Asistimos en los últimos tiempos a un fenómeno que puede parecer insólito: el asalto contra el multilateralismo y la liberalización de los intercambios comerciales, el retorno con fuerza de posturas y políticas proteccionistas. Se produce así la paradoja de que se ataca un factor que ha sido uno de los grandes motores del crecimiento económico y el bienestar en las últimas décadas. Frente a este asalto, se echa en falta una respuesta más contundente de los agentes sociales, en primer lugar de las empresas.
Deberían existir pocas dudas acerca del papel que ha desempeñado el comercio exterior, y su liberalización, como impulsor del crecimiento económico. Quizás la demostración más importante de este papel, por su magnitud, lo tenemos en China. La transformación de China en las últimas décadas, que constituye probablemente la mayor revolución económica de la historia de la humanidad –nunca antes un colectivo tan grande de población ha experimentado una mejora tan intensa en sus condiciones económicas de vida en un periodo de tiempo tan corto, lo que ha permitido sacar de la pobreza a muchos cientos de millones de personas–, se ha basado en dos grandes ejes: la liberalización del sistema económico, con la introducción de elementos de economía de mercado; y la apertura al exterior, a las exportaciones e importaciones, las inversiones extranjeras, las inversiones chinas en el exterior, el turismo, etc.
La correlación entre comercio y crecimiento
A nivel de estudios académicos, son numerosos los que han analizado y demostrado la correlación entre liberalización comercial y crecimiento económico. Un trabajo reciente, por ejemplo, es el de Augusto de la Torre y Alain Ize, “Latin American Economic Growth: Hopes, Disappointments, and Prospects”, recogido en un libro publicado por el think tank Inter American Dialogue. Estos autores analizan en concreto cómo ha evolucionado en las últimas décadas la convergencia de la renta per cápita de los países latinoamericanos con la renta per cápita de Estados Unidos. Su conclusión es que “existe una relación directa entre la capacidad de un país para converger con el PIB per cápita de los Estados Unidos (…) y su participación en los mercados mundiales de exportación”.
De la Torre e Ize estiman “las tasas medias anuales de cambio de la cuota de participación de cada país en las exportaciones mundiales en relación con las tasas anuales de cambio en la convergencia del ingreso per cápita. La estrecha correlación entre ambas variables (…) sugiere claramente que es improbable que la convergencia se materialice en ausencia de un desempeño vigoroso de la exportación”.
Numerosos estudios económicos, desde hace tiempo, han demostrado la correlación entre globalización y crecimiento y prosperidad.
Lo que llama la atención es que este ataque contra el multilateralismo no haya provocado una reacción de oposición más fuerte por parte de muchos sectores de la sociedad. Por ejemplo, de las propias empresas, que son las protagonistas de la actividad económica y son las más conscientes de los efectos positivos del comercio, y las que deberían por ello actuar con energía contra las tendencias proteccionistas.
En un debate celebrado el pasado 4 de junio en Madrid, organizado por Cátedra China y Foro de Foros, con el tema de “Diálogo con grandes empresas chinas en España”, se destacó que era sorprendente la escasa respuesta que se ha registrado hasta ahora por parte de las empresas de Estados Unidos ante las medidas proteccionistas del presidente Donald Trump.
Interacción entre importaciones y exportaciones
Con el desarrollo de las cadenas globales de valor, y la fragmentación de los procesos productivos en diferentes localizaciones, los bienes intermedios utilizados en un proceso productivo entran y salen de los países. Con las cadenas globales de valor, importaciones y exportaciones no son actividades independientes entre sí, sino que en una importante medida están entrelazadas. Si se dificultan las exportaciones mexicanas mediante restricciones o mayores aranceles, ello tiene consecuencias negativas sobre las exportaciones de productos estadounidenses.
Como ha señalado Gary Gereffi, Director del Global Value Chains Center de Duke University, refiriéndose a las importaciones procedentes de México en Estados Unidos, el 40% de su valor corresponde a contenido que ha sido previamente exportado a México por empresas americanas. La cadena de suministro significa que las empresas estadounidenses producen componentes que son enviados a México para ser incorporados en bienes intermedios o productos terminados, como automóviles, y luego regresan a EEUU. “Si un arancel bloqueara la importación de esos productos mexicanos, también restringiría el mercado para las exportaciones estadounidenses a México que forman parte de esa cadena de suministro”.
Las exportaciones canadienses a Estados Unidos, añade Gereffi, incorporan un 25% de componentes que han sido previamente exportados a Canadá por empresas americanas.
Las empresas americanas se ven por tanto directamente perjudicadas por estas medidas proteccionistas. ¿Cómo se explica que el mundo empresarial de Estados Unidos no reaccione con más determinación frente a los arrebatos proteccionistas de Trump?
Tras la Segunda Guerra Mundial, y durante muchas décadas, uno de los pilares básicos del orden económico internacional fue el libre comercio y del multilateralismo. ¿Hasta dónde llegará la nueva ola antiliberal y proteccionista?