La decisión de Arabia Saudí, Egipto, Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) de cortar sus relaciones con Qatar ha desatado las especulaciones acerca de su impacto sobre los mercados de petróleo y gas. El anuncio va mucho más allá de la suspensión de las relaciones diplomáticas y se asemeja más a un embargo, pues implica el cierre de dos puertos clave para Qatar en Emiratos: el puerto de Jebel Ali, del que depende la cadena de suministros comerciales de Qatar; y el de Fujairah, el segundo mayor puerto para bunkering del mundo, con las consiguientes implicaciones logísticas para las exportaciones de petróleo y, en menor medida, gas qatarí.
Tras una primera reacción al alza, el precio del Brent se estabilizó por debajo de los 50 dólares. Qatar produce unos 600.000 barriles diarios de crudo, que sumados a su producción de condensados y líquidos obtenidos de sus campos de gas suponen más de 2 millones de barriles diarios de petróleo. Aunque se trata de una producción apreciable, está lejos de la de Arabia Saudí o EUA, por lo que su impacto en los precios sería menor. No obstante, el cierre del puerto de Fujairah ya está afectando a las exportaciones de crudo qataríes. Es frecuente que los superpetroleros que cargan en el Golfo agreguen cargamentos en terminales de diferentes países, por lo que la exclusión de Qatar supone como mínimo aumentar el coste de las exportaciones de crudo del país.
“El impacto más importante se teme sobre el gas natural, puesto que Qatar es el mayor exportador de Gas Natural Licuado (GNL) del mundo”
El impacto más importante se teme sobre el gas natural, puesto que Qatar es el mayor exportador de Gas Natural Licuado (GNL) del mundo. El país comparte con Irán el mayor campo de gas del mundo, North Field en la parte qatarí y South Pars del lado iraní. Esa realidad estratégica y la proximidad geográfica de Irán han obligado a Qatar a mantener una política más amistosa con Irán que la de otras monarquías del Golfo. Qatar incluso aceptó ralentizar la explotación del North Field para acompasarla a la de South Pars, afectada por las sanciones a Irán, y evitar así la explotación asimétrica del mismo en perjuicio de Irán.
Más allá de un incremento de los costes y perturbaciones logísticas, que sin duda suponen un duro golpe para la economía de Qatar, las exportaciones de gas y petróleo qataríes, básicamente destinadas a los mercados asiáticos, no deberían encontrar grandes obstáculos. Podrían navegar por aguas iraníes y luego cruzar Ormuz por la ruta omaní habitual o, en caso de que Omán se uniese al bloqueo, hacerlo por el sector iraní. Cualquier intento adicional por obstaculizar el paso por Ormuz al gas qatarí conllevaría una fuerte respuesta de clientes asiáticos como Japón, Corea del Sur, China y la India, con los que Arabia Saudí y Emiratos tienen fuertes vínculos energéticos. Menos probable parece un cierre egipcio del canal de Suez a los cargamentos de petróleo o gas qatarí, puesto que el canal se rige por un acuerdo internacional que impide tales prohibiciones salvo en caso de que el país afectado esté en guerra con Egipto.
A corto plazo los efectos seguros consisten en el encarecimiento de las exportaciones qataríes de gas y petróleo y una cierta perturbación de la cadena logística del Golfo Pérsico. Además de las incertidumbres sobre la postura egipcia sobre el tránsito por Suez, falta por ver su actitud hacia las exportaciones de gas qatarí a Egipto. Si éstas fuesen suspendidas podría ocasionar un aumento de los precios de los cargamentos de GNL en el Mediterráneo, al requerir su sustitución por otros suministradores. También hay incertidumbre sobre las importaciones de gas de los EAU procedentes de Qatar a través del gasoducto Dolphin. En caso de suspenderse, Emiratos tendría dificultades para abastecer el aumento estacional en la demanda de electricidad por el uso del aire acondicionado en verano. Ello le obligaría a recurrir a la generación con fueloil y al petróleo nacional, presionando quizá levemente al alza los precios.
“Estos desarrollos geopolíticos no parecen suficientes como para añadir una prima de riesgo significativa a los precios del petróleo”
Por el momento, los efectos de estos desarrollos geopolíticos no parecen suficientes como para cambiar el sentimiento del mercado y añadir una prima de riesgo significativa a los precios del petróleo. Así se ha reflejado en la evolución de los últimos días de los precios del crudo, más sensibles a los datos sobre existencias y el aumento de la producción estadounidense que a un impacto que consideran marginal a corto plazo. A medio plazo, en cambio, las consecuencias dependerán de la evolución de la crisis. Si las medidas se mantienen en el espectro más bajo su impacto será limitado, mientras que si hay una escalada en Ormuz o Suez la prima de riesgo se disparará. En sentido contrario, si la OPEP es capaz de encapsular su acuerdo de recorte de producción con Rusia de la crisis con Qatar, los precios del crudo aguantarán. Pero si por el contrario ésta desbordase en un debilitamiento de la disciplina OPEP (por ejemplo, de Irán, Irak o el propio Qatar), los precios podrían resentirse.
Respecto al gas, ha habido una cierta proliferación de explicaciones conspiratorias para expulsar a Qatar del tablero global del GNL por parte de sus competidores, desde la visita de Trump a Arabia Saudí al papel (una vez más) de los hackers rusos en la crisis. Ambas desconocen que EEUU tiene su principal base aérea de Oriente Medio en Qatar (quizá Trump también, pero no su equipo, que rápidamente pidió suavizar las medidas) y que Qatar acaba de comprar un porcentaje indeterminado pero muy elevado de la petrolera rusa Rosneft. Por ahora y en ausencia de escalada, el riesgo para las exportaciones qataríes de gas parece contenido, y desde luego no parece que por el momento su mayor obstáculo sean las estrategias gasistas estadounidenses y rusas.
En suma, los efectos a corto plazo sobre los mercados del gas y el petróleo pueden ser limitados, dado que el foco de atención está puesto sobre la evolución de la producción no convencional estadounidense. No obstante, acontecimientos como el aislamiento de Qatar por parte de sus vecinos y socios en el Consejo de Cooperación del Golfo, la OPEP y la coalición liderada por Arabia Saudí en Yemen, nos recuerdan la volatilidad geopolítica de un Golfo Pérsico repleto de conflictos potenciales. Y que, en cualquier momento, esas latencias pueden actuar como precursores de crisis mayores y desencadenar nuevas turbulencias en unos mercados energéticos que deberían tender a menores holguras en los próximos años.