Solo cambia el elemento coyuntural que se emplea como espoleta, pero se mantiene inalterable el sustrato estructural que explica las periódicas operaciones militares lanzadas contra los palestinos por las Tzava Hahagana LeYsrael– más conocidas por su acrónimo israelí Tzahal, o por las siglas inglesas IDF (Israeli Defense Forces). Desde que el Movimiento de Resistencia Islámica- Harakat al-Muqawama al-Islamiya, más conocido desde su creación en 1987 por su acrónimo Hamas («ardor», en árabe)- se convirtió en una amenaza real para la seguridad israelí, hemos asistido a sucesivas operaciones militares diseñadas genéricamente para “cortar la hierba bajo sus pies”.
La secuencia de actos se repite con pasmosa precisión. Se necesita, en primer lugar, una circunstancia puntual que sirva de argumento mediático para justificar lo que venga a continuación. En esta ocasión sus promotores se han valido del impacto causado por el secuestro de tres jóvenes israelíes, el pasado 12 de junio, para poner en marcha una maquinaria muy engrasada que inmediatamente ha señalado a Hamas como el brazo ejecutor y, por extensión, a la Autoridad Palestina como responsable último. Poco hay que investigar para entender que lo que Tel Aviv lleva buscando desde el anuncio del pasado 23 de abril es desbaratar el gobierno de unidad palestino, por entenderlo como un contratiempo para su inocultable pretensión de dominar por completo la Palestina histórica.
En la dinámica de confrontación que define a Palestina desde hace décadas– con seis guerras y dos Intifadas acumuladas desde 1947- parece un esfuerzo baldío la pretensión de dilucidar quién es el responsable en cada caso particular de poner en marcha la consiguiente espiral de violencia (puesto que siempre hay un precedente que le permite a cada bando presentarse como agredido). Pero eso no impide, por un lado, entender que Israel, como potencia ocupante, controla la vida en el Territorio Palestino Ocupado en todas sus dimensiones y, por tanto, dispone de una incuestionable capacidad para marcar punto por punto el ritmo económico, político y social de los palestinos. Y, por otro, que para Hamas- seriamente debilitado tras siete años de controvertida gestión de Gaza- lo último que le podría interesar ahora mismo es verse implicado directamente en el secuestro de ciudadanos israelíes, sabiendo que eso arruinaría sus limitadas opciones de volver a ser aceptado como un actor político en el escenario regional e internacional.
A partir de ahí se ha puesto en marcha un proceso que contempla al menos tres objetivos: castigo indiscriminado a la población ocupada (alimentando una espiral de represalia que también pone en peligro a la ciudadanía israelí), eliminación de las capacidades militares que hayan podido acumular los grupos armados palestinos desde la Operación Pilar de Defensa (noviembre de 2012) hasta un nivel que Tel Aviv considere adecuado, y restablecimiento de la disuasión global a favor de Israel.
Tras los prolegómenos vividos hasta la aparición de los tres cuerpos- con más de 1.500 allanamientos de hogares palestinos, más de 500 detenciones y la muerte de varios palestinos (culminando con el asesinato de un menor palestino)- la apuesta bélica se ha incrementado desde el pasado día 8 de julio con el arranque de la Operación Margen Protector. Ahora mismo, en las inmediaciones de Gaza, hay tres brigadas de infantería del Tzahal desplegadas- Nahal, Gefen y Katif-, 1.500 reservistas han sido movilizados (mientras el gobierno ha autorizado un techo máximo de 40.000) y se suceden los ataques aéreos y navales- superando ya (a fecha de 10 de julio) las 500 acciones contra todo tipo de objetivos en la Franja, con un balance provisional de 7o palestinos muertos y más de 400 heridos. Por su parte, los grupos armados palestinos, ya con Hamas abiertamente implicado, han lanzado un total de 225 cohetes (algunos caídos en zonas próximas a Tel Aviv, Jerusalén y Hadera), sin que en ningún caso hayan provocado la muerte de ningún israelí.
Las acciones de combate que actualmente está realizando Israel buscan comprobar con qué tipo de cohetes están dotados sus enemigos- temerosos de que los Fajr-5 iraníes o los M302 sirios puedan poner en peligro la vida de los ciudadanos de sus principales ciudades y el complejo nuclear de Dimona- y, obviamente, destruir una parte considerable del arsenal acumulado en Gaza, estimado en unos 10.000 cohetes (todos ellos por debajo de los 100km de alcance). Su superioridad aérea y naval sobre Gaza dificulta hasta el extremo el lanzamiento de cohetes en salvas, que aspirarían a saturar los sistemas antimisiles israelíes (con el Iron Dome como componente estrella), y de ahí que el resultado de los lanzamientos sea tan parco.
Israel confía en que con ese tipo de acciones– que cabe imaginar que se prolongarán algunos días- pueda restablecer su capacidad disuasoria, reduciendo hasta un límite tolerable la capacidad de mando y control de Hamas y del resto de grupos afines. Solo en el caso de que no logre de este modo sus fines, cabe imaginar que se tome la decisión de realizar una incursión terrestre en fuerza para eliminar objetivos que no puedan ser destruidos de otro modo. Pero de momento, ni hay tropas suficientes a las puertas de Gaza, ni hay indicios de movilización en masa para encarar una tarea que, como en tantas ocasiones en el pasado, está condenada al fracaso y solo lograría, en el mejor de los casos, ganar tiempo… hasta la próxima.