Corea del Norte ha vuelto a las andadas. A lo largo de estas últimas semanas, el régimen norcoreano se ha enzarzado en una escalada de tensiones con Corea del Sur. Por supuesto que no es la primera vez que Pyongyang se comporta de esta manera. Pero sí que es la primera vez desde el encuentro entre los líderes de las dos Coreas en abril de 2018, encuentro que debería haber abierto una nueva fase de reconciliación y cooperación. ¿Por qué ha decidido Corea del Norte crear una atmósfera de tensión en la Península de Corea?
Para empezar, recapitulemos las acciones que ha llevado a cabo el régimen de Kim Jong-un recientemente. Hace dos semanas, Pyongyang acusó a Seúl de permitir que grupos de desertores norcoreanos y religiosos mandaran material propagandístico a través de la frontera que separa las dos Coreas. La semana pasada, el régimen norcoreano anunció que cortaba todo tipo de comunicación oficial con el gobierno surcoreano. El fin de semana, Kim Yo-jong, hermana del líder norcoreano Kim Jong-un y que ahora parece estar a cargo de las relaciones intercoreanas, amenazó con devolver tropas norcoreanas a la zona desmilitarizada de Corea, o ZDC, que separa las dos Coreas. El pasado martes, Corea del Norte destruyó la oficina de enlace con Corea del Sur situada en la ciudad de Kaesong. Y ayer mismo, Pyongyang anunció que va a llevar a cabo su amenaza de posicionar tropas en la ZDC, así como en Kaesong y en la montaña Kŭmgangsan.
Para entender estas acciones, hay que centrarse, por encima de todo, en el gran fracaso de Pyongyang a lo largo de estos dos últimos años. En resumen, Kim Jong-un ha sido incapaz de lograr que Estados Unidos acceda a levantar las sanciones que pesan sobre Corea del Norte. Estas sanciones impiden al líder norcoreano mejorar la situación económica de su país, una promesa que hizo a sus ciudadanos poco después de acceder al poder a finales de 2011. Así pues, Pyongyang no ha logrado el gran objetivo por el cual decidió iniciar un proceso diplomático con Washington, al menos de momento.
Es más, hay noticias por parte de fuentes fiables de que la economía norcoreana está sufriendo a raíz del COVID-19 y el consiguiente cierre de la frontera con China. Y también hay noticias que apuntan que el COVID-19 ha afectado a, cuando menos, cientos sino miles de norcoreanos. Esto no va sino a frenar aún más la economía. Y no hay perspectiva de que la situación vaya a mejorar a corto plazo.
El aumento de las tensiones con Corea del Sur permite al régimen norcoreano desviar la atención de su gran fracaso. Dos años después de la cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un en Singapur, este último tiene que hacer olvidar a sus ciudadanos que la prensa oficial del país indicó de manera indirecta que Pyongyang podría mirarse en el espejo de esta ciudad-estado del sudeste asiático. A nivel doméstico, Kim Jong-un necesita que los ciudadanos norcoreanos se centren en la guerra inacabada con Corea del Sur en lugar de en sus penurias económicas.
También en clave doméstica hay que entender otra de las razones principales por las cuales Corea del Norte ha creado tensiones con su vecino del sur. A lo largo de estas últimas semanas, ha quedado claro que Kim Yo-jong es un miembro muy influyente del régimen norcoreano. También parece cada vez más seguro que está a cargo de las relaciones intercoreanas.
Sin embargo, Kim Yo-jong es más conocida como la “cara amable” de Corea del Norte, la persona que en febrero de 2018 se dio a conocer en Corea del Sur como la líder de la delegación de su país que acudió a los Juegos Olímpicos de Pyeongchang. El hecho de que el régimen norcoreano personalice la reciente escalada de tensiones en Kim Yo-jong sirve para demostrar que también puede ser dura con Corea del Sur si es necesario. Corea del Norte ya siguió este esquema en 2010, cuando un par de ataques sobre objetivos surcoreanos sirvieron para fortalecer la imagen de Kim Jong-un a nivel interno.
Por supuesto, también hay que tener en cuenta la coyuntura diplomática de la Península de Corea para entender las últimas acciones por parte de Corea del Norte. En resumen, ni hay negociaciones entre Estados Unidos y Corea del Norte ni se las esperan hasta que se celebren las elecciones presidenciales estadounidenses este mes de noviembre.
Donald Trump no ha mostrado apenas interés en desarrollar el acuerdo que alcanzó con Kim Jong-un en 2018 desde el fracaso de la cumbre de Hanói en febrero del año pasado. No va a mostrar interés alguno antes de las elecciones presidenciales, a no ser que de repente Pyongyang le haga una oferta de desnuclearización inmejorable. Pero Corea del Norte ha dejado claro que primero quiere esperar a ver quién es el presidente estadounidense tras las elecciones.
Entonces, ¿por qué no ha intentado Corea del Norte provocar a Estados Unidos? Porque no puede. Trump ha dejado claro que no va a reaccionar a ensayos de misiles de corto o medio alcance. Realizar un ensayo de un misil balístico intercontinental, no digamos ya un ensayo nuclear, casi seguro que acarrearía nuevas sanciones. Y podría llevar a que tanto Trump como Joe Biden, si este último llegara a ser presidente, decidieran que no merece la pena negociar con Pyongyang durante un largo tiempo.
Sin embargo, Corea del Norte puede poner presión sobre Estados Unidos para que se siente a negociar a través de Corea del Sur. A Moon Jae-in le quedan menos de dos años como presidente, pues por ley no puede presentarse a la reelección. Moon quiere que la mejora de las relaciones entre las dos Coreas sea parte de su legado. Se puede dar por descontado que su gobierno presionará a quien quiera que sea el presidente estadounidense tras las elecciones para que permita exenciones a las sanciones que pesan sobre Corea del Norte, para así permitir que se implanten proyectos de cooperación económica entre las dos Coreas. La escalada de tensiones que estamos viviendo es un incentivo más para que Seúl así lo haga.
En este sentido, Pyongyang también le está mandando a Seúl el mensaje de que no ha cumplido con su promesa de desarrollar proyectos de cooperación económica intercoreanos. Lo cual es cierto. La razón principal es que dichos proyectos acarrearían sanciones económicas para las entidades que los lleven a cabo. Ni el gobierno surcoreano, ni mucho menos las empresas privadas del país van a arriesgarse a recibir sanciones a cambio de una promesa de posible mejora de las relaciones entre las dos Coreas. Seguramente que Pyongyang así lo sepa, pero eso no es impedimento alguno para que le mande un mensaje a Seúl.
Así pues, es de esperar que las tensiones vayan en aumento a lo largo de los próximos días y semanas. Pero probablemente Pyongyang querrá asegurarse de no llegar a un punto sin retorno a corto plazo. De lo contrario, podría llevar tiempo retomar las negociones entre Estados Unidos y Corea del Norte. Porque ambos volverán a sentarse a negociar en algún momento, pero sus negociaciones no irán a buen puerto si las relaciones intercoreanas están en punto muerto. Muy probablemente, habrá que esperar hasta después de noviembre para que la diplomacia de verdad retorne a la Península de Corea.