El próximo 1 de julio se cumplirán 20 años del retorno de Hong Kong a China. Durante estas dos décadas, el territorio prácticamente ha mantenido su autonomía respecto a China, que ha respetado el principio de “un país, dos sistemas”. Hong Kong ha mantenido su sistema económico, su régimen de libertades, su sólido marco legal, la independencia del sistema judicial, etc.
En los últimos tiempos, sin embargo, la política china ha cambiado, y se están generando serias incertidumbres en relación con el futuro de la antigua colonia británica.
Antes de 1997 proliferaron los análisis negativos y pesimistas sobre lo que sería la situación de Hong Kong en la República Popular China. Se pronosticaba que el régimen comunista no respetaría las características que, entre otras cosas, le habían permitido convertirse en uno de los territorios más prósperos de Asia.
El 30 de junio de 1997 (justo el día antes de que Hong Kong retornara a la soberanía china) escribí un artículo en El País, con el título de “Hong Kong, una preocupación occidental”, en el que cuestionaba esos análisis pesimistas. Por diversos motivos –la importancia de Hong Kong para la economía china, la referencia que supondría de cara a Taiwan, entre otras cuestiones– China tenía un claro interés en respetar la autonomía de Hong Kong. “Muy poco va a cambiar en Hong Kong a partir del 1 de julio de 1997”, era la conclusión central de mi artículo.
Autonomía y prosperidad
Y hasta fechas muy recientes así ha sido. Hong Kong ha mantenido su autonomía. Ello le ha permitido, por ejemplo, ocupar el puesto 1 del mundo en el índice de libertad económica que elabora la Heritage Foundation, el puesto 9 en el ranking de competitividad del World Economic Forum, o el puesto 4 en el ranking Doing Business que elabora el Banco Mundial (en todos los casos el dato corresponde a la edición más reciente de estos estudios).
Pero en estos últimos años se han producido algunos hechos que apuntan a un cambio de actitud por parte del gobierno chino, y que han despertado una seria preocupación. En 2014 Pekín impuso restricciones en el sistema electoral de Hong Kong, lo que desató las protestas conocidas como la “revolución de los paraguas”. En 2016 Pekín intervino tras las elecciones del Consejo Legislativo, presionando con éxito para que se expulsara de este organismo a dos miembros críticos con el régimen chino.
En 2016 varias personas, entre ellos un grupo de editores de libros críticos con el régimen chino, “desaparecieron” de Hong Kong y reaparecieron en China continental. En enero de este año un hombre de negocios, Xiao Jianhua, fue secuestrado por agentes chinos del hotel en el que se encontraba en Hong Kong y trasladado a China.
Estas acciones representarían una violación del espíritu y la letra de la Ley Básica que China aprobó para regular el funcionamiento de la Región Administrativa Especial de Hong Kong. Y supondrían una violación del principio de “un país, dos sistemas”.
El deterioro del marco de libertades se refleja en hechos como que Hong Kong ha pasado en el ranking de libertad de prensa que elabora Reporteros sin Fronteras del puesto 18 en 2002 al puesto 73 en 2017.
Relación con una nueva política en China
Es importante tener en cuenta que este cambio de actitud del gobierno chino habría que situarlo en un contexto más general, el de los cambios que se están registrando en general en China desde la llegada al poder de Xi Jinping: involución en derechos humanos y libertades, una política exterior más agresiva y un creciente ejercicio personal del poder por parte de Xi frente a la anterior tendencia hacia un ejercicio más colectivo del mismo.
Quizás es demasiado pronto y exagerado pronosticar, como han hecho algunos, el próximo fin del principio de “un país, dos sistemas”. Pero la evolución reciente es ciertamente preocupante.
Las consecuencias de una pérdida de autonomía de Hong Kong pueden ser diversas, y deberían ser objeto de preocupación en Pekín.
El intervencionismo del gobierno chino está contribuyendo a alentar el movimiento independentista, que ha cobrado una fuerza como nunca había tenido en el pasado. Si continúa creciendo, China podría intervenir de forma más enérgica, y traumática, para controlarlo.
Si China aumenta su intervención en los asuntos de Hong Kong, y el principio de “un país, dos sistemas” pierde credibilidad, ello constituiría una referencia muy negativa para la población de Taiwan, y para su eventual reunificación de China (un objetivo que para los dirigentes chinos es sagrado).
Las bases en las que se ha asentado el éxito económico de Hong Kong y su carácter de centro regional de operaciones para multinacionales (libertades, imperio de la ley), se verían asímismo erosionadas.