La inalcanzable misión antiterrorista de Francia en el Sahel

Militares franceses y chadianos

El 17 de febrero de 2022 el presidente Emmanuel Macron anunció la retirada de las tropas francesas y europeas de Mali. Tal declaración, la cual se dio tras una rápida ruptura en las relaciones con la junta gobernante maliense, que accedió al poder después de un golpe de Estado en mayo de 2021, puso fin al compromiso militar francés de nueve años en el país. El comunicado del Elíseo se produjo en un momento en que las reacciones sociales agravaron el escepticismo en torno a la Opération Barkhane. En el contexto de las próximas elecciones de abril en Francia, tal maniobra parece sugerir que el compromiso francés en el Sahel ha procurado no ser tildado de “Afganistán francés”.

Mali ha sido el punto focal de la contrainsurgencia francesa en el Sahel, un cinturón de tierra de cuatro millones de kilómetros cuadrados que atraviesa la división desierto-sabana de África. La operación tuvo su génesis en 2013 con la Opération Serval. Se dio como respuesta a solicitud de Mali de expulsar a los yihadistas, los cuales se aprovecharon de los existentes agravios de las minorías y utilizaron la rebelión Tuareg como un caballo de Troya para conquistar los territorios del norte de Mali. Como fue el caso durante las primeras etapas de la guerra en Afganistán, Serval demostró ser tácticamente exitosa. En 2014 la Opération Serval se extendió por toda la región, desplegándose a Mauritania, Níger, Burkina Faso y Chad, en lo que se conoció como Opération Barkhane. Tal misión se proyectó para una duración de unas pocas semanas, pero bastaría con decir que las cosas no salieron según lo planeado. En lugar de que la situación fuera aliviada, el desarrollo de Barkhane se ha enfrentado a un aumento de las bajas, una escalada de la insurgencia y una disminución del apoyo tanto en el terreno como en Francia.

En lugar de que la situación fuera aliviada, el desarrollo de Barkhane se ha enfrentado a un aumento de las bajas, una escalada de la insurgencia y una disminución del apoyo tanto en el terreno como en Francia.

Naomi Moreno-Cosgrove

En los últimos años, la participación antiterrorista francesa en el Sahel ha experimentado una creciente oposición local con protestas incitadas por las redes sociales e ira contra la inseguridad. Por un lado, el desencanto local se ha producido dado que, contrariamente a lo que se esperaba, los sahelianos han presenciado durante mucho tiempo cómo Francia ha fracasado en prevenir las bajas del ejército local. Asimismo, aunque Barkhane fuera promovido como una operación que tomaba medidas “para el beneficio último de las poblaciones locales”, el ejército francés tampoco ha sido capaz de evitar el aumento de las muertes de civiles y el desplazamiento generalizado de la población.

Los éxitos tácticos de Barkhane –que implican la neutralización de yihadistas de alto perfil como Adnan Abu Walid al-Sahraoui, líder del Estado Islámico en el Gran Sahara (ESGS), y Abdelmalek Droukel, líder de al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI)– no se han traducido en la estrategia general de la misión y han sido eclipsados por la incapacidad de Francia de aminorar los actos violentos en la región. El ampliar su alcance a las diputas locales ha permitido a los grupos yihadistas –ESGS y el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM), la rama de al-Qaeda en la región– solidificar su influencia, re-movilizarse y obtener recursos para reforzar sus acciones. Igualmente, el intensificado desplazamiento y la crisis humanitaria, con 1,4 millones de desplazados internos desde 2019, han demostrado que la situación se encuentra lejos de mejorar. Desde 2015 más de 23.500 civiles han fallecido en Mali, Níger y Burkina Faso, la mitad de los cuales han sido reportados en los últimos tres años.

Sumado a las mutuas percepciones de disonancia que caracterizaron las relaciones franco-malienses, en parte agravadas por el giro pro-ruso de Mali, el creciente sentimiento popular anti-francés contribuyó a alimentar el apoyo a los golpes de Estado de agosto de 2020 y mayo de 2021. El punto de no retorno se produjo en marzo de 2021 cuando una investigación de la ONU reveló que un ataque aéreo francés golpeó una boda en el centro de Mali a principios del mismo año y mató a 19 civiles. En la región en general, la irritación contra Barkhane alcanzó su punto más álgido en noviembre de 2021 cuando los manifestantes de la zona norte de Burkina Faso y oeste de Níger bloquearon un convoy de suministros militares franceses. En la ciudad nigerina de Tera, soldados franceses dispararon contra los manifestantes para liberar el convoy, dejando tres muertos y 18 heridos. Por otro lado, tras el golpe militar de enero de 2022 en Uagadugú, las imágenes de los miles de burkineses que salieron a las calles, con muchos en la multitud ondeando banderas rusas y sosteniendo pancartas anti-francesas, ya no son una sorpresa.

