Desde la perspectiva de la política internacional, 2017 viene cargado de incertidumbre. El lenguaje y los usos “diplomáticos” de la administración Trump depararán acontecimientos de gran intensidad. Y si bien América Latina no es una prioridad de su política exterior es evidente que sus efectos repercutirán en todo el hemisferio, comenzando por México, uno de los objetivos favoritos de la Casa Blanca.
En realidad, por no estar, prácticamente no está nombrado ninguno de los responsables de América Latina, no sólo en el Departamento de Estado, sino también en la DEA, el Departamento del Tesoro o incluso el Consejo de Seguridad. Pese a ello, es evidente que cualquiera sea el rumbo que adopte el gobierno de Trump hacia la región éste afectará a la política latinoamericana de España. Por eso, cuanto más alerta se esté y cuánto más estudiados estén los posibles escenarios y las alternativas disponibles, mejor.
Junto a la incertidumbre proveniente de Washington la política española tiene otros condicionantes, comenzando por los cambios políticos y la complicada coyuntura económica en algunos países de la región y continuando por la relación birregional euro latinoamericana. Si en el primer caso habrá que seguir redefiniendo ciertas agendas bilaterales, en el segundo una de las prioridades de España es mantener su apoyo a las negociaciones entre la UE y Mercosur y convencer a los socios comunitarios de la necesidad de cerrarlas cuanto antes. La especial relación que se ha establecido con la Alianza del Pacífico nos lleva a respaldar aquellas iniciativas regionales que procuren su convergencia con Mercosur.
México, y el trato que se dispense a la enorme colonia mexicana en EEUU y también a la comunidad latina, será un tema endiablado. La eliminación de la versión en español de la web de la Casa Blanca ha provocado la reacción del gobierno de Mariano Rajoy, acompañada de un creciente malestar del mundo político y también de la opinión pública españoles. La inminente construcción del muro fronterizo y las duras negociaciones comerciales en torno al futuro TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) nos obligarán a tomar partido.
Los vínculos hispano–mexicanos y las cuantiosas inversiones españolas, reflejadas en las miles de empresas hispanas allí presentes, deberán ser tenidos en cuenta. Algo similar se podría decir en la eventualidad de un posible apoyo regional latinoamericano a México, lo que no sería en absoluto descartable en un futuro mediato.
Otro temas conflictivos de la agenda latinoamericana del segundo gobierno Rajoy serán Venezuela, Cuba y el proceso de paz en Colombia, como se vio en la primera comparecencia parlamentaria del ministro de Exteriores Adolfo Dastis. En los tres casos mencionados tanto el anterior gobierno del Partido Popular como la UE habían apoyado el diálogo entre las partes, coincidiendo con la actitud negociadora de Barack Obama. La llegada de Trump ha cambiado las cosas, ya que el apoyo que Washington estaba brindando podría congelarse o incluso revertirse, dando lugar a una coyuntura totalmente diferente y a una diferente actitud de los actores internacionales.
En los tres casos el gobierno español debería perseverar en su política reciente. Sin perder de vista el nuevo entorno, España debe tener muy claras sus prioridades latinoamericanas. En Colombia hay que mantener el apoyo al proceso de paz impulsado por Juan Manuel Santos, sin olvidar la postura del frente del “No”. Esto es importante de cara a las elecciones presidenciales colombianas de 2018. En Cuba, con independencia de la evolución de las relaciones cubano estadounidenses, hay que respaldar la nueva política europea, siendo de los primeros países en ratificar el nuevo Acuerdo y manteniendo abierto los canales de diálogo tanto con el gobierno de Raúl Castro como con la oposición.
Sin duda, la crisis venezolana plantea los mayores desafíos para la diplomacia española. El diálogo entre el gobierno y la oposición, con la mediación de los presidentes José Luis Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández y Martín Torrijos ha encontrado serias dificultades para alcanzar resultados concretos. Un estallido social, de consecuencias imprevisibles, afectaría negativamente a Venezuela y también a América Central y al Caribe, con una más que probable extensión del narcotráfico por toda la región. El tema preocupa a muchos gobiernos, especialmente al cubano, que sería uno de los mayores perjudicados. Por eso, para evitar un desenlace catastrófico tanto para Venezuela como para el resto de la región habría que perseverar en la búsqueda de una salida negociada. España debe buscar nuevas vías de aproximación al problema con los gobiernos de América Latina, comenzando por los más afines, pero sin limitarse exclusivamente a ellos.
España debe reforzar su presencia en América Latina, y para ello el liderazgo que pueda ejercer en la UE es muy importante. Si se cumplen las previsiones sobre un aumento del proteccionismo en EEUU no sólo habrá oportunidades para China en América Latina, sino también para España y la UE. En el mundo crecientemente incierto que nos toca vivir, jalonado por grandes transformaciones tecnológicas, España debe realizar un gran esfuerzo didáctico para explicar en Europa, en Bruselas y en las capitales nacionales, por qué América Latina debe importar a los europeos, pero también a los latinoamericanos por qué les debe importar Europa.