La revolución del shale gas , ahora extendida al petróleo no convencional (básicamente tight oil) sigue generando casi tantas esperanzas como incertidumbres. Aunque está claro que para Estados Unidos ha supuesto una revolución, especialmente para su sector industrial que ahora cuenta con energía barata para acrecentar su competitividad internacional, no es tan evidente para el resto del mundo, y para Europa supone más bien una transformación (véase al respecto Shifting Towards What? Europe and the Rise of Unconventional Energy).
En el siguiente video podéis encontrar una visión panorámica sobre el fenómeno no convencional por parte de Pedro Antonio Merino, director de Estudios y Análisis del Entorno en la DG Estrategia y Control de Repsol.
El último World Energy Outlook (WEO) de la Agencia Internacional de la Energía (AIE, p. 118) proyecta que la producción de gas no convencional pasará de unos 560 bcm en 2011 a 1330 bcm en 2035, lo que supondría pasar de representar el 17% de la producción mundial de gas a un 27%. Se trata de un aumento sustancial, pero la producción convencional seguiría dominando el mercado, con más del 70% del mismo. En el caso europeo, parece difícil contar con suministros directos importantes de GNL desde Estados Unidos, pero es evidente que está suponiendo una mayor abundancia de gas en los mercados y una presión a la baja de los precios. En el caso europeo, el principal resultado es el aumento de las importaciones de carbón excedentario estadounidense y una competencia añadida para las energías renovables.
La principal incertidumbre es hasta qué punto el fenómeno no convencional estadounidense puede replicarse en otros países que cuentan con reservas importantes de recursos no convencionales, pero carecen de un sector no convencional maduro. La existencia de recursos no supone necesariamente su explotación, y menos al acelerado ritmo de producción alcanzado en Estados Unidos. Las cuestiones institucionales sobre la propiedad de los recursos del subsuelo, pero también la percepción de riesgo de inversiones tan cuantiosas en entornos institucionales débiles, suponen variables tan importantes como las técnicas o geológicas. Por ello, la AIE proyecta que Estados Unidos seguirá, con Canadá, a la cabeza de la revolución del gas no convencional en 2035. Algunos países, como China o Australia, emergen como productores importantes pero su consolidación como tales se retrasaría a 2020. Otros países con reservas importantes, como Argentina, Argelia, India o la propia UE, tendrían una evolución mucho más modesta, y sólo a partir de 2020.
En el caso del petróleo no convencional, las incertidumbres son mayores por las aceleradas tasas de declive de los pozos no convencionales de crudo. Las proyecciones de la AIE apuntan a que el crudo no convencional pasaría de 5 millones de barriles/día (mbd) en 2012 a unos 15 mbd en 2035, mientras que la producción de crudo convencional se mantendría plana, pasando de unos 82 mbd en 2012 a 83 mbd en 2013 (WEO 2013, p. 471). Es decir, el crudo no convencional apenas representaría un 15% de la producción total, un porcentaje apenas la mitad del proyectado para el gas no convencional. Por tanto, las incertidumbres permanecen, no tanto desde la perspectiva geológica y técnica (que también), sino sobre todo por la futura evolución en la naturaleza de las políticas energéticas de los distintos productores potenciales.