Antes y, sobre todo, después de que la Federación Rusa invadiera Ucrania en febrero de 2022, los países occidentales proporcionaron ayuda militar a las Fuerzas Armadas ucranianas para contener la ofensiva rusa. A ellas, con su valeroso y brillante desempeño, se debe principalmente el fracaso de esta ofensiva, aunque la asistencia técnica y militar occidental contribuyó decisivamente a denegar la superioridad aérea a Rusia en los primeros meses de la invasión.
Posteriormente, los sistemas de defensa antiaérea y las piezas de artillería occidentales contribuyeron a estabilizar el frente y los mandos ucranianos comenzaron a solicitar sistemas de mayor alcance y precisión para atacar concentraciones de fuerza, objetivos logísticos y de mando y control en la retaguardia rusa. El estancamiento del frente multiplicó los intercambios de artillería y las Fuerzas Armadas ucranianas solicitaron entonces mayor cantidad de municiones para contener las ofensivas rusas y, progresivamente, medios para la contienda como carros de combate y aviones para disponer de las capacidades de maniobra que les permitiera pasar a la ofensiva.
La frustración por el fracaso de la contraofensiva ha sembrado dudas sobre el curso de la guerra, por lo que Ucrania y sus aliados no pueden permitirse que se deteriore el equilibrio militar en el frente durante los próximos meses.
La llegada de medios acorazados, de artillería y misiles de gran alcance, junto con la debilidad de las defensas rusas sobre las nuevas fronteras, favoreció el éxito de las ofensivas ucranianas sobre Járkov y Jersón en otoño de 2022. Estos éxitos alimentaron la postura ofensiva de los mandos ucranianos que incrementaron su demanda de medios para desarrollar una contraofensiva en la primavera de 2023. Ésta se retrasó hasta principio de verano y sus resultados no casaron con los objetivos previstos ni, mucho menos, con las expectativas generadas al respecto. El desfase negativo entre lo pretendido y lo conseguido hizo que las autoridades ucranianas trataran de atribuir su fracaso al retraso y limitación de la ayuda militar recibida de sus aliados.
Esta queja es comprensible, pero tiene poco fundamento como explicación causal porque los escasos resultados obedecen a aciertos en la capacidad defensiva rusa y a desaciertos en el planeamiento político y militar de Ucrania, incluida su “fijación” con Bajmut. La contraofensiva contó con material de ayuda occidental que protegió la vida de los combatientes ucranianos y que sobrevivió en un alto porcentaje, aunque no bastó para romper la línea del frente porque Ucrania no disponía de la abrumadora superioridad militar que se precisa para desarrollar acciones ofensivas. Si acaso, se puede reprochar a los aliados el tipo de adiestramiento recibido en Europa por las unidades que iban a participar en la contraofensiva, ya que éstas no cuentan ni con la doctrina ni con los medios de los ejércitos profesionales occidentales para desarrollarla en el teatro de operaciones ucraniano.
En los últimos meses, la situación se ha decantado en favor de las acciones defensivas y en contra de las ofensivas de ambos bandos. Se han acabado las expectativas de victorias rápidas y decisivas, porque ningún bando dispone de la suficiente capacidad necesaria para pasar a la ofensiva con garantías de éxito. El desgaste prima sobre la maniobra y ya que las reservas rusas de hombres y equipos pueden sostener una guerra de atrición durante dos o tres años, según el International Institute for Strategic Studies (IISS) de Londres, Ucrania debe prevalecer en ese tipo de guerra.
A lo largo de estos dos años, los aliados han modulado las demandas ucranianas en función de sus criterios sobre la escalada y sus visiones sobre el final de la guerra (lo que necesitan y hasta cuándo lo necesitan). El escenario final varía, en función de los países, en un amplio abanico que va desde la derrota de Rusia y su expulsión del territorio ucraniano, en un extremo, hasta acabar la guerra cuanto antes en el otro, pasando por varias modalidades de acuerdos de alto el fuego. Factores como la situación militar, la fatiga de combate que soportan los combatientes en el frente y las poblaciones en la retaguardia y el coste económico que supone esta guerra afectan a la forma en que cada parte desea que acabe. La frustración por el fracaso de la contraofensiva ha sembrado dudas sobre el curso de la guerra, por lo que Ucrania y sus aliados no pueden permitirse que se deteriore el equilibrio militar en el frente durante los próximos meses.
