Esta frase resume lo que significa “Ubuntu”, un principio Xhosa que Mandela convirtió en política. Y Barack Obama lo recordó durante el homenaje que el mundo entero le rindió:
“There is a word in South Africa — Ubuntu, a word that captures Mandela’s greatest gift: His recognition that we are all bound together in ways that are invisible to the eye; that there is a oneness to humanity; that we achieve ourselves by sharing ourselves with others, and caring for those around us. … He not only embodied Ubuntu, he taught millions to find that truth within themselves”.
La lluvia no dio tregua durante la gran ceremonia para homenajear a Nelson Mandela, una lluvia que según la cultura africana es una bendición, es un signo de vida y simboliza el renacer. Era lo mejor que podía pasar en un ceremonial alegre que nada tiene que ver con lo ocurre en otras culturas. Colores, cánticos y un sinfín de aclamaciones de los sudafricanos agradecidos a Tata Madiba por devolverles la “dignidad”.
Especial informativo – Funeral por Mandela. Parte 1. TVE1, 10/12/2013
Pero los ceremoniales pasarán y Sudáfrica – aún una joven democracia – volverá a una realidad no tan esperanzadora como en 1994. En el último año y medio, el país se ha enfrentado a los peores disturbios de los últimos veinte años, en el que se han entremezclado huelgas salvajes con violentas respuestas policiales y una engorrosa lucha por el liderazgo dentro del gobernante y omnipotente Congreso Nacional Africano (CNA). Atrás queda esa transición hacia la democracia que Mandela supo liderar: qué mejor diplomático que él para animar a los inversores extranjeros y al turismo para descubrir un nuevo país; quien mejor que él para asegurar al mundo que el proceso sería un éxito gracias a la reconciliación y el consenso, las claves de su presidencia. Y lo consiguió: sacó a su país del férreo aislamiento en el que estuvo durante décadas, lo sumergió en la economía de mercado y lo convirtió en un prometedor “emergente”.
Pero después de un importante crecimiento económico, las desigualdades, la pobreza, la corrupción, el crimen y la xenofobia se expanden peligrosamente por todo el país. Inevitablemente, los sudafricanos echan una mirada al pasado, y más ahora que nunca al haber perdido a su gran referente moral, con sus aciertos y con sus errores.
La esperanza de una Sudáfrica mejor que trató de encarnar Mandela es lo que el país debe recuperar, pero dejando de mirar hacia atrás – hacia el legado de Mandela – y empezar a mirar hacia adelante y a las elecciones de 2014. Después de veinte años dirigidos por un único partido, es necesario un cambio de rumbo, y esa sería la mejor forma de que los surafricanos honren la memoria de su gran conciliador, de su líder carismático, de su mentor, de su icono.