Aunque se haya alejado el fantasma de una posible ruptura del euro y las primas de riesgo de los países de la periferia del euro se hayan reducido, la recesión continúa. De hecho, el conjunto de la zona euro (Alemania incluida) ha entrado en recesión y los países del sur parece que tendrán un 2013 devastador en términos de crecimiento y empleo. Si a esto sumamos que cada vez se acumula más evidencia empírica sobre que la austeridad no sirve para el crecimiento porque no existe la “austeridad expansiva”, cada vez se escuchan más voces que vaticinan un inminente cambio de tendencia en las políticas de ajuste en Europa. Incluso se sugiere que ahora que Alemania está notando cómo le afecta la recesión de sus socios comerciales del sur (vía menores exportaciones) podría impulsar políticas expansivas e incluso aceptar que el BCE hiciera una política más acomodaticia para depreciar el euro.
Sin embargo, es muy poco probable que esto suceda. La austeridad viene impuesta a Europa desde Alemania no como una receta económica, sino como una estrategia política. Las élites políticas en Alemania son perfectamente conscientes de que los recortes de gasto público reducen el crecimiento (aunque haya un debate sobre en qué cuantía), pero también saben que los gobiernos de los países del sur solo recortarán sus estados del bienestar y profundizarán en las reformas estructurales si siguen con la soga al cuello; es decir, si no crecen. Por eso, siempre y cuando crean que el riesgo de ruptura del euro está lejos, preferirán mantener la presión sobre los países del sur aún a costa de sufrir ellos una leve recesión. Y sólo cuando el euro esté en peligro, aflojarán un poco la tensión como ya han hecho algunas veces en los tres últimos años. Esto nos lleva a la conclusión de que para que los países acreedores del norte acepten relajar las políticas de austeridad y aceleren la consecución de la unión bancaria y fiscal (que ahora avanzan a cámara lenta) las cosas todavía se tiene que poner peor; es decir, las tensiones financieras (mayores primas de riesgo) y políticas (auge de partidos antieuropeistas) tiene que aumentar.
Mientras esto no ocurra, seguiremos avanzando hacia lo que Ulrich Beck llama en su último libro la Europa alemana, donde Alemania es más un imperio accidental que no quiere ejercer el liderazgo de un IV Reich que impone sus mandatos. A los ojos de la mayoría de la opinión pública alemana y sus políticos, la actual coyuntura de crisis en el sur de Europa ofrece una oportunidad única para forzar en todos los países de la zona euro (Francia incluida) la adopción de reformas que harán a la economía europea viable en la globalización (aunque sus poblaciones se empobrezcan y su confianza en la Unión Europea se debilite). Es por ello que no dejará pasar esta oportunidad tan fácilmente. Y es por eso que la austeridad va a continuar.