Desde que comenzó la crisis de la deuda en la Zona Euro (ZE) en 2010, un nuevo eje Berlín-Frankfurt está proporcionando liderazgo en la creación de una unión bancaria, una unión fiscal limitada, y alguna forma de unión económica y política (todas ellas necesarias para la supervivencia del euro). Sin embargo, al mismo tiempo, este nuevo liderazgo hegemónico está obligando a una germanización de todas las economías periféricas de la ZE (Francia incluida) como requisito previo para poner a su servicio la necesaria solidaridad financiera. De hecho, probablemente, nunca se haya producido un ejercicio coordinado tan intenso de ajustes fiscales y de reformas estructurales en el sur de Europa como el que está teniendo lugar desde hace tres años. Si este proceso se completa con éxito, la ZE aumentará significativamente su poder e influencia en la economía mundial y el euro será más atractivo para los inversores internacionales porque ya no será percibido como una moneda huérfana, así como porque contará con un mercado de eurobonos amplio, líquido y profundo capaz de competir de igual a igual con el mercado de deuda estadounidense. Sin embargo, no está claro si esta nueva ZE sería una fuerza estabilizadora o desestabilizadora para el sistema monetario internacional
Por una parte, una ZE más “alemana” podría tener un superávit estructural porcuenta corriente, lo que podría ser deflacionario y problemático al aumentar los ya importantes desequilibrios macroeconómicos globales y poner más presión sobre Estados Unidos, que seguirá siendo el principal consumidor de último recurso a menos que China aumente drásticamente su demanda interna. De hecho, el FMI ya prevé un superávit por cuenta corriente de casi el 2% de su PIB para la ZE en 2017, fundamentalmente por la desaparición de los déficit en los países de la periferia.
Por otra parte, esta renovada ZE será mucho más partidaria de regular los mercados financieros (siguiendo la tradición ordoliberal alemana) que la actual UE, y tal vez podría compartir con China y otras potencias emergentes una mayor preferencia por gestionar y limitar las fluctuaciones de los tipos de cambio, algo con lo que Estados Unidos no estará de acuerdo. Por último, no está claro hasta qué punto la ZE estará dispuesta a promover políticamente el papel internacional del euro, ya que Alemania nunca se ha mostrado dispuesta a internacionalizar su moneda para no tener que soportar las responsabilidades asociadas a emitir la moneda central del sistema.
En definitiva, si la ZE logra salir de la crisis es evidente que se verá fortalecida en la escena internacional. Otra cosa distinta es si utilizará ese mayor poder para lograr que la defensa de sus intereses sea compatible con el avance de las reformas que el sistema monetario internacional necesitará a lo largo del siglo XXI, que incluye reducir los desequilibrios macroeconómicos globales y asegurar la liquidez, la confianza y la estabilidad de un sistema monetario menos dependiente del dólar.