Durante los últimos 12 meses las milicias de Hizbulah y las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) han mantenido un enfrentamiento armado por encima de la frontera que los separa. A los lanzamientos de cohetes, misiles y drones de Hizbulah, en solidaridad con el conflicto de Gaza, les ha seguido siempre la respuesta artillera o aérea de Israel. En los enfrentamientos se han registrado 505 bajas libanesas y 53 israelíes, tras 1.725 ataques de Hizbulah y 7.633 ataques israelíes, de ellos 2.939 aéreos hasta septiembre de 2024.[1] Israel ha desplazado a unos 68.500 habitantes de 43 comunidades fronterizas a zonas seguras y el gobierno libanés ha hecho lo propio con unos 113.054 desplazados internos.
Mientras disminuye el número de lanzamientos desde Gaza (116 en agosto) aumenta el de los que proceden de Líbano y Siria (1.307 en el mismo mes). Su gran capacidad de almacenamiento y producción permite a Hizbulah mantener un ritmo creciente de lanzamientos y, aunque las defensas antiaéreas israelíes evitan daños mayores, no pueden impedir que se acumulen las alertas antiaéreas (4.191 entre octubre de 2023 y septiembre de 2024, de ellas 572 en agosto) y que los desplazados presionen al Gobierno por su retorno.
El pasado 16 de septiembre de 2024, el primer ministro Benjamín Netanyahu anunció que su retorno sería parte de los objetivos de la guerra con Gaza y, en lo que ha venido a denominar como un “cambio del equilibrio de fuerzas en el norte”, puso en marcha una campaña de ataques contra los militantes, mandos e infraestructuras de Hizbulah en todo el territorio del Líbano. Los medios de comunicación internacionales han recogido ampliamente los ciberataques contra los buscas y walkie-talkies de los primeros y los bombardeos aéreos contra los segundos, mientras que ahora ponen el foco en los ataques aéreos sobre los depósitos y centros de mando instalados bajo edificios civiles. A los primeros 800 blancos atacados el 23 de septiembre han seguido otros tantos al día siguiente, combinando sus efectos militares con la advertencia a los civiles de que se cobijen para no convertirse en objetivos militares. Los ataques ya han causado entre 500 y 600 víctimas, incluidas mujeres y niños y más de 1.800 heridos según el ministro de Sanidad libanés. Las advertencias -y lo que ha ocurrido en Gaza tras las mismas- han provocado el éxodo masivo de población de los feudos de Hizbulah para no convertirse en blancos militares.
El reajuste de fuerzas emprendido por el gobierno israelí rompe con el patrón anterior de enfrentamientos que consistía, por parte de Hizbulah, en mantener una escalada de ataques limitados para mantener abierta la posibilidad de un segundo frente en el norte y, por parte de Israel, en evitar su apertura mientras sus fuerzas armadas combatían en Gaza. Ahora es difícil calcular cuál es el objetivo final y la lógica de cada paso en la escalada. El cambio puede interpretarse como una provocación israelí hacia una guerra abierta, porque Hizbulah no puede dejar sin respuesta un ataque de este calibre, más propio de las primeras actuaciones de un combate abierto que de una escalada bajo control. También puede interpretarse en sentido contrario, porque el gobierno israelí demostraría que el riesgo de un conflicto regional está mucho más lejos de lo que Hizbulah se atreve a arriesgarse en solidaridad con Hamas en Gaza.
Con excepción de la respuesta de abril de 2023, Irán ha mantenido un perfil de actuación indirecta, por lo que le correspondería a Hizbulah determinar si entran en la escalada o se acomodan al nuevo equilibrio de fuerzas. Si lo hace siguiendo el patrón actual de más ataques y a mayor distancia (35 lanzamientos el 23 de septiembre cubriendo la mitad del territorio israelí), mantendría la escalada por debajo del umbral regional, un alivio para el gobierno de Netanyahu y para las Fuerzas de Defensa israelíes porque les permite dominar la escalada sin necesidad de abrir un segundo frente. En sentido contrario, si Hizbulah no cambia de patrón y se entretiene en calcular los riesgos y en reorganizar su cadena de mando, pondrá en riesgo su capacidad de liderazgo entre el resto de los miembros del eje de resistencia como los huzi, las milicias iraquíes o sirias y la propia Hamas que se muestran menos conservadores.
Por su parte, y mientras que la respuesta de Hizbulah no lleve a otro 7 de octubre en el norte, las Fuerzas de Defensa israelíes se mantendrán a resguardo de su lado de la línea azul contra el deseo de los desplazados de ella. Los intercambios de ataques aéreos no generan entre la población israelí el mismo vértigo que la apertura de un nuevo frente cuando todavía se mantiene abierto el de Gaza y el recuerdo del fracaso de la invasión terrestre de 2006 sigue pesando entre los militares. Sin invasión y ocupación no habrá una victoria militar -como tampoco la habrá en Gaza- pero el gobierno israelí podrá distraer la atención doméstica y externa en el día a día de los enfrentamientos, y lejos de preguntarse hacia dónde conducen y la lógica que hay detrás de ellos.
Las escaladas militares deben tener una lógica detrás para avanzar o retroceder en las mismas. La lógica de Hizbulah, su estado final, era la apertura de un nuevo frente. La de Israel parece que es ahora la de aceptar su apertura. Pero más allá de que se abra o no un segundo frente, no parece que exista otra lógica constatada en ambas partes que alargar la guerra y el desgaste… y para eso se necesita que los enfrentamientos no cesen.
[1] Datos a 24 de septiembre de 2024 del Institute for National Security Studies (INSS), Universidad de Tel Aviv, Israel.