El mapamundi de la corrupción internacional en 2015 elaborado por Transparencia Internacional muestra una América Latina dominada por los tonos rojos. Según los criterios de su Índice de Percepción de la Corrupción, y en una escala de 0 a 100, el rojo aparece por debajo de los 50 puntos y se intensifica a medida que se aproxima al 0. Sin embargo no se trata de una excepcionalidad latinoamericana, ya que comparte tonalidades semejantes con África y Asia, otros dos continentes seriamente afectados por el mismo fenómeno.
Como no podía ser de otra manera, dada la heterogeneidad regional, este año hay noticias buenas para algunos países, malas para otros e intrascendentes para los demás. En líneas generales no hay cambios pronunciados en prácticamente ningún caso, teniendo en cuenta que salvo acontecimientos excepcionales las percepciones sociales no mutan fácilmente. Pese a todo, la buena noticia es que el tema de la corrupción se ha situado en la agenda pública de muchos países, comenzando por Brasil, Chile y Guatemala, y comienza a ser objeto de discusión en los medios, la calle y los parlamentos.
A esto hay que agregar las masivas manifestaciones populares que en Guatemala, Honduras o Brasil dieron cuenta del hartazgo de unas sociedades que veían impotentes el enriquecimiento abusivo de algunos de sus políticos y empresarios a través del desvío de fondos públicos. Esto implica que en algunos casos la impunidad absoluta comienza a ser cuestionada y la gente exige el castigo de los responsables.
¿Qué dicen las cifras sobre el posicionamiento de los distintos países latinoamericanos? Un año más, las naciones percibidas como menos corruptas son Uruguay (ocupa el puesto 21 de 167 países con 74 puntos), Chile (23, 70) y Costa Rica (40, 55). Son los tres únicos que aprueban con una nota superior a cinco. En el extremo opuesto, los países más corruptos de la región son Venezuela y Haití, que comparten el puesto 158 con sólo 17 puntos. La Tabla 1 da cuenta detallada de todos los casos. Entre los más destacados podemos citar a Cuba (56, 47), Brasil (76, 38), Colombia (83, 37), Perú (88, 36), México (95, 35) y Argentina (107, 32).
Las caídas más importantes respecto al año anterior son las de Brasil, que baja cinco puntos respecto a 2014 y pierde siete posiciones; Guatemala, menos cuatro puntos y ocho posiciones y Chile, menos tres puntos y dos posiciones. Argentina también perdió dos puntos aunque se mantuvo en la posición 107. En una situación opuesta se encuentra Paraguay, que subió tres puntos y 20 posiciones, probablemente por las medidas adoptadas para facilitar las inversiones.
El caso Petrobras en Brasil ha ocupado el centro de la escena informativa y el accionar de la justicia se esgrime como una fuerte palanca de regeneración en un contexto dominado por el descrédito generalizado de los políticos. La desafección del PT por parte de sus seguidores y simpatizantes ejemplifica este punto, y más si se tiene en cuenta el papel central que ha jugado el partido de Lula da Silva y Dilma Rousseff en el sistema político brasileño.
Mientras en Chile las acusaciones contra el hijo y la nuera de la presidente Bachelet, y en torno a la financiación ilegal de casi todos los partidos políticos llenaron de sospechas a una sociedad que hacía gala de su honradez, en Guatemala la destitución del presidente Otto Pérez Molina y de la vicepresidente Roxana Baldetti dio buena cuenta de la capacidad de presión de la movilización popular.
Pese a los enjuiciamientos en marcha y a la detención de algunos personajes otrora considerados intocables, la región necesita profundas reformas institucionales para poder avanzar de un modo continuado en la lucha contra la corrupción y para dotar de mayor transparencia al conjunto de las instituciones públicas.