A principio de 2013, el General Valery Gerasimov –Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia y viceministro de Defensa– argumentaba en los siguientes términos la importancia del uso del ciberespacio en la nueva estrategia diseñada por el gobierno de Moscú para hacer la guerra:
“Luchar una guerra sin lucharla: uso de la información, redes sociales virtuales, campañas de desinformación y engaño”.
A finales de 2016, el FBI y el Department of Homeland Security hacían público un informe donde acusaban al Kremlin de haber ordenado y ejecutado la ex filtración de los correos electrónicos de la candidata demócrata Hillary Clinton y otros miembros de su partido, así como su posterior publicación durante la carrera electoral hacia la Casa Blanca. Haciendo uso de algunas de las técnicas descritas por Gerasimov, el objetivo de Moscú –tal y como ha concluido el Presidente Obama– era influir en el resultado de las pasadas elecciones estadounidense. En este sentido, el presidente electo Donald Trump ha mostrado su airado desacuerdo con las conclusiones de las agencias de inteligencia del país las cuales considerada interesadas.
Sin embargo, no cabe duda de que durante la administración Trump la seguridad y defensa en el ciberespacio seguirán ocupando un lugar importante en la agenda política de Washington. En este sentido, el vicepresidente electo Mike Pence ha asegurado que Trump ejecutara durante los primeros días de su mandato “un conjunto de acciones para luchar contra los ciberataques y proteger a los ciudadanos estadounidense de las amenazas cibernéticas”. No será fácil pero Washington deberá afrontar una nueva etapa en la ciberguerra que se libra desde hace décadas ya que son cada vez más los actores –estatales y no estatales– que disponen de cibercapacidades de primer nivel. En este sentido, el senador John McCain se ha mostrado muy crítico con la administración Obama acusándola, al igual que Trump, de improvisar ante los diferentes ciberincidentes –filtraciones de Snowden, ciberespionaje chino, ciberataques desde Iran, etc.– que han acontecido durante los dos mandatos del Partido Demócrata. Es por ello que McCain reclama una nueva Estrategia Nacional de Ciberseguridad, acompañada de un conjunto de políticas, que permitan mejorar la seguridad y defensa del ciberespacio estadounidense. La reestructuración del US Cyber Command y su posible segregación de la NSA, la mejora en la coordinación cibernética entre las diferentes agencias de inteligencia del país y el progreso de la colaboración público-privada en materia de ciberseguridad son algunos de los desafíos a los que deberá enfrentar la administración Trump.
En definitiva, ahora más que nunca los estadounidenses son conscientes de que el ciberespacio es una dimensión configurada para ejercer poder. El presidente electo Trump tiene ante sí el reto de consolidar el sistema nacional de ciberseguridad estadounidense con el objetivo de preparar al país para la ciberguerra del futuro donde los ciberataques, la difusión de noticias falsas y las filtraciones interesadas tendrán un papel relevante.