Durante los últimos días de este mes de enero, los hoteles de Santiago de Chile habrán agotado las habitaciones para cobijar la mayor multitud político-diplomática que se haya visto. Allí se reunirán los mandatarios de todos los miembros de la UE y sus contrapartes en América Latina y el Caribe (60 en total), con motivo de la cumbre bicontinental que se celebra desde 1999.
Los países latino-caribeños acuden esta vez bajo la cubierta de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC). Además, estos Estados se reunirán a continuación por su parte en otra cumbre exclusiva de esta organización. Entre las expectativas de estos dos cónclaves destaca el futuro de la integración regional y de la cooperación entre diversos bloques y Estados. Habrá ganadores, perdedores y desapercibidos.
En primer lugar, en contraste con su tamaño, el ganador neto ya ha sido Centroamérica, que estrenará su flamante nuevo Acuerdo de Asociación con la UE. Retrasado durante décadas, a pesar del gran esfuerzo ejercido por Europa en las labores de pacificación, democratización y desarrollo, la elusiva unidadcentroamericana por fin presentó una mínima cohesión para acordar con la UE un esquema al parecer beneficioso para ambas partes. Significativamente, el pragmatismocentroamericano y la conveniencia europea pueden ser un ejemplo para la lentitud y dificultades enfrentadas en los esquemas con otras subregiones. La variedad ideológica de algunos Estados de América Central (el sandinismo de Nicaragua y el neoliberalismo de Panamá son solo una muestra) no parecen ser obstáculo para acordar tratados de perfil económico y comercial.
Pero lo que parece fácil en Centroamérica se presenta como extremadamente dificultoso en el resto del continente, con algunas excepciones. En el contexto estrictamente latinoamericano, desde hace años los ganadores de la vía unilateral han sido México y Chile, ambos instalados cómodamente en la globalización o la alianza con sus coterráneos de Norteamérica (Canadá y, sobre todo, EEUU). De ahí que ambos países no han disimulado su satisfacción por mantenerse al margen de las trifulcas de los otros sub-bloques. La tempestuosa entrada de la Venezuela chavista en Mercosur (todavía bajo el impacto de la suspensión de Paraguay) y el deseo de Bolivia en la misma dirección han dejado a la Comunidad Andina en la unidad de cuidados intensivos. El alivio de Perú y Colombia al disfrutar de los dobles favores de la UE y EEUU, solamente es superado por la autosuficiencia de Brasil al considerarse por encima de todos los problemas. Además, la atracción del Pacifico. En su orilla se aliarían con EEUU y México, además de Chile, para nerviosismo y ambigüedad de Ecuador, que seguiría apostando por el ALBA de Chávez.
Aunque es pronto para especular, sin saber a ciencia cierta el desenlace de la crisis personal venezolana, lo razonablemente predecible es que si se produce la desaparición de su líder, el futuro de la Alianza Bolivariana es problemático cuando el subsidio energético se agote. Esta incertidumbre puede empujar ulteriormente a Cuba a anclarse en su Caribe natural, a pesar de la diferencia cultural con CARICOM, pero donde la estabilidad y la seguridad también benefician a EEUU de momento. La responsabilidad de heredar la coordinación de CELAC en el mismo Santiago de manos de Chile puede rendir ventajas.
Finalmente, ante la variada suerte de los sub-bloques, se puede especular preciosamente acerca de la eficacia tanto de la CELAC o de la misma territorialmente reducida UNASUR. Quizá su innata incapacidad para la verdadera integración supranacional, que los demás esquemas nunca han sabido sublimar, sirva de de consejo para que tanto el ente latinoamericano/caribeños como el sudamericano se dediquen a la consulta y la negociación. Desde una Europa también con dudas, probablemente es lo que más convenga.