Entre las prioridades de la agenda antiterrorista, tanto en el ámbito nacional como internacional, destaca actualmente la atención a los denominados combatientes terroristas extranjeros (foreign terrorists fighters). Así es como son referidos los individuos que parten de sus países de origen o en los que residen hacia algún otro distinto de los anteriores donde terminan por implicarse en actividades relacionadas con organizaciones que practican de manera sistemática y sostenida el terrorismo. Aunque no se trata de un fenómeno nuevo, el número de combatientes terroristas extranjeros que durante los últimos cuatro años han viajado a Siria e Irak para convertirse en miembros del Frente al Nusra –desde abril de 2013 la rama oficial de Al Qaeda en el primero de esos dos países– o del ahora denominado Estado Islámico –hasta junio de 2014 conocido como Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL), activo en ambos– y otras entidades yihadistas menores, ha alcanzado cifras inusitadas.
A inicios del presente año se calculaba que eran ya más de 20.000 los combatientes terroristas extranjeros que habían viajado para unirse a esas formaciones yihadistas. Proceden sobre todo de países con poblaciones mayoritariamente musulmanas, especialmente, aunque no sólo, del Norte de África y Oriente Medio. Pero también es notable el contingente de cuantos musulmanes residentes en países del mundo occidental se han desplazado con el mismo fin a Siria e Irak. La gran mayoría de estos últimos, no menos de 5.000, procedentes de la Unión Europea. El Frente al Nusra, inmerso en una coalición de organizaciones armadas de orientación islamista, se encuentra presente en una sustanciosa parte del territorio sirio sustraída al control de las autoridades de Damasco, mientras que el Estado Islámico extiende su mucho mayor dominio entre esa misma demarcación estatal y la contigua iraquí, a lo largo de amplias franjas igualmente arrebatadas a los gobernantes de Bagdad.
La inquietud que los combatientes terroristas extranjeros suscita en sus países de salida, en particular ante la eventualidad de que una proporción más que significativa de aquellos, de entre quienes no hayan perecido ni abandonen decepcionados, retornen entrenados y experimentados en la ejecución de atentados, está ya ampliamente compartida en el seno de la comunidad internacional. Aunque la definición del fenómeno como problema común se ha demorado, en un primer momento debido tanto a cálculos relacionados con estrategias nacionales de influencia en Siria, Irak o el conjunto de la región en que ambos países se ubican como, después, a las diferentes percepciones nacionales sobre el reto que plantean los combatientes terroristas extranjeros, las iniciativas colectivas para afrontarlo de manera colectiva empiezan finalmente a sustanciarse. Así ha ocurrido con Interpol, en buena medida gracias al empeño español.
Interpol es la mayor organización policial internacional y de la misma forman parte 190 países. En abril de 2013, sus responsables aprobaron un proyecto sobre combatientes terroristas extranjeros, con la creación y el mantenimiento de una base de datos que permita tanto el intercambio de información como la elaboración de análisis sobre distintas facetas del fenómeno. La primera reunión relacionada con la implementación de dicho proyecto se celebró en julio de aquel mismo año en la propia sede de Interpol, en Lyon. A ella acudieron representaciones de 12 países. Pues bien, el quinto encuentro tendrá lugar en Barcelona los próximos días 3 al 5 de junio. Esta vez se esperan alrededor de 40 delegaciones. Entre tanto, la base de datos correspondiente al proyecto ha pasado de contener poco más de 200 casos a superar la cifra de los 4.000, gracias a informaciones generalmente aportadas con algún tipo de restricción en su difusión entre las policías de los países adheridos a Interpol.
Que la próxima reunión del proyecto sobre combatientes terroristas extranjeros se celebre en Barcelona es un reflejo del liderazgo que España ejerce respecto al mismo desde sus inicios. La implicación del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) fue decisiva para que se adoptara la iniciativa que dio lugar a dicho proyecto, cuya implementacion compete a un Subdirector de Interpol que precisamente es Inspector-Jefe del CNP y esta al frente del denominado Centro de Fusión Contra el Terrorismo (Counter Terrorism Fusion Center) existente dentro de ese organismo dedicado a la cooperación policial internacional. Más que elocuente es, asimismo, el hecho de que el segundo, el tercero y el cuarto de los encuentros correspondientes a la ejecución del proyecto sobre combatientes terroristas extranjeros, al igual que el próximo de Barcelona, se hayan llevado a cabo todos en nuestro país, concretamente en Málaga, Granada y Maspalomas.
La Policía Nacional forma parte de Interpol según nuestro modelo de cooperación policial internacional y la propia normativa del organismo. Pero también participa la Guardia Civil y, asimismo mediante la Oficina Central Nacional (OCN) de Interpol en España, integrada en la División de Cooperación Internacional del CNP, Mossos d’Esquadra, Ertzaintza y Policía Foral de Navarra. Que España lidere, a través del CNP, el proyecto sobre combatientes terroristas extranjeros de Interpol es un valor para el conjunto de nuestras estructuras de seguridad, denota la sensibilidad de los responsables policiales de un país que ha padecido una matanza yihadista como la del 11 de marzo de 2004 –preparada y ejecutada por una red en la cual había individuos que habían sido combatienes terroristas extranjeros– y es una contribución de gran trascendencia para que el intercambio de información antiterrorista vaya más allá del marco de las relaciones bilaterales y avance en mecanismos útiles de índole multilateral.
* Fernando Reinares participó, como ponente invitado sobre radicalización y terrorismo, en la 43 Asamblea Regional Europea de Interpol celebrada del 19 al 21 de mayo de 2015 en Bucarest.