dos o por tres, sin aportar justificación. Desde el comienzo del conflicto, los europeos y occidentales en general, chinos, egipcios y tunecinos han abandonado Libia en su mayoría (unas 200.000 personas) para regresar a sus países de origen. En cuanto a los subsaharianos, según la ONU muy pocos de ellos han salido del país. La contratación por Gadafi de mercenarios subsaharianos para reprimir las protestas ha convertido a todos los inmigrantes negros en sospechosos ante la población local y en objeto de linchamientos, por lo que temen salir de sus casas. Si lo hacen, es más probable que intenten regresar a su país de origen que atravesar Libia para llegar a Italia. La respuesta de sus Estados de origen está siendo débil; ni ellos ni la Unión Africana han organizado operaciones de rescate de sus nacionales.
Hasta ahora, muy pocos libios han abandonado el país pero si la guerra persiste se producirá también una salida de refugiados libios. Los pronósticos en este campo son muy especulativos: la ONU calcula que un total de unas 400.000 personas intentarán abandonar Libia incluyendo aquí a las 200.000 que ya han salido. Puede que parte de esa salida de refugiados afecte a Italia, o a Grecia, los dos países más cercanos en Europa. Pero, por el momento, lo que está ocurriendo es que son los extranjeros que se encontraban en Libia los que están abandonando el país para retornar al suyo y que este movimiento no está afectando a Italia sino a los países vecinos, Túnez y Egipto, que se encuentran con necesidad de ayuda urgente internacional para acoger a estos retornados y refugiados, algunos de ellos con especiales dificultades para volver a sus países de origen (como palestinos, somalíes, eritreos o paquistaníes).