La arquitectura regional en Asia-Pacífico en los terrenos comercial, político y de seguridad comenzó a fraguarse en la década de los ochenta del siglo pasado. Sus primeras manifestaciones fueron APEC y el Foro Regional ASEAN. En lo económico se impuso una arquitectura regional librecambista, incluyente, abarcadora de ambas orillas del Pacífico y en la que EEUU jugaba un papel impulsor clave. En el ámbito político y de seguridad, la arquitectura regional empezó a construirse teniendo a ASEAN en su centro. La condición de potencias medias de los Estados Miembros de ASEAN les permitía jugar un papel de componedores entre las grandes potencias.
El contexto en el que se empezó a edificar esta arquitectura regional ha cambiado sustancialmente en el último lustro. China se muestra cada vez más asertiva y deseosa de jugar un papel de liderazgo regional, al tiempo que se multiplican las dudas sobre el grado de implicación que EEUU desea mantener en la región. La decisión del presidente Trump de retirar a su país del Partenariado Transpacífico en su primer día de mandato no sirvió precisamente para animar a quienes desearían unos EEUU más involucrados con Asia-Pacífico. Finalmente, varios de los Estados Miembros de ASEAN están en estos momentos más preocupados por cuestiones domésticas que por desarrollar la Comunidad Política y de Seguridad de ASEAN y por reforzar su papel de actor en la escena internacional.
Considero poco probable que China construya una arquitectura regional sinocéntrica a base de imponerse en los foros ya existentes. Me parece más verosímil un escenario en el que China vaya creando foros e instituciones paralelas a las ya existentes. De hecho, ese escenario ya existe.
Tomemos el caso del Banco Asiático de Desarrollo (ADB, por sus siglas en inglés). El Banco se creó en 1966 como parte de la arquitectura de Bretton Woods. Desde sus inicios Japón y EEUU tuvieron un peso preponderante en su dirección: cada uno de ellos posee el 15,6% de las acciones del Banco. En un distante tercer puesto se encuentra China, con el 6,4%. Durante años, China y otras economías emergentes lucharon por la reevaluación de los derechos de voto. La creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII), entre cuyos miembros precisamente no se cuentan ni EEUU, ni Japón, ha cambiado la ecuación. Ya no se trata de ver si se aumenta para China la parte del pastel en el ADB, si no de ver cómo se adapta el ADB a la aparición de un nuevo jugador.
Otro ejemplo menos vistoso, pero incluso más instructivo, es el de la Comisión del Río Mekong (MRC, por sus siglas en inglés). El origen último de la Comisión parte de una iniciativa de EEUU en tiempos de la Segunda Guerra de Indochina. En su gestación jugaron un papel muy importante las agencias de Naciones Unidas y entre los donantes que contribuyen a la misma en la actualidad, tanto financieramente como en asesoramiento técnico, están el ADB. China no forma parte de la Comisión, ni ha mostrado interés en hacerlo.
En 2015 China impulsó la Cooperación Lancang-Mekong (LMC, por sus siglas en inglés). Algunas características de la LMC, que la distinguen de la MRC, son:
1) Se trata de una iniciativa lanzada desde arriba, con criterios políticos antes que técnicos.
2) Por el momento carece de estructura institucional o tratado constitutivo.
3) Su planteamiento de desarrollo difiere del de otras organizaciones más tradicionales: decisión política, seguida de la implementación de proyectos concretos y, eventualmente en un momento posterior, el establecimiento de una estructura institucional. Todavía está por ver cómo afectará la creación de la LMC a la MRC.
Podrían aducirse otros ejemplos, pero creo que los dos mencionados son lo suficientemente ilustrativos.
La emergencia de una arquitectura regional impulsada por China no implica necesariamente la rivalidad con otros foros e instituciones ya existentes e incluso su erosión, pero indudablemente introduce un nuevo factor que habrá que tener en cuenta. La posibilidad de una colaboración fructífera entre las nuevas instituciones y las antiguas existe. El ADB ha mostrado su disposición para colaborar con el BAII y ya ha habido sendos proyectos en Pakistán y Bangladesh, donde ambos bancos han cooperado. En otros casos como el de la Comisión del Río Mekong, el solapamiento es demasiado grande como para que no exista el riesgo de que la MRC pierda relevancia en favor de la naciente LMC. Una tercera posibilidad, menos probable,es la simple coexistencia entre los foros ya existentes y los nuevos que China está impulsando.
Como quiera que sea, los próximos años serán de acomodo de la arquitectura regional, tanto para dar respuesta al auge de China como para integrar nuevas realidades geopolíticas como la emergencia del concepto de Indo-Pacífico.