Ni la historia de Túnez independiente ni la de su reciente revolución pueden entenderse sin el papel central que ha desempeñado la Central sindical única, la UGTT. Nadie puede negar a los jóvenes su protagonismo decisivo en la caída de Ben Alí. Jóvenes de todas las clases sociales, convocados a través de Facebook, lograron organizar movilizaciones en la capital que acabaron con la dictadura. Pero es casi seguro que no hubieran logrado su objetivo sin la acción en una retaguardia activa del sindicato. Los mítines y manifestaciones convocados por la UGTT se sucedieron desde fines de diciembre de 2010 en las 22 uniones regionales, desembocando en las tres huelgas generales del 12 de enero en Sfax, la segunda ciudad industrial del país, el 13 en Kairauán y el 14 en los cuatro distritos de Túnez capital.
En el relato que nos hacía Mohamed Msalmi, secretario regional del sindicato en Ben Arous, la principal zona industrial del país, junto a la capital, el 2 de abril, los sindicalistas se sumaron a la revolución ocupando fábricas y locales, exigiendo la abolición del trabajo precario. Tras la partida de Ben Alí, la Central se convertirá en un apoyo clave para el presidente interino, Fouad Bouazza, aunque crítico, pues le presionará con nuevas huelgas como la de Sfax el 26 de enero con más de 100.000 participantes y con su apoyo a manifestaciones masivas frente al palacio del gobierno (Kasba), para acabar con los restos del partido benalista.
La UGTT ha sido esencial para que la revolución adquiera la dimensión social y geográfica que ha llegado a tener. La lucha por mejores condiciones laborales ha sido un elemento clave, pese a los riesgos en una situación económica tan tensa y tan frágil como la tunecina, con el freno al turismo que ha traído consigo. En los primeros veinte días más de 12.000 obreros pasaron de interinos a fijos, logrando aumentos salariales de hasta el 20 y 30 %. En Ben Arous el propio sindicato se sintió desbordado organizativamente pues sus afiliados pasaron de 10.000 a 27.000.
La UGTT ha estado, pues, detrás de todo lo ocurrido en estos tres meses desde la huida de Ben Alí, formando parte sus militantes de los Comités de Defensa de la Revolución que han aflorado en todos los rincones del país. Pese a que la mayoría de su dirección central era pro-régimen, las direcciones regionales estaban integradas por militantes de partidos de izquierda y han logrado imponer su autonomía. La burocracia central del sindicato acabó plegándose a las regiones, que impusieron sus objetivos de cambio.
A lo largo de toda la historia de Túnez la UGTT ha sido un actor de primera fila, compañero de luchas y de construcción del nuevo Estado del partido desturiano, pero a la vez ha vivido en permanente combate con el partido para defender su autonomía, sufriendo todo tipo de presiones, imposición de direcciones, cooptación o represión de sus dirigentes, convirtiéndose en un elemento crítico al que el partido dirigente siempre trató de domesticar y de servirse de él para recibir su apoyo en los procesos electorales que le aseguraron el monopolio del poder desde hace más de medio siglo.
Hoy día, que el partido ha sido disuelto, el papel de la UGTT en las próximas elecciones aparece como una incógnita, pues su apoyo será reclamado por los diferentes bloques aún en formación, sobre todo por aquellos integrados por partidos de izquierda que usaron al sindicato como refugio protector durante la larga dictadura. Dado el papel crítico contra el RCD que la UGTT ha demostrado a lo largo del proceso revolucionario, no es probable que se decante a favor de ninguno de los nuevos partidos, como Al Watan (La Patria) o Al Mubada (La Antorcha) que se han constituido recientemente por antiguos barones del expartido dominante y que, coaligados o no, concurrirán a las elecciones convocadas para el 24 de julio. Tampoco es previsible su apoyo al partido islamista Nahda, hacia el que ha manifestado un cierto rechazo dado el ideario laico de la central. Cabe que se decante por alguno de los frentes constituidos entre partidos de izquierda, como el “14 de enero”, o por constituir por partidos como Ettajdid, el PDP o el Congreso por la República, aunque si esto resulta así será sólo a nivel local o de regiones donde la dirección esté controlada por militantes de esas formaciones. Pero la diversidad de posicionamiento entre sus secciones locales puede abrir la puerta en el futuro a la desintegración de la Central, en un Túnez plural en el que la libertad sindical se imponga.
No le faltarán enemigos a una Central sin lazos ya con un partido dominante o único y que ha promovido en estos días de revolución la revuelta social, obligando a no pocos empresarios a fuertes concesiones salariales, a admisiones masivas de trabajadores en precario, provocando el cierre de muchas empresas. El milagro tunecino empezará –ha empezado ya- a hacer aguas, pues estaba construido sobre la precariedad en el trabajo y la miseria de buena parte de la población del interior del país. Al gobierno que salga de las urnas le competerá, junto con la tarea constituyente, lograr unos pactos como los de la Moncloa que permitan estabilizar la democracia y crear un clima de diálogo social entre todas las fuerzas políticas y económicas. Algo que costará, dada la atomización de la escena política y su elevado grado de ideologización.