La contraofensiva de Ucrania: y en eso llegó Prigozhin

Camiones militares y civiles frente al edificio de la sede del Ministerio de Defensa ruso durante el motín militar de Y. Prigozhin y el Grupo Wagner en Rostov (Rusia) el 24 de junio de 2023.
Edificio de la sede del Ministerio de Defensa ruso durante el motín militar de Y. Prigozhin y el Grupo Wagner en Rostov, Rusia (24/06/2023). Foto: Fargoh (Wikimedia Commons / CC0)

La noche del 23 al 24 de junio es una de las más cortas del año y, para hacerla aún más corta, se encienden hogueras para carbonizar las frustraciones del pasado inmediato. Lejos de la línea del frente de Ucrania, donde se libran combates en la contraofensiva de primavera, la rebelión del jefe de la compañía privada Wagner prendió otra hoguera en la que quiso quemar a las autoridades militares rusas y a su presidente Putin por su nefasta conducción de la operación militar especial contra Ucrania. La rebelión no fue para librar a Rusia del mal gobierno y de la falta de libertades que padecen, lo que habría tenido un efecto revolucionario, sino un acto desesperado del líder contratista para alcanzar una salida personal digna frente a sus mercenarios y seguidores rusos.

El ministro de Defensa y el Alto Mando militar encontraron hace unos meses la forma de librarse de un personaje que se había convertido, sin pasar por las Academias Militares, en un líder militar popular y crítico con la conducción oficial de la guerra. Para hacerlo, obligaron a regular todas las fuerzas mercenarias y las unidades de voluntarios antes del 1 de julio, lo que ponía fin a la autonomía de la que habían gozado Prigozhin y los mercenarios del Grupo Wagner (en adelante Wagner) y las Fuerzas Armadas recuperaban el control del teatro de operaciones.

Para evitar su irrelevancia, Yevgueni Prigozhin podría haber retirado sus mercenarios del frente ucraniano, pero muchos de ellos, reclutados en prisiones o rescatados de la marginalidad, necesitaban combatir en el frente para reintegrarse a la vida social, por lo que no era una solución válida. También podía regularizar la presencia de sus fuerzas en el frente, pero eso relegaba su notoriedad como caudillo militar y espoleaba la de sus rivales militares, por lo que tampoco era una salida posible. Atrapado entre obedecer o hacerse notar, Prigozhin apostó por inmolarse a lo grande, echando un pulso a las autoridades militares del frente y a las políticas de Moscú.

Tardó apenas unas horas en poner en marcha la ocupación de una ciudad de la dimensión de Rostov y hacer marchar a sus unidades por la autopista más corta hacia Moscú. La sorpresa, no fue tanto que lo planeara porque parece que los servicios de inteligencia occidentales –y lógicamente los rusos–, detectaron el tráfico de mensajes, sino que sus movimientos improvisados se ejecutaran sin encontrar ninguna oposición militar o policial digna de mención. Las Fuerzas Armadas y las de seguridad no fueron capaces de reaccionar por su cuenta ni sus mandos los lideraron para ello, por lo que Prigozhin estuvo a punto de encabezar lo que podía haber sido una revolución impensable dentro de la Federación Rusa. Pero en lugar de consumar su intentona, paralizó el avance hacia Moscú a cambio de su exilio en Bielorrusia y la indulgencia para sus mercenarios.

Como han sabido todos los caudillos militares que han avanzado hacia Moscú, lo peor viene después, cuando los dirigentes y fuerzas rusas recobran fuerzas y pasan al ataque.

Prigozhin ha perdido su lugar entre los oligarcas que cortejan a Putin y el largo brazo de sus sicarios le alcanzará donde se encuentre, sea en la Bielorrusia de Lukashenko, si éste le mantiene la protección actual, o en cualquier otro lugar donde el desterrado intente pasar desapercibido. Queda por conocer el futuro de los contingentes de Wagner desplegados por el mundo, que proporcionan un gran servicio a la política exterior del Kremlin sin necesidad de papeles que formalicen su compromiso. El de las tropas que continúan en el frente ucraniano parece más claro: continuarán combatiendo y lo harán con preferencia en aquellas operaciones más arriesgadas hasta que paguen por el perdón con sus vidas.

Es pronto para saber las repercusiones de la asonada de Prigozhin sobre la contraofensiva ucraniana en curso, pero, de momento, ha proporcionado un baño de optimismo a quienes esperan lo mejor de la misma. Tanto la población, como sus dirigentes de Ucrania, como las poblaciones y dirigentes que los apoyan tienen grandes expectativas en los resultados de la esperada contraofensiva de primavera; expectativas generadas por los buenos resultados de las de otoño de 2022 y el refuerzo de las unidades ucranianas con material pesado y ofensivo occidental de los últimos meses. El equipamiento y adiestramiento para la ofensiva presagiaba unos resultados más eficaces que los conseguidos hasta ahora, pero lo que parecía que iba a ser una contraofensiva fulminante y decisiva para romper la línea del frente, se ha ido tornando en una sucesión de ataques a lo largo de la misma sin avances territoriales importantes.

Mientras los mandos ucranianos mantienen el optimismo sobre la contraofensiva y sus aliados preservan su confianza en la estrategia militar ucraniana, el éxito no llega, o no llega de la forma que lo hizo en el otoño pasado, con lo que el entusiasmo se enfría y se contagian las dudas. El Alto Mando ucraniano ha evitado concretar fechas, lugares y objetivos para preservar la sorpresa y la libertad de acción, así como restringido el acceso de los medios de comunicación a las zonas de ataque. La falta de información permite mitigar el daño de las noticias desfavorables a corto plazo, pero alimentan las especulaciones sobre lo que está ocurriendo en el frente.

A lo mejor la estrategia elegida por los responsables ucranianos no es del tipo que se espera desde Occidente y prefieren llevar a cabo una estrategia de tanteo a lo largo de todo el frente, sostenida a lo largo de varios meses y a la espera de una oportunidad para atacar con sus principales reservas sobre el punto más favorable que encuentren. Es una estrategia conservadora, en la que lo importante es no fracasar sobre el terreno para mantener la expectativa entre propios y aliados de que Rusia se mantiene a la defensiva y que puede perder. Esta estrategia conservadora ha sido la ganadora de la no-revolución de Prigozhin porque ha evidenciado la fragilidad de la cadena de mando política y militar de las fuerzas rusas que invaden Ucrania y su dificultad para encauzar la disidencia cuando ésta cuenta con fuerza y apoyo militar. Las noticias que llegan de Rusia alimentan la confianza en las posibilidades de Ucrania y restan optimismo sobre las de Rusia. En la noche más corta del año, la supremacía del presidente Putin y su oligarquía estaban a salvo mientras la contraofensiva ucraniana trataba de abrirse camino cuando… en eso llegó Prigozhin.


Tribunas Elcano

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