Los resultados electorales estadounidenses indican una notable división política entre la mayoría blanca de origen europeo y las minorías étnicas o culturales, desde los hispanos a los asiáticos y pasando por los negros, una división que acompaña al aumento del tamaño y de la influencia de estas minorías. En estos tres grandes grupos –hispanos, asiáticos y negros– el apoyo a Obama ha sido muy superior al prestado a Romney. Entre la población negra, el 93% ha votado por Obama, entre los asiáticos lo ha hecho el 73% y el 71% entre los hispanos. En claro contraste, entre los blancos no-hispanos Romney ha ganado claramente a Obama, con un 59% de los votos. Esta división étnica se solapa en parte con la social: las minorías, especialmente la negra y la hispana, forman una gran parte de la población de menos ingresos, que a su vez ha votado a los Demócratas. Obama ha ganado con el 60% de los votos entre los que obtienen menos de 50.000 dólares al año, y ha perdido con el 45% entre los que ganan más. Por otra parte y al margen del grupo étnico, Obama ha recibido más votos entre las mujeres y entre los jóvenes mientras que el apoyo a Romney aumenta con la edad del votante.
Si el apoyo a Obama entre las minorías estaba claro en las encuestas pre-electorales, no lo estaba tanto su voluntad de participar y acudir a las urnas. Por este motivo, en los estados dudosos, en los que las encuestas mostraban un empate entre ambos candidatos, la campaña de Obama se concentró en alentar la participación electoral. Este esfuerzo, del que formó parte el gesto del presidente de votar anticipadamente, ha dado sus frutos y ha logrado que muchos más hispanos hayan acudido a votar en esta ocasión que en la anterior, en 2008. Hace cuatro años, el voto hispano supuso sólo el 7% de los que se emitieron y ha pasado ahora al 9%, lo que implica que la participación electoral de los hispanos ha aumentado más de lo que lo ha hecho su población adulta en este período.
El Partido Republicano ha perdido incluso en su único bastión entre la población hispana, Florida, donde solía recibir el apoyo de los sectores del exilio cubano más favorables a la política de confrontación con Cuba. Allí el aumento de la población de origen puertorriqueño (tradicionalmente Demócrata) y el temor de los jubilados a las propuestas sobre la reforma del sistema médico presentadas por el candidato Republicano a la vicepresidencia, Ryan, han causado finalmente la derrota electoral Republicana. En Florida, el porcentaje de apoyo a Obama ha aumentado respecto a las elecciones de 2008 (del 57% al 60%) mientras que lo contrario ocurría con el voto de los blancos no-hispanos (del 42% en 2008 al 37% en 2012). En conjunto, ésta ha sido la mayor derrota del Partido Republicano entre la población hispana y, en general, entre las minorías, desde 1996, cuando Clinton obtuvo un 72% del voto hispano frente al 21% que consiguió el Republicano Bob Dole.
Un electorado dividido en líneas étnicas, como el que muestra el gráfico, no es una buena noticia para la democracia estadounidense, porque la lógica de la competencia electoral en una sociedad dividida políticamente de esta forma alienta la división y no la cohesión y favorece además los mensajes populistas. Los blancos de origen europeo siguen formando la mayoría de la sociedad norteamericana (el 64% según el Censo del 2010) pero su peso se reduce gradualmente a medida que crece el de las minorías a través de una natalidad mayor y de la inmigración. De hecho, ya en 2011 el número de nacimientos entre el conjunto de las minorías superó por primera vez al de los nacidos ese año de padres blancos no hispanos. Si esa tendencia se mantiene, en poco tiempo el conjunto de las minorías superará a la mayoría de origen europeo.
En estas condiciones, el Partido Republicano tiene dos grandes opciones: modificar su mensaje para atraer también el voto de las minorías, lo que implicaría un cambio sustancial en su política, o bien convertirse en el portavoz del temor que parte de la mayoría blanca siente ante el avance de las minorías y la transformación social y cultural que ello supone. En los últimos años han tomado el segundo camino, al acentuar el aspecto defensivo: tanto las propuestas radicales contra la inmigración irregular como las normas aprobadas por estados gobernados por Republicanos para dificultar el registro de los votantes (que afectan básicamente a las minorías), son estrategias de reacción ante el cambio hacia una sociedad multiétnica y multicultural. Sin embargo, su fracaso en estas elecciones entre el electorado de las nuevas minorías (asiáticos e hispanos) ha originado ya los primeros síntomas de un cambio de actitud con las declaraciones del portavoz Republicano en la Cámara de Representantes, John Boehner, planteando una actitud positiva hacia la reforma migratoria. Como resultado de estas elecciones, el Partido Republicano sigue teniendo mayoría en la Cámara de Representantes, de modo que podría mantener su bloqueo a la reforma migratoria que Obama prometió en la campaña electoral de 2008 y que ya se estrelló contra ese bloqueo en el pasado. Otro indicio del cambio de actitud de los Republicanos en este terreno son las palabras del famoso Sheriff Arpaio de Arizona, conocido por su rotundidad contra la inmigración irregular, que ha sido reelegido sistemáticamente desde 1992 pero que en esta ocasión se encontró con el margen más pequeño de victoria (53%) por la fuerte campaña en su contra de la población hispana. Tras su victoria, Arpaio se dirigió a esta población con un mensaje conciliador que muestra el deseo de ganarse su apoyo futuro.
Modificar el discurso y las políticas migratorias para consensuarlas con los Demócratas será probablemente la estrategia Republicana para los próximos años en relación con la población hispana. El Partido Republicano conseguiría así al menos evitar la enemistad que despierta entre los grupos de mayores ingresos entre los hispanos y otras minorías que, por razones económicas y de cercanía con sus valores morales, podrían apoyar el programa Republicano pero que se alejan de ellos por motivos de identidad. En este sentido, nada ha hecho más por granjear la antipatía a los Republicanos que las leyes como la de Arizona y sus semejantes en otros estados, que convierten el aspecto físico en motivo de sospecha ante la policía.
Mientras la división étnica y económica siga solapándose en EEUU, es decir, mientras hispanos y negros sigan sobrerrepresentados entre la población más pobre y necesitada de ayudas estatales, los Demócratas seguirán venciendo electoralmente en estos grupos. Pero los Republicanos tienen un margen de maniobra para, sin cambiar el núcleo duro de sus políticas –la economía, la moral tradicional–, atraer al menos a esa porción de los hispanos, negros o asiáticos que forman parte de las clases medias y altas. Lo contrario supone avanzar hacia la consolidación de una división étnica del voto en el país, algo que la democracia estadounidense podía permitirse cuando las minorías eran en su conjunto pequeñas, pero que ahora supone un riesgo alto de fractura social.