“El sector exterior ha vuelto a demostrar como en crisis anteriores, su importancia capital para nuestra economía, ya que las empresas internacionalizadas no solo han demostrado ser más resilientes, sino también más competitivas. Le corresponde al sector exterior volver a ser una palanca clave de recuperación”.
Las frases anteriores corresponden a la declaración formulada con motivo de la IV Cumbre de Internacionalización, organizada el pasado 9 de diciembre por varias entidades empresariales españolas (Club de Exportadores e Inversores Españoles, Cámara de Comercio de España, CEOE, Foro de Marcas Renombradas Españolas, Asociación Española de Directivos), y que contó con la presidencia del Rey Felipe VI.
El sector exterior ya desempeñó un papel clave en la anterior crisis económica. Entre 2008 y 2013 la contribución de la demanda nacional al crecimiento del PIB fue negativa. La demanda externa, por el contrario, tuvo durante este periodo contribuciones positivas al crecimiento económico, que compensaron parcialmente el efecto negativo de la demanda interna. En 2009, 2011 y 2012 la demanda exterior tuvo una aportación muy significativa, de más de dos puntos, al crecimiento económico.
La pandemia y su impacto en el comercio exterior
Durante la cumbre se presentó un interesante estudio preparado por KPMG, “Expansión internacional de la empresa española. Un nuevo escenario global”, basado en una encuesta entre directivos de empresas internacionalizadas, y que comienza destacando este papel del sector exterior para superar la Gran Recesión, y del cambio de su papel en la economía española, que ha supuesto que “la balanza por cuenta corriente de la economía española ha pasado de ser deficitaria (con un saldo negativo equivalente al 4% del PIB en 2009) a superavitaria (con un saldo positivo equivalente al 2% del PIB en 2019)”.
Quizás aún más importante que los cambios en las cifras es el hecho de que, para numerosas empresas, la internacionalización, la actividad en los mercados exteriores, ya es asumida como algo normal, imprescindible, no como una actividad a la que se recurre cuando el mercado doméstico se frena, como sucedía en el pasado.
En todo caso, a corto plazo la pandemia ha afectado negativamente al sector exterior. Según el estudio de KPMG, un 63% de los directivos encuestados indica que el negocio internacional de su empresa ha disminuido a raíz de la COVID-19 en comparación con 2019 (para un 22% no se ha visto alterado, y hay que señalar que para un significativo 15% ha aumentado).
La demanda internacional es el ámbito de actividad más afectado por la pandemia, seguido de cerca por la actividad comercial y promocional (ferias, eventos, etc.).
Cara al futuro, el sector exterior puede desempeñar un papel importante en la salida de la crisis. El estudio de KPMG lo señala claramente: “La crisis COVID-19 podría suponer, por tanto, un impulso adicional para la expansión internacional de la empresa española y así se deduce también de la clara propensión de los directivos a buscar nuevas oportunidades internacionales en este contexto. Tres de cada cuatro empresas (77%) están explorando nuevas oportunidades como consecuencia de la crisis COVID-19, mientras que solo un 15% ha paralizado temporalmente su prospección de nuevas vías de crecimiento internacional”.
Este papel del sector exterior se puede potenciar de diversas formas. En primer lugar, reconociendo su importancia, que se manifiesta en el hecho de que las exportaciones de bienes y servicios representan en torno al 35% del PIB de España. Se echa en falta este reconocimiento, tanto a nivel de las fuerzas políticas como en la propia sociedad.
Una cultura de internacionalización
En la declaración aprobada en la cumbre se recoge un decálogo de factores clave para impulsar la internacionalización. Uno de ellos apunta a la necesidad de potenciar esa sensibilidad hacia el sector exterior: “Es necesario desarrollar una cultura internacional en nuestra sociedad, incluyendo el comercio exterior en la educación, favoreciendo los intercambios internacionales y desarrollando programas de formación accesibles para el conjunto de nuestro tejido empresarial. La recualificación de nuestro talento también pasa por hacerlo más internacional”.
En segundo lugar, es necesario apoyar con medidas la internacionalización de las empresas. Y, es más, es necesario no adoptar medidas que la perjudiquen. Desde hace tiempo en los medios empresariales ha surgido preocupación, por ejemplo, ante nuevas medidas fiscales que podrían dañar la competitividad de las operaciones internacionales de las empresas españolas. En otro de sus puntos, la declaración de la cumbre alude a ello: “Es fundamental mantener o potenciar los beneficios fiscales y los instrumentos financieros que por un lado no sitúen a las empresas españolas en una situación de desventaja competitiva y por otro permitan afrontar con unas mínimas garantías de éxito un proceso que resulta complejo y costoso, especialmente para las pymes”.
En tercer lugar, y sin ánimo de repasar en este post de manera exhaustiva todos los temas que afectan a la internacionalización, otro aspecto clave, en consonancia con lo escrito en los párrafos precedentes, es la necesidad de que la política de internacionalización sea una política de Estado, basada en un amplio consenso de las fuerzas políticas, y construida con la colaboración, imprescindible, del mundo empresarial. Como dice otro punto de la declaración: “El Gobierno y el conjunto de las Administraciones Públicas, deben mantener y estrechar su coordinación en el fomento de la internacionalización de la economía española, consolidándola como una política de Estado y reforzando el papel de las empresas en el diseño y ejecución del Plan Estratégico en este ámbito”.