Tal desilusión se ha combinado con la extendida percepción de que un “atasco de seguridad” ha convertido al Sahel en una arena de actores de seguridad internacional con mandatos de intervención contradictorios. Como consecuencia, en lugar de mejorar la situación, esta ha sido exacerbada. La miríada de intervenciones –desde el G5 Sahel y la MINUSMA, hasta las misiones de entrenamiento de la UE y la última iniciativa, la Fuerza especial Takuba– ha contribuido aún más a la retórica yihadista anti-neocolonial para aprovecharse de los agravios existentes entre las poblaciones. Mientras dichos actores fracasan persistentemente en estabilizar la región, la intervención internacional y, en particular, la intervención francesa, continúan siendo vistas a través de los ojos desconfiados de una población harta.

Mientras dichos actores fracasan persistentemente en estabilizar la región, la intervención internacional y, en particular, la intervención francesa, continúan siendo vistas a través de los ojos desconfiados de una población harta.

Naomi Moreno-Cosgrove

El anuncio de febrero también se produjo en el momento en que Macron se encamina hacia la primera ronda de elecciones presidenciales este 10 de abril. Al igual que con la campaña de 2017, cuando transmitió que las operaciones externas francesas deberían reducir su alcance y traducirse en mayores esfuerzos internacionales, la opinión pública francesa parece estar desempeñando un papel en la transformación del curso de Barkhane. Las operaciones militares francesas en el extranjero siguen siendo vistas por la opinión pública como una tapadera para encubrir intereses no expresados, como el de asegurar el suministro del uranio de Areva en Níger, mediante la colaboración con regímenes autoritarios. Además, en un contexto en el que las cuestiones más urgentes parecen ocupar el ámbito geopolítico, la congruencia entre los recursos y las capacidades de Barkhane no ha logrado cumplir con los criterios de la misión. La operación ha desplegado hasta 5.100 soldados, 780 vehículos militares y unos 40 aviones de guerra, a un coste de alrededor de 1.200 millones de dólares cada año. De este modo, en enero de 2021, por primera vez desde que comenzó la misión en 2013, una encuesta de Ifop mostró que la mayoría de franceses –un 51 %– se declaraban en contra de la intervención en Mali, 19% de los cuales se posicionaban como “fuertemente opuestos”. Esto contrasta con el 73% en 2013 y el 58% en 2019 que apoyó la presencia militar francesa en Mali.

A menos de un mes de presentarse a la reelección, Macron inculpó a la junta maliense: “no podemos permanecer militarmente comprometidos con autoridades de facto cuya estrategia y objetivos ocultos no compartimos”. Por lo general, el electorado francés y la actitud negativa de las poblaciones locales parecen haber desempeñado un papel fundamental en la configuración del curso de la Opération Barkhane y el futuro de las misiones antiterroristas francesas en la región. A pesar de acaparar la mayor parte de la atención, los golpes de Estado en Mali y la consiguiente llegada al poder de rusófilos prestados a negociar con yihadistas –los mismos responsables de la muerte de 54 soldados franceses desde 2013 y cuya eliminación es la raison d’être de Barkhane– no causaron, sino que sólo subrayaron que los días de Francia en Mali estaban contados.

(..) el electorado francés y la actitud negativa de las poblaciones locales parecen haber desempeñado un papel fundamental en la configuración del curso de la Opération Barkhane y el futuro de las misiones antiterroristas francesas en la región.

Naomi Moreno-Cosgrove

Con Wagner, una compañía paramilitar público-privada dirigida dentro del círculo oligárquico de Putin, preparándose para aprovechar el vacío dejado por los franceses y la Fuerza especial Takuba en el Sahel, el anuncio de Macron en febrero apunta a una dinámica por la cual las decisiones gubernamentales en Francia con respecto a una región tradicionalmente bajo influencia han estado condicionadas por patrones de descontento entre las poblaciones francesas y sahelianas.


Imagen: Militares franceses y chadianos participan en una ceremonia de entrega de banderas para conmemorar el lanzamiento de la Operación Barkhane. Foto: U.S. Army Africa / Chief Warrant Officer 3 Martin S. Bonner (CC BY 2.0)