La defensa europea se encuentra en plena partida para el relanzamiento de su política de defensa desde que se aprobara su Estrategia Global de Política Exterior y de Seguridad de la UE en junio de 2016. A la partida están invitados todos los Estados miembros que esperan el reparto de cartas para jugarlas de acuerdo a su experiencia previa. Sin embargo, esta vez la partida podría tener reglas nuevas que los jugadores deberían conocer para saber de qué cartas deben deshacerse y cuándo tienen que jugarse el patrimonio.
Las decisiones colectivas no parece que vayan a contar tanto como en el pasado. Aunque siempre se ha buscado, no es fácil reunir una escalera de color que haga ganar a la defensa europea porque siempre falta alguna carta y la partida se alarga en su busca. Siempre ha sido difícil que entraran en el reparto las cartas del Reino Unido o las de Dinamarca, con lo que la defensa europea no ha podido alcanzar su máximo valor (escalera real). Y ha sido más fácil encontrarse con las cartas de países neutrales y pequeños que aportan muy poco valor a la defensa europea.
“Entre los cuartetos que cotizan al alza se encuentra el formado por Francia, Alemania, Italia y España”
Al contrario, en las nuevas reglas de la cooperación estructurada permanente valen más las agrupaciones restringidas de cartas como los cuartetos, tríos y, sobre todo, parejas. Dado que resulta inútil esperar la gran jugada colectiva de la escalera, la defensa europea pretende progresar de la mano –nunca mejor dicho– de algunas cartas de los países que quieren y pueden ir más deprisa que los demás. Entre los cuartetos que cotizan al alza se encuentra el formado por Francia, Alemania, Italia y España, países que siempre han tenido puntuaciones altas para combinarse y que aportarían un núcleo de alto valor a la defensa europea. Sin embargo, ese póker de figuras no se ha ligado nunca desde que se aprobó el Tratado de Lisboa, ni para impulsar la cooperación estructurada permanente ni para delegar en ellos la responsabilidad de llevar a cabo misiones y operaciones concretas a cargo de la UE.
Entre las parejas, la que más valor tiene es la franco-alemana. Es la pareja que ha estado detrás de las iniciativas de resurgimiento de la industria europea de la defensa desde 2002, usando el comodín de la Comisión, y de la Estrategia Global de la UE, resguardándose en este caso tras la alta representante. Ninguna de las dos iniciativas hubiera tenido lugar sin la movilización previa de la pareja dominante, por lo que hay que reconocerle el mérito de su liderazgo. Su elevado valor contribuirá a reforzar el de los tríos y cuartetos en los que participen ambas, así como a las parejas que formen individualmente. Así, y aun cuando el Brexit parecía descartar al Reino Unido de jugar la partida de la defensa europea, las fuertes relaciones estratégicas e industriales que Francia y Alemania mantienen bilateralmente con el Reino Unido hacen pensar que el descarte británico es prematuro.
Todavía no se han hecho públicas las reglas de la cooperación estructurada que se aplicarán a la partida de la defensa europea que se va a jugar, aunque en la Declaración del último Consejo Franco-Alemán de Seguridad y Defensa de julio de 2017 ya aparecen algunos indicios del futuro reglamento de juego. De entrada, la pareja franco-alemana se anota el premio económico que la Comisión va a dar a la industria europea de la defensa, ya que se han concertado para financiar sus grandes proyectos industriales aéreos, terrestres, espaciales y cibernéticos con fondos procedentes del Plan de Acción de la Defensa Europea. El concierto coloca en posición ganadora a sus industrias para competir por los fondos de ayuda a la investigación (90 millones de euros anuales hasta 2020 y 500 millones a partir de entonces) y el desarrollo (500 millones de euros anuales hasta 2020 y 1.000 millones a partir de esa fecha). El acceso privilegiado a la financiación comunitaria desplazará del mercado europeo a gran parte de las industrias europeas y colocará a sus gobiernos en la situación difícil de tener que adquirir con sus presupuestos unos equipos militares que no les generan retornos industriales.
“Cada Estado miembro deberá velar por que su contribución sea proporcionada a sus retornos”
La Declaración franco-alemana revela la lógica del proceso de racionalización del sector industrial de la defensa europea: la pareja está en condiciones de controlar los procesos de planeamiento estratégicos, industriales y militares colectivos. Y aun cuando es cierto que su liderazgo aportará a la UE un mayor margen de autonomía estratégica, no es menos cierto que el resto de Estados miembros también contribuirán a la misma y muy probablemente como contribuyentes netos si no se organizan para evitarlo.
El reglamento de la cooperación estructurada permanente se define en los próximos meses y cada Estado miembro deberá velar por que su contribución sea proporcionada a sus retornos. Si la participación se traduce en una contribución neta, por adhesión y exclusiva, como desean las parejas dominantes –en lugar de una contribución proporcionada, pactada e inclusiva–, es muy probable que sean pocos los Estados miembros que se sienten a jugar la partida de la cooperación estructurada permanente.
Países como Francia o Alemania tienen claro de qué va el juego de la defensa europea y apuestan alto para obtener las máximas ganancias. A países como España les corresponde ahora sopesar el nivel de ambición que desean para el proyecto de la defensa europea con los recursos que precisan aportar y las ventajas que obtienen en el proceso. Expresado el primero por el Gobierno, estar entre los países que quieren ir más lejos en la integración europea de la defensa, viene ahora la responsabilidad de negociar un acuerdo de participación que equilibre nuestras contribuciones de tropas, presupuestos y equipos con nuestra influencia en resultados en los procesos de decisiones estratégicos, industriales y presupuestarios.
Conocidas las reglas, la partida va a dar comienzo: ¡hagan juego!