La esperada visita del secretario de Estado de EEUU a España demuestra una intensificación de las relaciones políticas entre los dos países. En un poco más de un mes, se han producido el viaje del Rey Felipe VI a EEUU y han estado en nuestro país Ash Carter, secretario de Defensa y ahora John Kerry.
El gobierno norteamericano valora mucho la firma, el pasado 17 de junio, del tercer protocolo de enmienda al Convenio de Cooperación para la Defensa de 1988. El acuerdo permite el establecimiento permanente de un contingente de marines en la base de Morón. Tras los ataques de Bengasi, la necesidad de una fuerza de intervención rápida en la región mediterránea se ha hecho más necesaria, para responder a situaciones de crisis en el Norte de África y Oriente Medio. Esta modificación del convenio ha tenido lugar en un año electoral en España y se ha hecho con el apoyo del PP y del PSOE, al igual que el anterior protocolo sobre Rota para permitir el destino permanente de cuatro buques de la Armada de EEUU, parte del escudo antimisiles de la OTAN.
La importancia estratégica de España para EEUU se ha multiplicado. Las relaciones con nuestro principal aliado en asuntos de defensa y seguridad se sitúan así por encima de la contienda partidista y se les dota de estabilidad, conscientes de que, en palabras del ministro Pedro Morenés, ambos países comparten valores y amenazas.
La percepción del gobierno de EEUU es que España es un país que, a diferencia de otros socios europeos, está saliendo de la crisis, crece, ha hecho los deberes y se ha convertido en un caso de éxito económico. Queda atrás la imagen de ser el eslabón débil de la moneda común, en una situación de emergencia europea que amenazaba la reelección de Obama en 2012. El gobierno de Washington apuesta por una España estable, “fuerte y unida”, como dijo con claridad el presidente Obama al Rey Felipe VI en la Casa Blanca, y apoya los pasos dados para la recuperación económica y la cohesión política.
Las inversiones recíprocas crecen desde que la crisis del euro remitiera hace dos años. El embajador James Costos recordaba hace poco que España es ya el noveno inversor en EEUU, en rápido crecimiento (58.000 millones de dólares de inversión extranjera directa). EEUU, por su parte, es el tercer inversor directo en España, con casi 31.000 millones de dólares invertidos desde el primer trimestre de 2015.
Un vector clave de la relación bilateral con EEUU sigue siendo la comunidad hispana. EEUU se ha convertido recientemente en el segundo país del mundo con mayor número de castellanohablantes, más de 52 millones. El voto de los hispanos será clave en las elecciones presidenciales de 2016. La pregunta sigue siendo cómo puede España capitalizar mejor estos vínculos históricos y culturales, tanto en términos económicos como políticos.
John Kerry también ha abordado en su visita a Madrid la situación europea. El secretario de Estado es el mejor conocedor de la política de nuestro continente en el gabinete Obama, junto a otro atlantista, el representante de Comercio, Michael Froman. A Kerry le preocupa la falta de liderazgo en la UE y en sus Estados miembros para abordar múltiples retos: fortalecer sus capacidades de acción exterior, hacer frente a la crisis de refugiados, completar el rediseño del euro y frenar el ascenso del populismo en todas sus versiones, incluida la secesionista.
En los últimos tiempos, el secretario de Estado presta especial atención a la relación del Reino Unido con la UE, con implicaciones económicas y políticas de gran envergadura para la relación transatlántica. Particularmente, a la vista del incierto resultado del referéndum anunciado por el primer ministro David Cameron y la tibieza del nuevo líder laborista en la defensa de la permanencia de su país en la Unión. El contraste con el europeísmo de los tres principales partidos españoles es claro, lo que debería dar a nuestro país bazas para tomar con más frecuencia la iniciativa en el debate.
Kerry es un firme partidario de conseguir aprobar antes del final de 2016 una versión ambiciosa del acuerdo transatlántico de comercio e inversión (TTIP). Para ello es preciso hacer pedagogía y contar todos sus beneficios potenciales, desde el crecimiento a la generación de empleo o las oportunidades para las empresas medianas y no solo las más grandes. Ambas partes negociadoras deben ganar el debate, es decir, superar obstáculos internos como la negativa de una Hillary Clinton en campaña, con gran ascendiente sobre legisladores demócratas o las dudas francesas y la acometida de los movimientos anti-sistema. Este acuerdo beneficiaría a España y a sus empresas en el área de infraestructuras o exportadoras de productos agrícolas.
En la agenda internacional, la actual presidencia española del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha hecho más pertinente las conversaciones en torno a Siria y Libia. La visión española sobre Venezuela y el conocimiento en profundidad sobre Cuba, una vez se han normalizado las relaciones con EEUU, son focos de interés de nuestro socio norteamericano.