A pocas semanas de las cumbres de la CELAC (por sí sola y con la UE) en Santiago de Chile, la prueba de la desaparición de Hugo Chávez se antoja como candidata a tener un impacto notable. En las semanas anteriores a la muerte del líder venezolano, incluso durante la última etapa de su enfermedad, se apostaba por un acusado movimiento en dirección al estrechamiento de las relaciones de los países latinoamericanos en las diversas direcciones expuestas por cada una de las diferentes formaciones.
Ahora se presentan más enigmas que predicciones fáciles. Sin que resulte exagerado decir que nada será igual tras el entierro de Chávez embalsamado, lo cierto es que unos cambios sutiles se van a posar en el ya complejo entramado de la integración regional.
En primer lugar, aunque las declaraciones oficiales indiquen lo contrario y el nuevo liderazgo se comprometa a cumplir con el legado de Chávez en su obra más personal, lo cierto es que el ALBA recibirá el impacto de la muerte de su inventor. Maduro va a tener que dedicar sus prioridades al refuerzo de su frente interior en el caso de ser reelegido en abril.
Chávez se podía permitir dedicar cuantiosas energías a la explotación de la posición de ventaja petrolera con sus socios y protegidos, pero los réditos en la escena nacional pueden verse cuestionados. Además, algunos de sus aliados en otros países ya se están preparando para suceder al desaparecido carismático líder. Rafael Correa se prepara para ese papel. Lo que no está claro es si tendrá la misma influencia que su protector. En el momento en el que los países del Caribe y Nicaragua vean descender los beneficios, el ALBA puede dejar de tener la importancia que solamente Chávez le daba.
En el resto de los esquemas, la inercia y la moderación, cuando no el deterioro acrecentado, pueden asentarse cómodamente. La CELAC seguirá tratando de cumplir con su vago objetivo entre foro de cooperación y espectacular cumbre sin poder decisorio. Invento para que México no quedara descolgado del escenario latinoamericano, Brasil le dejará cancha abierta sin incomodarse. Resulta un misterio cuál puede ser la actuación de Cuba al timón de la novicia organización que no tiene tratado, instituciones ni presupuesto. La presidencia de La Habana tanto puede servir para reforzar la instalación de Cuba en el tejido pan-latinoamericano como para constituir una carga en caso de que los subsidios de Caracas desciendan.
Para Brasilia, más importante es la expresión de su poder en las maniobras que se traman bajo el paraguas de UNASUR, su escenario geopolítico natural. Quizá bajo una influencia más acusada de Itamaraty, el entramado pan-sudamericano decida actuar de forma más ambiciosa que un mero lobby al modo de la OPEP, como los funcionarios impuestos por Chávez pretendían. La frustración mostrada por el sucesivo nombramiento de varios secretarios generales desde que Néstor Kirchner inauguró el puesto debe terminar.
La Comunidad Andina de Naciones (CAN) ya estaba en piloto automático para su desaparición, sin que sus socios más fiables (Perú y Colombia) hagan nada, al tener mejores alternativas, como acuerdos directos con la UE y EEUU o la novicia Alianza del Pacifico. Lo máximo que puede ocurrir es que haya una fusión inexorable con MERCOSUR, dejando abierto de momento el tema de la duplicación de los dos grandes bloques sudamericanos.
El misterio mayor es precisamente MERCOSUR, que paradójicamente puede verse reforzado por una mayor moderación de Venezuela, con Maduro necesitado de alianzas sólidas. De nuevo, según sea la tajada que reciba Brasil el progreso del ampulosamente etiquetado oficialmente como “Mercado Común del Sur”, su futuro está lleno de incertidumbre.
Por su parte tanto el CARICOM como el Sistema de Integración Centroamericana parecerán beneficiarse con mantener las antenas abiertas en diferentes direcciones. Paradójicamente, la frase atribuida a Porfirio Díaz con respecto a México tiene ahora otro sentido en forma positiva: “Pobre Centroamérica, tan cerca de Europa y EEUU, y tan lejos de América Latina”.