La semana pasada fue muy significativa porque se anunciaron acuerdos que deberían impulsar las negociaciones en asuntos clave como la lucha contra el cambio climático y la liberalización comercial. El 12 de noviembre, Estados Unidos y China, que juntos emiten alrededor del 45% del dióxido de carbono mundial, se comprometieron, respectivamente, a duplicar el porcentaje de reducción de sus emisiones y a comenzar a reducirlas, como muy tarde, a partir de 2030. Más allá de otras consideraciones, como si el pacto acabará entrando en vigor o si resulta suficiente para limitar el calentamiento global a 2º C, resulta evidente que este anunció servirá de impulso para la próxima cumbre sobre cambio climático, que se celebrará en Lima el próximo diciembre. En esta conferencia cada Estado debería concretar al máximo posible sus compromisos nacionales, para que así pudiesen ser refrendarlos en la Cumbre de París en 2015.
Un día antes, el 11 de noviembre, el presidente Obama había anunciado otro convenio con China para intentar impulsar en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC) un recorte de aranceles para un amplio abanico de productos de tecnologías de la información, como videoconsolas, software informático, semi-conductores de nueva generación, navegadores, etc. Apenas dos días después Estados Unidos alcanzó otro acuerdo con India sobre subsidios alimentarios y barreras burocráticas aduaneras que debería servir para desatascar la Ronda de Doha, que los miembros de la OMC llevan negociando sin éxito desde 2001. Esto implicaría poner de nuevo en marcha el sistema de negociación comercial multilateral, que ha sido relegado por iniciativas bilaterales y regionales en los últimos años.
El papel protagónico de China y la India a la hora de marcar el ritmo de negociaciones en asuntos centrales de la agenda global es un indicio claro de la singular influencia que tienen los grandes emergentes asiáticos dentro de la comunidad internacional. Los actuales líderes de estos países, Xi Jinping y Narendra Modi, están sabiendo capitalizar sus éxitos diplomáticos para reforzar su imagen interna de líderes fuertes y capaces de impulsar su desarrollo interno. Además, la concentración del interés mediático mundial en China, Birmania y Australia, que acogieron la semana pasada la cumbre del Foro de Cooperación Asia Pacífico, la novena Cumbre de Asia Oriental, y la cumbre del G-20, evidencia un creciente peso de Asia-Pacífico como centro de decisión global, pues, incluso en los foros mencionados que son de carácter regional, se toman decisiones que tienen un impacto notable fuera de sus fronteras.
Todo ello, no implica ni mucho menos que debamos enterrar a Estados Unidos como líder mundial. Washington es el único actor que ha estado detrás de todos los acuerdos mencionados anteriormente y se ha visto enormemente beneficiado incluso por iniciativas que ponen el foco en China. Un ejemplo claro es la aprobación de los miembros de APEC, a petición china, para entablar negociaciones tendentes a establecer el Área de Libre Comercio en Asia-Pacífico. Este movimiento ha sido ampliamente interpretado como un éxito diplomático de Pekín, pero no se ha subrayado suficientemente la gran victoria que supone para Estados Unidos. Hay que recordar que desde los orígenes de APEC, Estados Unidos ha estado entre los países que más activamente han abogado por un área de libre comercio en la región, mientras que China estaba entre los que se oponían a este proceso si no venía acompañado de programas sustantivos que favoreciesen que los países en vías de desarrollo también se beneficiasen de su eventual establecimiento. Es decir, Washington ha logrado que Pekín cambie de posición, para asumir la que tradicionalmente ha defendido Estados Unidos, y que se comprometa a impulsar un acuerdo de mínimos para toda la región, del que eventualmente también se beneficiaran los norteamericanos. EEUU, por su parte, puede concentrarse así en liderar un proceso de liberalización comercial más profundo, el Acuerdo Transpacífico (Trans-Pacific Partnership, TPP en sus siglas en inglés), sin que puedan ser acusado por China de intentar excluirlos.
En este punto, puede que ustedes se estén preguntado dónde queda Europa en todo esto… a mí me pasa lo mismo.