La dinastía de los Trastamara accedió al trono de Castilla tras la muerte de Pedro I el Cruel a manos de su hermano Enrique. Ambos libraban una guerra civil en Castilla con ayuda de ingleses y franceses que desembocó en un combate cuerpo a cuerpo entre ellos. Una leyenda cuenta que cuando todo parecía perdido para Enrique de Trastamara, un militar francés, Beltrán Duguesclín, sujetó al rey y permitió que su hermano le matara. Desde entonces se le atribuye la frase “Ni quito ni pongo rey, sino ayudo a mi señor” que ha pasado a la historia como sinónimo de hipocresía.
Casi 650 años después se libra otra guerra civil en Siria, también con asistencia extranjera, y aunque la situación es más compleja que la de entonces, la injerencia externa sigue actuando por motivos distintos a los que manifiesta. ¿A qué señor ayudan en Siria? Por un lado, Rusia desea preservar su influencia en el Mediterráneo y seguir siendo el interlocutor indispensable de Occidente para todos los contenciosos graves desde Oriente Medio al Pacífico. No quita ni pone rey, pero no duda en suministrar armas al régimen de Bachar el Asad para mantener el statu quo. Esta vez, franceses y británicos luchan en el mismo bando junto con Estados Unidos y los países del Golfo. Quieren quitar a un rey: Bachar el Asad, pero no les preocupa tanto quién ocupará su lugar como ayudar a su señor: despojar a Irán de su influencia en la zona y debilitarle en Oriente Medio. Por su parte, Irán coincide con Rusia en preservar al “rey” Bachar porque su caída conllevaría la de Hezbolá y pondría a su verdadero señor: disputarle la hegemonía regional a los países árabes y negársela a los países occidentales, en riesgo de desaparición de Oriente Próximo.
Unos y otros cuentan con la complicidad de terceros para ayudar a su señor y, para hacerlo, se ven ante la disyuntiva de suministrar o no armas a los contendientes. Los Bertand Duguesclín del Siglo XXI no quieren quitar o poner rey por sí mismos por lo que tienen que enviar armas a los que combaten sobre el terreno. Lo hacen a pesar de no saber cuál será el destinatario final y si servirán para acabar con la guerra civil actual o para comenzar la siguiente, ya que no es seguro que la caída de Bachar el Asad ponga fin a los combates en Siria y es probable que reavive los de Irak y Líbano. Los que ya han tomado partido llevan meses enviando armas o dinero de forma abierta o encubierta a quienes luchan –quienquiera que sean- por ellos. Otros están divididos entre mantener el embargo de armas para evitar una escalada o suministrarlas de la forma más discreta y aséptica posible. Más allá de los eufemismos al uso como rebeldes “moderados”, armas “defensivas” o equipos críticos “no letales”, en las guerras civiles no pueden eludir su responsabilidad tanto quienes toman partido abiertamente por un bando (quitan o ponen rey) como quienes lo hacen con ambages (ayudan a su señor).