Los pronósticos sobre el retroceso global que la pandemia podría suponer para la igualdad y los derechos de las mujeres, y para la propia agenda de políticas públicas en materia de igualdad, parecen cumplirse. En muchos lugares del mundo, como ha sucedido en otras crisis pandémicas, la agenda de género se ha paralizado, cuando no cancelado. Un año después, los organismos internacionales advierten del riesgo de revertir los progresos logrados –desiguales y aún frágiles en muchos contextos– como consecuencia de la crisis causada por la COVID-19. También se ha resentido la agenda global en los foros multilaterales, a pesar de los esfuerzos de algunos países, entre ellos España, para que la respuesta a la crisis no sea ciega al género.
Para medir hasta qué punto los gobiernos han incorporado esta perspectiva, ONU Mujeres y el PNUD han creado una base de datos que compila y analiza más de 2.500 medidas políticas diseñadas o implementadas por los gobiernos de todo el mundo en respuesta a la pandemia. Este “Rastreador global de respuestas ante la COVID-19 con perspectiva de género” no valora el impacto de género de dichas medidas, ni realiza un ranking de países basado en las respuestas políticas. Considera medidas con perspectiva de género aquellas que buscan afrontar directamente los riesgos y los desafíos de la crisis para las mujeres y las niñas, en particular la violencia de género, la carga del trabajo de cuidados no remunerado, y la inseguridad económica. En términos globales, las principales conclusiones indican que:
- 164 países han adoptado un total de 992 medidas sensibles al género en respuesta a la COVID-19.
- Solo 25 países han adoptado una respuesta holística.
- El 20% de los países analizados (42 países) no han registrado ninguna medida.
- El 71% de las medidas se concentran en prevenir o responder a la violencia de género
- La protección social y del empleo han sido ampliamente ciegas al género: de las 1.310 medidas analizadas, solo el 18% tienen perspectiva de género, enfocándose a la seguridad económica de las mujeres, y al trabajo no remunerado de los cuidados.
Empleo y crecimiento económico
A la necesidad de abordar los impactos negativos desproporcionados de la crisis para las mujeres se suma el efecto que la respuesta política (o la ausencia de ella) tendría sobre el crecimiento económico y el empleo globales. Sobre la base y metodología de su estudio The Power of Parity, un trabajo reciente de McKinsey Global Institute estima y cuantifica, en tres posibles escenarios, los efectos que la pandemia puede tener en materia de igualdad de género en el empleo, así como su impacto en términos de crecimiento económico global. Según el estudio, frente a un escenario regresivo (que consistiría en “no hacer nada” – do nothing) que no atendiera los efectos negativos de la COVID-19 en las mujeres, otro consistente en “actuar de manera inmediata” (take-actions-now) supondría no solo progresos en términos de igualdad de género, con la creación en 2030, globalmente y en comparación con el primer escenario, de 230 millones de nuevos empleos para las mujeres, sino también un crecimiento del PIB mundial de 13 billones de dólares. En un tercer escenario, a medio camino, consistente en “esperar para tomar medidas” (wait-to-take-action), que dilataría las acciones hasta que el impacto económico de la pandemia disminuya (y cuya puesta en marcha se sitúa a partir de 2024), se estima también un crecimiento del PIB mundial, pero éste sería menor en casi 5 billones y medio que si las medidas se tomaran inmediatamente. Invertir en mujeres y niñas representa una oportunidad significativa de mejorar la igualdad de género y de impulsar el crecimiento económico inclusivo. Dicho de otro modo, no hacer nada para avanzar en la igualdad de género tiene impacto negativo en la vida de las mujeres y en el crecimiento global. Cuanto más rápido se actúe, más posibilidades de recuperación.
La naturaleza del empleo segregada por sexo (mujeres y hombres tienden a concentrarse en diferentes ocupaciones laborales) persiste tanto en las economías maduras como en las emergentes. En esta crisis, los empleos de las mujeres están un 19% más en riesgo que los de los hombres, pues las mujeres están representadas de manera desproporcionada en sectores afectados más negativamente (como el de hostelería y restauración, en el que las mujeres ocupan el 54% de los trabajos). Además, la tasa de empleo de las mujeres se sitúa, en promedio global, en el 39%, mientras la de desempleo llega al 54%. Si bien la naturaleza de la generización de los empleos más afectados por la crisis actual puede explicar, en parte, la diferencia entre la tasa de desempleo de las mujeres y la de los hombres, la falta de un progreso sistémico que elimine las barreras que aún tienen que afrontar las mujeres explicaría el resto.
El trabajo de cuidados no remunerado
En línea con otros estudios como el de la OCDE, uno de los factores más relevantes que explica esta persistente desigualdad es la carga del trabajo de cuidados no remunerado, que en un 75% realizan las mujeres en todo el mundo, incluido el cuidado de los menores, los mayores y las tareas domésticas. Los estereotipos y roles de género y los sesgos relativos al empleo también moldean el modo en el que las mujeres experimentan las consecuencias de la crisis. Son claves los marcos mentales que atribuyen un determinado papel a las mujeres, en particular la idea de que los hombres tienen más derecho que las mujeres a mantener el empleo cuando éste escasea. A los efectos generizados de la crisis de la COVID-19 (en el empleo, o el uso del tiempo), se suman los efectos generizantes, pues la crisis, lejos de reequilibrar el reparto de la carga de trabajo de cuidados no remunerado, ha exacerbado la brecha preexistente. Adicionalmente, el impacto para las mujeres (y para la economía global) podría ser más severo si sumamos factores como una recuperación económica más lenta, o la reducción de inversión en educación o cuidado de menores, que podrían resultar en el abandono (o expulsión) permanente de las mujeres del mercado de trabajo.
