Felicidades, Marine Le Pen y Geert Wilders. Hoy estáis de enhorabuena. Pero lo que no sabéis es que mientras celebráis a bombo y platillo vuestra gran boda eurófoba, hay una enorme masa de jóvenes (y no tan jóvenes) dispuestos a aguaros la luna de miel. Le Pen y Wilders lideran el Frente Nacional francés y el Partido de la Libertad holandés, respectivamente. Ambos partidos son, sin duda alguna, extremistas: xenófobos, populistas y ultranacionalistas. Pero si hay algo que les une por encima de todo es el rechazo radical, visceral y total a la idea integradora de Europa.
Decís que queréis acabar con el monstruo burocrático de Bruselas y que es inevitable que la UE se derrumbe (como ha sucedido con todos los Imperios). Lo que, sin embargo, no explicáis muy bien es cuál es vuestra la alternativa a la Unión. Sospechamos que para vosotros, campeones del nacionalismo (qué fácil es unirse contra un enemigo común, ¿verdad?) la época dorada de Europa fueron los años 30. ¿Os imagináis, lectores, el posible eslogan electoral que escogerían los eurófobos? «La UE no vale para nada. Con las guerras y la peste bubónica vivíamos mejor».
Lo peor/mejor es que no os conformáis con ser dos. Queréis contar en vuestra alianza con lacrème de la crème en esto tan de moda (por algunos lares) del populismo antieuropeo. Quienes más os ponen son: el Partido del Pueblo Danés, la Liga Norte italiana, el Partido de los Demócratas Suecos, los independentistas flamencos Vlaams Belang de Bélgica, el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) de Nigel Farage y el Partido de la Libertad austriaco (que llegó a lograr el 20% de los votos en las últimas elecciones nacionales). No hay más que echar un vistazo a los distintos programas electorales de estos partidos para darnos cuenta de que estamos frente a auténticas joyas. La gran paradoja es que vuestra alianza antieuropea es… wait for it… ¡Una forma de afirmar, de hecho, la identidad de Europa y de reconoceros europeos! Queréis uniros (cual tarado europeísta) para que vuestro mensaje nacionalista (yes to borders, yes we can!) sea transnacional. Incluso para negaros mutuamente tenéis que conoceros y poneros de acuerdo. Qué cosas, qué curioso resulta que hasta los eurófobos veáis las cosas con perspectiva paneuropea.
La cuestión principal para todos aquellos que no nos identificamos con sus principios políticos es averiguar cómo chafarles su luna de miel. No tiene por qué ser complicado si hacemos lo que nos pide el cuerpo: apostemos por una mejor Europa, una que funcione y que dé respuestas a los problemas de la ciudadanía. Ahora está de moda el euroescepticismo, y parece difícil remar a contracorriente: Bruselas tiene la culpa de todo, no nos hacen caso, sólo nos imponen condiciones y recortes y estamos en manos de Alemania (o de Merkel, ya directamente). Pero no os dejéis engañar: la crítica no es contra la UE en sí misma, sino contra su (mal) funcionamiento. De hecho, si miramos los datos, la opinión pública española lo tiene muy claro. Según el último barómetro del Real Instituto Elcano, un 68% de la ciudadanía de nuestro país desearía que la UE avanzase hacia una mayor unión política dando lugar a unos eventuales Estados Unidos de Europa.
Los eurófobos se equivocan en el diagnóstico y quieren hacernos caer en su trampa. Quieren tomar las riendas de la UE pensando en capitalizar el voto desencantado que equiparan con antieuropeo, dando por hecho que es mayoría, cuando no es así. Por este motivo, todos los que sí que creemos en el proyecto integrador necesitamos que el resto de fuerzas políticas tomen conciencia de la importancia de tener a la ciudadanía de su lado. Deben decir, sin tapujos, que si no te gusta cómo funciona Europa, puedes luchar por cambiarla, demandando una Mejor Europa, como estamos haciendo nosotros ahora. Frente a la crisis institucional existente, la respuesta nunca puede ser la antipolítica, de naturaleza destructiva y cancerígena. La respuesta es todo lo contrario: más política y mejor política, y más democracia y mejor democracia. Se trata, en definitiva, de que la ciudadanía se sienta representada. Éste es nuestro continente y la UE es nuestro proyecto. El presente es, a pesar de los pesares, el mejor momento histórico que ha vivido Europa (al menos hasta la fecha).
Por tanto, frente a la eurofobia, utilicemos nuestras herramientas, utilicemos el europeísmo crítico que tenemos dentro de nosotros. Luchemos por darle salida a la insatisfacción ciudadana, tomémonos en serio las elecciones del año que viene y no dejemos pasar el tren. En España (¿todavía?) no hemos sido testigos de la llegada del fenómeno eurófobo-extremista, pero en el resto de Europa la situación empieza a ser preocupante. Así, como país europeo libre de populismo eurófobo, debemos liderar la reivindicación democrática ciudadana. Para volver a contar en Europa, debemos ponernos al frente en estas elecciones europeas. Ahora o… ¡Ahora!
(Originalmente en El Huffington Post, 20/11/2013).