Como parte del proyecto sobre Narrativas de la ayuda donde se exploran los fundamentos políticos de la cooperación internacional, el Real Instituto Elcano y la Fundación Ramón Areces celebraron, los días 30 de noviembre y 1 de diciembre de 2020, el seminario online “Una nueva narrativa para la ayuda al desarrollo”.
El seminario tuvo como objetivo establecer una conversación sobre nuevos argumentos –adicionales a los de la solidaridad global y los compromisos internacionales– que se podrían sumar a la narrativa sobre la pertinencia de la ayuda.
La tercera sesión, el día 1 de diciembre, consistió en una mesa redonda, titulada “La ayuda y el sistema multilateral en la era post-COVID-19”, a la cual asistieron representantes de los principales partidos políticos, miembros del cuerpo diplomático europeo, expertos y académicos.
La mesa redonda fue moderada por Charles Powell, director del Real Instituto Elcano. Participaron como panelistas Rafael Vilasanjuan, director de Análisis y Desarrollo Global en el Instituto de Salud Global Barcelona, Stefano Manservisi, antiguo director General del Departamento de Cooperación Internacional y Desarrollo de la Comisión Europea, y María Solanas, Gonzalo Escribano, e Iliana Olivié, expertos en género, energía y cambio climático y, cooperación al desarrollo, respectivamente, del Real Instituto Elcano.
La sesión tuvo por objetivo hacer un balance del estado del sistema multilateral para dar respuesta a la actual crisis y, comprender el papel que desempeñan, y que podrían desempeñar, la Unión Europea y España en el sistema multilateral. Este post resume algunas de las principales ideas de la mesa redonda.
Retos
El contexto en el que, en el siglo XX y tras dos guerras mundiales, se crearon las Naciones Unidas, ha cambiado. Las necesidades del sistema multilateral ya no son las mismas y, si bien hay instrumentos de respuesta ante escenarios de riesgo, es necesario construir mecanismos que generen una respuesta global mucho más rápida.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha actuado con lentitud durante la pandemia. Existe también la percepción de que lo ha hecho primando los intereses de los actores más poderosos y no de intereses estratégicos compartidos.
La Unión Europea es el único de los tres grandes actores (China, Estados Unidos y la UE) que tiene presencia, como donante, en todos los países del mundo. Sin embargo, y a diferencia de China o Estados Unidos, no capitaliza esa presencia en una verdadera masa crítica desde el punto de vista político.
España comparte varios de los retos y particularidades de la región europea, en su forma de abordar e integrarse en el sistema multilateral. Por lo general, y a diferencia de otros socios europeos, se ha caracterizado por una cierta timidez, y su papel ha sido el de policy taker, a pesar de no ser un donante menor sino uno de los principales contribuyentes al presupuesto europeo de desarrollo.
Potencial de España en el sistema multilateral
La crisis generada por la pandemia del COVID-19 pone de relieve los cambios que necesita la cooperación clásica y, los costes sociales que pueden tener las crisis globales. Por este motivo, los sistemas multilaterales deben reconfigurarse como lo hacen otros sistemas (como, por ejemplo, el sistema financiero internacional) ya que sus acciones influyen en la seguridad global.
Los consensos sobre el papel de la ayuda son fundamentales, y deben ir más allá de las legislaturas. En materia de salud, dichos consensos son imprescindibles para la vacunación masiva dentro y fuera de España, puesto que una crisis prolongada en un socio económico tendrá efectos sobre el país. Piénsese, por ejemplo, el impacto que tendría en España una vacunación tardía en Marruecos o América Latina.
Ahora bien, la reconfiguración del sistema multilateral debe considerar también otras crisis, como la climática. De tal manera, la narrativa sobre la transición energética tiene que estar en el centro de la discusión. Se deben abordar los retos en términos de transición energética justa, y apoyar a los mercados interconectados teniendo en consideración los costes en carbono que supone la deslocalización productiva. Es decir, la narrativa sobre la transición energética no puede desligarse del fenómeno de las cadenas globales de valor.
En términos de agenda climática, España ha demostrado un papel de liderazgo que se reflejó en la Conferencia de las Naciones Unidas Sobre el Cambio Climático en 2019, COP 25. Según la ONU, los países que acogen este tipo de convenciones tienen más facilidades de adoptar la agenda climática, alinear intereses y poner bienes públicos globales a disposición de la sociedad.
Sin embargo, no hay que olvidar que la decisión de realizar la COP 25 en España sucedió de manera abrupta y, las políticas ambientales deben ser constantes y decisivas más que pasivas, como ocurre, por ejemplo, en la agenda del agua; recurso que empezará pronto a escasear en la península ibérica.
En materia de igualdad de género, España cuenta con dos décadas de trayectoria y cierta capacidad de conformar consensos y alianzas, así como de liderar algunas iniciativas en los ámbitos multilaterales, como Naciones Unidas. En el ámbito de la UE, los Planes de Acción para la Igualdad de Género en la Acción Exterior (GAP, por sus siglas en inglés) han contado, desde el primero aprobado en 2010, con la impronta española, recogiendo algunas prioridades claves como la relativa a Mujeres, Paz y Seguridad.
La ayuda española es, en su mayoría, multilateral y, más concretamente, canalizada vía instituciones europeas. A pesar de ello (y del peso de España en el volumen de fondos europeos), en este el ámbito España ha mantenido un discurso más bien reivindicativo, insistiendo en la necesidad de mantener o reforzar la cooperación al desarrollo con los países de renta media; un objetivo que en general no es compartido por sus socios europeos y ceñido a un aspecto concreto (la distribución geográfica de la ayuda) del conjunto de misiones y visiones que deberían definir la ayuda europea como política.
Con la salida del Reino Unido de la Unión Europea, queda un vacío de liderazgo en términos de definición de políticas y narrativas europeas; una oportunidad para que España pueda consolidar su posición en el sistema multilateral.
En definitiva, en el nuevo contexto de múltiples actores estatales y no estatales, las relaciones internacionales ofrecen un espacio para construir alianzas entre los gobiernos y la sociedad civil. Por este motivo, es necesario crear escenarios dinámicos de co-creación inclusiva en los que, en diversos ámbitos, serán decisivas las alianzas público-privadas. Para ello, los actores miembros de los sistemas multilaterales deben estar dispuestos a ceder o compartir su poder dentro del sistema, en estructuras más horizontales en la toma de decisiones.