Las consecuencias geo-tecnológicas de la guerra de TikTok llegan mucho más allá del impacto que puedan tener las prohibiciones que empiezan a afectar a la aplicación para intercambio de móviles de montajes cortos, propiedad de capital chino. La proscripción, primero en la India, posiblemente seguida de EEUU y Australia, contra toda una serie de apps chinas, puede tener consecuencias negativas para el desarrollo tecnológico de la República Popular. Es parte del pulso general en curso con China por parte de diversos actores en diversos ámbitos. Ha puesto de relieve que aquel país tiene debilidades y comete errores en su política exterior y de seguridad, como el encontronazo armado con la India en una zona fronteriza disputada en la región de Ladakh en el Himalaya. Pocos analistas dudan de que la prohibición de estas apps por parte de la India tiene mucho que ver con ese incidente.
La red social TikTok, con unos 800 millones de usuarios en el mundo, es propiedad del gigante chino ByteDance, y tiene en la India su mayor seguimiento (unos 100 millones, hasta un total de 200 millones, de descargas en 2020, seguida de EEUU y Brasil). Con los confinamientos derivados del coronavirus, TikTok, que permite montar y compartir videos de breve duración, ha batido, con 315 millones, el récord de instalaciones de una app en un trimestre. Pensada para diversión de adolescentes, tiene una creciente dimensión política, por ejemplo, con el uso que le ha dado el movimiento Black Lives Matter en EEUU, y se la ha acusado de sabotear la actual campaña de Donald Trump. TikTok no está disponible en China, pero sí la similar Douyin, de la que surgió la primera para su uso en el resto del mundo.
La razón oficial esgrimida por el Gobierno indio para prohibir esta y otras 58 apps chinas más –entre las que figuran algunas destacadas como WeChat, el navegador de Alibaba, la plataforma de microblogging Weibo, y el juego de estrategia Clash of Kings, además de otras de mapas– es que es “perjudicial para la soberanía e integridad de la India, la defensa de la India, la seguridad del Estado y el orden público”, acusando a estas apps de poder pasar al Gobierno chino los datos que generan los usuarios. TikTok, que desde hace unos meses tiene a su frente a un estadounidense ex directivo de Disney, lo niega, y asegura que mantiene los datos en EEUU, con copia de seguridad en Singapur. De hecho, nadie ha presentado pruebas de lo contrario. ByteDance se ha salido del mercado de Hong Kong, y TikTok de la ex colonia británica, tras la instauración de la nueva Ley de Seguridad que obligaría a estas compañías a entregar los datos de sus usuarios allí a las autoridades chinas si estas los solicitaran. De hecho, la aplicación de esta ley en Hong Kong ha abierto una caja de Pandora. El Internet de Hong Kong ha pasado al interior del Gran Cortafuegos chino, y varias grandes tecnológicas han decidido congelar temporalmente su colaboración con el gobierno local (con la gran excepción de Apple). Los Departamentos de Estado y de Defensa de EEUU ya prohibían a sus funcionarios, incluidos todos los militares, descargarse esta app en móviles oficiales, El banco Wells Fargo, también. Amazon amagó con prohibirla a sus empleados si accedían al correo corporativo desde sus móviles, pero luego dio marcha atrás.
La India –aunque no en términos de ingresos (representó menos de un 1% de los globales de ByteDance el año pasado)– es un mercado esencial para el desarrollo tecnológico de China. El año pasado, seis de las 10 apps más descargadas en la India fueron chinas. Hay también un elemento de tecnonacionalismo por parte india que quiere ver desarrollarse una industria autóctona en este campo, que la prohibición está impulsando ante la necesidad de mucho joven –incluidos influencers– de seguir usando este tipo de aplicaciones.
Tras la prohibición de la India a finales de junio, pueden venir otras. El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, ha señalado que EEUU está estudiando un veto similar por amenaza a la seguridad nacional. La Casa Blanca estaría sopesando incluir la app y/o su empresa madre en una “lista negra”, que impediría a la app adaptarse a las sucesivas actualizaciones de los sistemas operativos de Apple y Google, los dominantes, aunque entonces la empresa podría trasladar su sede a Canadá para sortear esa prohibición. Un “efecto cascada” de estos y otros casos socavaría los cimientos de la “Ruta de la Seda digital” que intenta impulsar Pekín en paralelo a otros aspectos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que, entre otras cosas, intenta rodear a la India.
La medida india, más aún si la siguen otras economías, pone en peligro el desarrollo tecnológico de China, lo que se suma a las que está tomando EEUU para frenarlo, con, entre otras, una limitación en las ventas de suministros de semiconductores avanzados, de los que China es dependiente, o el intento de estrangular a Huawei limitando la venta de equipo para las redes 5G en algunos de sus aliados (el Reino Unido, importante, el último). Las apps son un componente creciente de los servicios en red, uno de los campos de competencia centrales entre EEUU, China y, atrasada en esto también, Europa. Son, además, fuente importante de datos para avanzar en la Inteligencia Artificial, incluida la tecnología de reconocimiento facial. Y pesan también a la hora de fijar estándares globales tecnológicos, una carrera en la que China es muy activa. Hay mucho más en juego que una simple aplicación para adolescentes.