Muchos españoles han seguido con preocupación la extensión en los medios de comunicación internacionales y en las redes sociales de una versión de los sucesos del 1 de octubre de 2017 y los posteriores –la declaración de una república independiente catalana, la aplicación del artículo 155 de la Constitución…– en la que España aparece como un Estado autoritario, que no respeta la libertad de expresión y que tiene presos políticos. Se han desenterrado incluso fantasmas que parecían ya del todo liquidados, como la herencia del franquismo sobre la vida política actual. Esta versión, difundida por los independentistas, que contrapone un supuesto movimiento liberador con un supuesto Estado opresor, ha ido perdiendo peso y presencia en los medios de comunicación internacionales, pero muchos en España han echado de menos campañas más activas por parte de las instituciones para contrarrestar esa propaganda.
Sin embargo, la opinión pública internacional es bastante estable en lo que respecta a la imagen de países con un sólido prestigio, como España, y la fuerza de esa campaña de descrédito contra el Estado español no ha tenido impacto entre la población general.
Eso es lo que se deduce de los datos de la última edición del Country RepTrak®, una encuesta que se realiza anualmente entre los países del G7, Rusia, y varios países europeos y latinoamericanos. En concreto, la encuesta indaga sobre el prestigio de España en Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, Países Bajos, EEUU, Canadá, Japón, China, India, Corea del Sur, Rusia, Argentina, Brasil, Colombia, Chile, México, Perú y Marruecos. Un conjunto, por tanto, representativo de los países más influyentes en el mundo y de los que, por una razón u otra, interesan especialmente a España.
La comparación entre los datos de la encuesta realizada a comienzos del 2017 y la del comienzo del 2018 –es decir, antes y después de los sucesos más graves del procés– muestra que el prestigio de España no ha sufrido en este periodo.
En una escala de 1 a 10, la valoración media de España entre los países del G7 más Rusia era de 7.5 puntos en 2017 y pasó a ser de 7.3 en 2018. Esa diferencia de 0.2 décimas de punto es menor que el margen de error y por tanto no indica un descenso. En el caso de la valoración de España en Latinoamérica, el dato es el mismo para los dos años, una puntuación de 6.9 en 2017 y en 2018. Estas son valoraciones globales del país, pero si descendemos a los detalles, tampoco encontramos una caída estadísticamente significativa del prestigio internacional de España en relación con los elementos del entorno institucional: la valoración del entorno político-institucional español ha pasado de 6.3 a 6.2.
Los países con mejor reputación entre los ciudadanos del G7 más Rusia
Posición | Valoración | |
---|---|---|
Suecia | 1 | 8.2 |
Finlandia | 2 | 8.2 |
Suiza | 3 | 8.1 |
Noruega | 4 | 8.1 |
Nueva Zelanda | 5 | 8.0 |
Australia | 6 | 8.0 |
Canadá | 7 | 7.9 |
Japón | 8 | 7.8 |
Dinamarca | 9 | 7.8 |
Holanda | 10 | 7.7 |
Irlanda | 11 | 7.6 |
Austria | 12 | 7.6 |
Italia | 13 | 7.5 |
España | 14 | 7.3 |
Bélgica | 15 | 7.3 |
Reino Unido | 16 | 7.2 |
Portugal | 17 | 7.2 |
Francia | 18 | 6.9 |
Alemania | 19 | 6.9 |
Singapur | 20 | 6.9 |
España aparece siempre situada entre los primeros 20 países más prestigiosos del mundo. Esta escala de prestigio, que mide la reputación de las 55 mayores economías, está encabezada sistemáticamente por países que reúnen cuatro características: son democracias avanzadas, son ricos, tienen sociedades igualitarias y no pretenden ejercer un poder mundial: Nueva Zelanda, Noruega, Finlandia, Canadá, Suecia, Suiza… España ocupa este año el puesto número 14º (escala realizada a partir de las valoraciones obtenidas en los países del G7 más Rusia, el antiguo G8) por encima de Alemania, Francia o Reino Unido, es decir, su prestigio está muy por encima de su peso económico y de su PIB per capita. El caso contrario es el de EEUU, que ocupa la posición número 33º en esa escala.
En definitiva, la campaña de descrédito contra las instituciones políticas españolas no ha tenido un eco apreciable entre la opinión pública internacional. Ello no quiere decir que no tenga influencia en ámbitos específicos, como los políticos, intelectuales, juristas o activistas, cuyas percepciones pueden ser mucho más relevantes que las de la opinión pública de su país. Y, sobre todo, no debe confundirse la falta de impacto actual con la seguridad de que no vaya a producirse poco a poco en el futuro si esa publicidad no se contrarresta. Estos datos son una buena noticia para España, pero combatir la campaña de desinformación y desprestigio sigue siendo imprescindible.