Si alguna palabra aislada puede caracterizar a las próximas elecciones presidenciales de Argentina ésta es incertidumbre. En estos momentos nadie es capaz de pronosticar no sólo la identidad del triunfador, sino también si será necesaria una segunda vuelta para finiquitar el proceso. Lo único seguro en la actualidad es que por primera vez en 12 años el próximo presidente no será un integrante de la familia Kirchner, ni tampoco nadie del entorno presidencial.
Pero si esto era suficiente hace unos meses atrás, cuando se decía que con independencia del quién será el nuevo presidente comenzaría una nueva época, hoy tampoco está claro que un triunfo del candidato oficialista, Daniel Scioli, no está más signado con la continuidad kirchnerista que por la ruptura que se pueda originar desde las filas peronistas.
Las PASO (elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias) tampoco arrojaron demasiada luz, en ninguno de los dos campos. En el bando gubernamental Scioli no logró alcanzar el 45% de los votos que le hubieran permitido soñar con una victoria aplastante en la primera vuelta. Ni siquiera el 40% con que esperar la diferencia del 10% con el segundo. En la oposición Mauricio Macri fue incapaz de alzarse con un triunfo incontrastable frente a Sergio Massa, de modo de convertirse en el único referente frente al kirchnerismo, aunque su distancia con el oficialismo fue inferior al 8,5%.
De ahí que el 38,41% de los votos obtenidos por Scioli lo pusieron en una situación muy delicada. Sabe que en el más que probable caso de una segunda vuelta sus opciones disminuyen, y por eso necesita de forma cada vez más desesperada un triunfo en la primera vuelta, a celebrarse el 25 de octubre. Su pobre desempeño general tuvo su correlato en los resultados de la provincia de Buenos Aires, su teórico feudo. Por eso ha solicitado de forma casi dramática la total colaboración de los intendentes (alcaldes) del Gran Buenos Aires para lograr ese triunfo tan deseado.
Sus opciones también se vieron afectadas por otros hechos que golpearon su imagen, comenzando por un fallido viaje a Italia coincidiendo con unas graves inundaciones en la provincia de Buenos Aires, donde gobierna y que es el mayor distrito electoral del país. Como candidato oficialista a la gobernación de esa misma provincia resultó elegido el actual Jefe de gabinete de la presidente, Aníbal Fernández, que tiene una fuerte imagen negativa en todo el país. A esto hay que añadir unas más que cuestionables elecciones provinciales en Tucumán, saldadas con episodios de quema y sustracción de urnas, compra de votos a plena luz del día y un sistema de fraude generalizado.
Sin embargo, la oposición tampoco las tiene todas consigo. Pese a algunas negociaciones recientes, la unidad opositora es una cuestión por ahora inalcanzable, más allá de que la presión para que se den pasos concretos en este sentido aumenta por días. La lógica indica que el segundo candidato más votado, por detrás de Scioli, será Macri, y que estos dos se enfrentarán en la segunda vuelta, a celebrarse el 22 de noviembre. Y es en este escenario donde la incertidumbre es mayor. La orientación de la votación se resolverá en función de cuánto quieran cambiar y cuánto quieran mantener los argentinos y también por la identidad de los dos contendientes del balotaje.
A mayor sentimiento de cambio, mayores posibilidades para Macri, a mayor preferencia de continuidad mayores chances para Scioli. Pero si el kirchnerismo es rechazado por un sector importante de la población, la imagen de Macri como un político de «derechas» no favorece al principal candidato de la oposición. Muchos argentinos están dispuestos a votar más de lo mismo si de este modo se cierra el camino a la derecha, aunque sea al precio de mantener prácticas denostadas.
De ahí la importancia de la duda que genera la cuestión de por quién se inclinarán los votantes de Massa y de otros candidatos opositores en una hipotética segunda vuelta. Y si bien, en caso de ganar Massa los votantes de Macri se inclinarían por aquél en una segunda vuelta, poniéndole el triunfo al alcance de la mano, la recíproca si bien no es imposible es mucho más complicada. De momento las encuestas son incapaces de arrojar más luz sobre el tema, lo que provoca nuevas y mayores incertidumbres.
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