Del 15 al 16 de julio tuvo lugar la Cumbre del vigésimo aniversario de ASEM en Ulan Bator. La Presidencia mongola de la Cumbre quería que fuera la ocasión de hacer balance de los veinte años de existencia del Proceso y de marcar el camino para la próxima década. Pero las Presidencias proponen y la actualidad se impone. Los buenos deseos iniciales fueron barridos por la realidad de un convulso panorama internacional.
Tres días antes del inicio de la Cumbre el Tribunal Permanente de Arbitraje dio a conocer su laudo sobre la demanda que Filipinas había presentado a propósito de las actividades de China en el Mar del Sur de China. En vísperas de la Cumbre, se produjo el atentado terrorista de Niza y todavía el segundo día de la Cumbre amaneció con la noticia de la intentona golpista en Turquía. Por si ello no bastara, durante toda la Cumbre sobrevoló la preocupación por el Brexit y sus efectos sobre la economía mundial.
La SOM (Senior Officials Meetings) preparatoria de la Cumbre, que tuvo lugar los días 12 a 14 de julio, fue muy bronca. La situación en la Península Coreana y el Mar del Sur de China dominaron los debates y dieron lugar a larguísimas sesiones negociadoras que se prolongaron hasta altas horas de la madrugada. Hubo algún momento en que pareció que sería la primera Cumbre en la que no habría Declaración de la Presidencia. Sin embargo, el buen hacer de los coordinadores del grupo europeo y del grupo NESA y la conciencia de que la falta de Declaración en la Cumbre del vigésimo aniversario sería un fracaso colectivo, hicieron que en las primeras horas del 15 de julio se alcanzara un texto de consenso.
Contra los pronósticos iniciales, la Cumbre en sí no fue áspera. El Brexit y el terrorismo planearon sobre los debates, pero el Mar del Sur de China no se convirtió en el tema de disputa que se esperaba. El laudo arbitral ha modificado los parámetros y ha prevalecido la prudencia, en espera de que las partes digieran su contenido. De pronto la perspectiva de que las partes involucradas entablen un diálogo bilateral que desbloquee la situación, ya no parece imposible.
Tal vez la Cumbre no hablara tanto de la próxima década de ASEM, como hubiera sido deseable, pero sí que dejó claras algunas líneas de cara al futuro:
- La conectividad, entendida en sentido amplio (infraestructuras, conectividad digital, relaciones entre sociedades civiles…), se consolida como el núcleo de los trabajos de ASEM. Tal vez, después de años de exploración sobre cuál debía ser la identidad de ASEM, el Proceso haya encontrado su razón de ser: convertirse en el motor de la conectividad euroasiática.
- Aunque no tenga una posición tan central en las actividades de ASEM, el terrorismo es una preocupación creciente para los países ASEM y es posible que en los próximos años veamos proliferar la cooperación en este campo.
- Mantenimiento del carácter informal del Proceso. La propuesta inicial mongola de crear un Centro de Coordinación fue finalmente rechazada. No se quieren crear nuevas burocracias.
- Mayor participación de los actores sociales. Se abre el paso a la creación de sendos foros ASEM de juventud y de empleo y se expresa el deseo de que los participantes sociales en el Proceso estén más imbricados en el mismo. Se considera que la involucración de la juventud en el Proceso ASEM es la mejor garantía de su perdurabilidad.
- La celebración de la Cumbre en un momento de tantos cambios en la actualidad internacional ha servido para realzar el papel de plataforma de diálogo político que tiene ASEM. Además de los plenarios y del retiro, en los que los líderes mandan su mensaje, ASEM da ocasión a que se mantengan numerosos encuentros bilaterales de alto nivel. Más de ochenta en esta ocasión.
Finalmente habría que subrayar que acaso la Presidencia mongola no haya conseguido sacar adelante todos sus objetivos en esta Cumbre, pero el objetivo de presentarse al mundo como un país moderno y capaz de jugar un papel de punto de encuentro internacional, sí que lo ha conseguido.