Entre las medidas políticas que propone el estudio, destacan las dirigidas a un mejor reconocimiento del trabajo de cuidados no remunerado (que el propio Instituto estima en 10 billones de dólares, el 13% del PIB mundial), junto con políticas fiscales, un sistema de cuidado de la infancia con apoyo público, o medidas de transformación de normas sociales que eliminen los estereotipos y cuestionen los roles de género que atribuyen la responsabilidad del cuidado principalmente a las mujeres, y que la redistribuyan entre hombres y mujeres.
Expectativas ciudadanas sobre la igualdad de género
Cabría pensar que la ausencia generalizada de respuestas con perspectiva de género podría beneficiarse de una falta de demanda ciudadana de políticas públicas para afrontar las desigualdades entre hombres y mujeres. Esto encajaría con la idea de que, frente a las urgencias de una crisis, estas políticas públicas no serían imprescindibles, sino más bien secundarias y laterales, de manera que tendrían acomodo en tiempos de bonanza, pero no tendrían cabida (o sería menos probable) en momentos de crisis. Un informe reciente de FOCUS2030, basado en los resultados de una encuesta de opinión realizada en 17 países de los cinco continentes (Alemania, Argentina, Australia, Canadá, China, Colombia, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, India, Japón, Kenia, México, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Suiza, y Túnez), arroja resultados que apuntan en otra dirección. El estudio “Expectativas ciudadanas a favor de la igualdad de género: una guía para el cambio” recoge las percepciones, actitudes y la voluntad de actuar de la ciudadanía en relación a la igualdad de género. La muestra está compuesta por 1.000 personas representativas de la población adulta de cada país (un total de 17.160 encuestados), que respondieron a una encuesta on line de 23 preguntas realizada entre el 24 de julio y el 7 de agosto de 2020 por el instituto de encuestas de opinión Deltapoll (margen de error: ± 3%). Se trata del primer estudio que aborda los temas principales de las seis Coaliciones de Acción del Foro Generación Igualdad, que conmemora los 25 años de la Plataforma y Plan de Acción de Beijing.
En promedio global, el 80% de todas las personas encuestadas considera que la igualdad de género es una “causa importante por la que luchar”, y 2 de cada 3 señalan que el gobierno debería invertir más recursos para lograrla (todos los encuestados creen que los gobiernos tienen la responsabilidad primordial de tomar medidas para conseguir la igualdad de género). La desigualdad entre hombres y mujeres es una preocupación para el electorado: de promedio, el 41% de las personas encuestadas votaría en las elecciones por una candidatura que apoye la igualdad de género (y sólo el 5% expresa que su gobierno no debería intentar promover la igualdad de género a escala nacional). El 81% estaría dispuesto a realizar acciones para promover la igualdad de género, que tiene el apoyo mayoritario de las personas de ambos sexos, de los diferentes grupos de edad y de todos los niveles socioeconómicos en los 17 países analizados. Según el estudio, la distribución desigual del trabajo no remunerado de cuidados y doméstico y de las responsabilidades parentales entre mujeres y hombres, y las diferentes oportunidades laborales, estarían entre las razones principales de la desigualdad de género. La juventud tiene las expectativas más altas sobre la participación de sus gobiernos en el avance de la igualdad de género, especialmente las mujeres más jóvenes: tres de cada cuatro reclaman a sus gobiernos incrementar la financiación destinada a la igualdad en su país, frente a un promedio de dos de cada tres personas encuestadas.
Se consideran medidas prioritarias de política pública luchar contra la violencia de género; alcanzar la igualdad salarial; incrementar el acceso a los servicios de salud sexual; promover la formación y la contratación de mujeres en trabajos relacionados con el cambio climático y aumentar su participación en el desarrollo de soluciones para abordarlo; proporcionar igualdad de oportunidades para que las niñas y mujeres estudien y trabajen en los campos de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés), y aumentar su seguridad en los entornos digitales; y respaldar el liderazgo y la participación política de las mujeres y lograr su representación igualitaria.
Los resultados de la encuesta muestran que la población es favorable a que se realicen inversiones políticas y financieras más relevantes y duraderas para acelerar el avance hacia la igualdad de género, así como que se adopten medidas políticas urgentes, junto con mecanismos de control para garantizar los compromisos. El estudio concluye en la necesidad de que las autoridades con poder de decisión a nivel mundial reconozcan que la ciudadanía reclama acciones y compromisos tangibles y eficaces que permitan realizar progresos en la igualdad entre hombres y mujeres.
Los datos no dejan de evidenciar la regresión que la pandemia supone para las mujeres y las niñas. Sin perspectiva de género, la salida de la crisis no solo profundizará las desigualdades de género preexistentes, sino que hará más difícil la recuperación económica y representa la potencial pérdida de millones de euros para la economía mundial. La opción de no hacer nada no parece la preferida por la ciudadanía, que más bien muestra apoyo social a una acción pública más decidida en favor de la igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, apenas unos pocos países han dado una respuesta integral con perspectiva de género. Hará falta un compromiso más firme, dotado de urgencia, que asegure que la respuesta a la crisis global no es, como ha ocurrido en el pasado, ciega al género. Las políticas públicas en materia de igualdad de género son claves para superarla en beneficio del conjunto de la sociedad.