Dos años después, y dada la situación de estancamiento militar sobre el terreno, la ayuda occidental deberá ser realista y destinarse a consolidar la capacidad defensiva de las Fuerzas Armadas ucranianas hasta que dispongan, en su caso, de las capacidades necesarias para pasar a la ofensiva. Ucrania no puede permitirse una ruptura de sus líneas del frente en los próximos meses porque podría derrumbarse su voluntad de resistencia, que es lo que busca la estrategia de atrición rusa. Tampoco pueden desarrollar una “defensa activa”, porque carecen de los medios de potencias como Rusia o China que les permita actuar con profundidad en todos los frentes y escalones de combate, por lo que Ucrania y sus aliados deben convertir la guerra de desgaste actual en una oportunidad para la victoria en los próximos años.
Se han acabado las expectativas de victorias rápidas y decisivas, porque ningún bando dispone de la suficiente capacidad necesaria para pasar a la ofensiva con garantías de éxito
El balance militar aconseja reforzar la capacidad militar ucraniana para resistir en profundidad y a largo plazo en lugar de empeñarse en acciones ofensivas de corto alcance. Las Fuerzas Armadas ucranianas necesitan adaptar su postura militar, es decir, su estructura, estrategia y adiestramiento de acuerdo con las lecciones aprendidas en estos años, tal y como han hecho las fuerzas rusas. La eficacia de la ayuda militar externa no consiste en importar equipos y doctrinas de éxito sino en adaptarlas a la idiosincrasia ucraniana y a las condiciones del combate en curso. Una postura defensiva facilitaría esa adaptación y reduciría la fatiga de combate de las unidades de vanguardia.
Los aviones F-16 que se esperan no alterarán el equilibrio militar, salvo que se les dote de misiles de largo alcance, ya que las defensas antiaéreas rusas no permiten su empleo en misiones tácticas de apoyo directo a las tropas. Tampoco los misiles de largo alcance tierra-tierra han proporcionado ventaja ofensiva significativa a las fuerzas ucranianas en los últimos meses. Lo que las Fuerzas Armadas necesitan con urgencia, para disminuir la atrición propia y aumentar la de las fuerzas rusas, son piezas de artillería y municiones porque su racionamiento de los últimos meses facilita a la artillería rusa concentrarse sin riesgo de ser atacada por la artillería ucraniana. Según el IISS, las Fuerzas Armadas ucranianas precisan entre 75.000 y 90.000 disparos de artillería al mes para sostener sus posiciones defensivas y más del triple para pasar a las ofensivas. Sin embargo, Ucrania sólo dispone de unos 60.000 proyectiles mensuales para su defensa que se agotan mientras no llegan las municiones comprometidas. También precisan reforzar su menguante defensa antiaérea para evitar que la atrición sobre infraestructuras, viviendas y vidas civiles siga creciendo, tal y como ha reconocido el último Consejo OTAN-Ucrania.
La llegada de artillería y municiones, unida a una postura defensiva, permitiría a las Fuerzas Armadas ucranianas estabilizar el frente, descansar a sus veteranos y dar tiempo a que aumente la capacidad de producción de las industrias occidentales y de la que se está instalando en Ucrania para facilitar el sostenimiento de la línea del frente en los próximos meses. Si se proporciona la ayuda militar adecuada, la guerra se podrá ganar en Ucrania algún día, pero si no se continúa con la ayuda militar o ésta no sirve para sostener el equilibrio actual, la guerra puede perderse en muchos países aliados de Ucrania y en los próximos meses. Cada decisión cuenta para la victoria o la derrota de Ucrania y sus aliados frente a Rusia.
Tribunas Elcano
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