La innovación goza de buena salud en el mundo, según el último estudio Global Innovation Index 2019. Ahora bien, el panorama varía sustancialmente entre unas y otras zonas geográficas. Asia y África muestran un gran dinamismo. España y América Latina, en cambio, se estancan o incluso retroceden. Para España se trata de un nuevo toque de atención, confirmado por otros estudios de competitividad internacional, sobre sus carencias y la necesidad de reforzar las actividades dirigidas a promover la innovación.
El Global Innovation Index (GII) –elaborado por tres instituciones de prestigio: la universidad de Cornell, la escuela de negocios INSEAD y la World Intellectual Property Organization (WIPO)– mide el estado de la innovación en 130 economías del mundo, a través de varias decenas de indicadores, que van desde el grado de colaboración entre universidades y empresas, la generación de patentes, las importaciones y exportaciones de alta tecnología, el gasto en software, el gasto en educación, entre otras.
El GII constata este año, como primer dato significativo, el auge del gasto global en investigación y desarrollo, que ha crecido más que la economía global y se ha doblado entre 1996 y 2016. En 2017, el gasto global de los gobiernos en I+D aumentó un 5%, mientras que el de las empresas creció un 6,7%.
Entre las amenazas futuras, una de las más importantes es el proteccionismo, en particular en sectores intensivos en tecnología.
Suiza, Suecia y Estados Unidos encabezan el ranking global de innovación. En general existe un dominio de los países desarrollados. De los 15 primeros países del ranking, ocho son europeos.
Tendencias geográficas de la innovación
Sobre las tendencias de la innovación por zonas geográficas, se pueden resaltar algunos aspectos significativos:
- China obtiene un papel destacado en el puesto 14 (ascendiendo del puesto 17 en 2018), situándose justo por delante de Japón. Es la primera economía emergente en el ranking.
- Destaca la posición de los países asiáticos, en especial entre las economías emergentes. Después de China, el siguiente país emergente en el ranking es Malasia (en el puesto 35), seguido de Vietnam en el 42 y Tailandia en el 43. (Emiratos Árabes Unidos figura en el puesto 36 pero, dado su nivel de renta, es difícil considerarlo una economía emergente).
- Otras economías asiáticas, desarrolladas, figuran asímismo en puestos destacados: Singapur (8), Corea del Sur (11), Hong Kong (13), Japón (15).
- En total, entre los 15 primeros países del ranking, cinco son asiáticos.
- África brilla en términos de su innovación en relación con su nivel de desarrollo. De los 18 achievers (países que obtienen un resultado destacado en relación con su nivel de desarrollo) identificados en el estudio, seis son de África Subsahariana (Kenia, Ruanda, Malawi, Mozambique, Burundi y Sudáfrica).
- Como desgraciadamente es frecuente en los estudios de competitividad, América Latina tiene valoraciones bajas. El primer país latinoamericano en el ranking, como es habitual, es Chile, en el puesto 51, seguido de Costa Rica (55) y México (56). Llama la atención la baja valoración de Argentina, en el 7º puesto del ranking de países latinoamericanos (y 73 global).
Un aspecto interesante del estudio es que analiza el papel de los clusters (conglomerados de innovación) y establece el ranking de los 100 clusters más importantes del mundo. Estados Unidos sigue siendo el país que más clusters tiene (26) seguido de China (18). Se registra un fuerte ascenso de los clusters asiáticos, en especial de los chinos. Guanzhou sube 11 puestos respecto a 2018 y se sitúa en el puesto 21. Hangzhou también sube 11 puestos, hasta el 30.
Un toque de atención para España
La valoración que recibe España no es buena. Se sitúa en el puesto 29 global, perdiendo además uno respecto a 2018. Se encuentra por detrás de Chipre, Malta y la República Checa.
En lo que se refiere a clusters, Madrid se coloca en el puesto 42, por delante de Barcelona en el 44. Ambas ciudades pierden puestos respecto a ediciones pasadas, además.
España puntúa bien en infraestructura y en “sofisticación de mercado” (en la que se incluyen sobre todo aspectos como apertura al comercio exterior, competencia, tamaño de mercado).
Puntúa mal en “instituciones”, como costes de despido o facilidad para empezar un negocio, así como en “sofisticación de los negocios”. Recibe aquí bajas valoraciones en aspectos como colaboración en investigación entre universidades y empresas, importaciones de alta tecnología, entradas de inversión extranjera directa.
En resumen, la innovación avanza en el mundo, eso sí, con ritmos muy dispares entre unas y otras zonas. España, nuevamente, es recordada de sus carencias, y de la necesidad de reforzar sus políticas. Para ello es necesario, en primer lugar, que la innovación sea considerada por los responsables políticos como una prioridad, una prioridad “de verdad”, más allá de la retórica y de las declaraciones fáciles (muy frecuentes pero con escasa proyección práctica).