Antes de la crisis, la tasa de crecimiento del comercio internacional era aproximadamente el doble que la tasa de crecimiento de la economía. En estos últimos años, sin embargo, comercio y PIB mundial han crecido aproximadamente a la par. Empleando términos económicos, la elasticidad del comercio exterior respecto al crecimiento ha disminuido, y se ha situado en torno a 1. El tema está siendo objeto de debate. ¿Ha tocado techo la globalización? ¿Se está registrando una reducción estructural en el papel del comercio en la economía mundial, o se trata de un fenómeno cíclico, asociado a la crisis, y que tiene por tanto carácter temporal?
La tasa de crecimiento del comercio ha pasado de un 7% en 1992-2006 a algo menos del 3% en 2012-2014. En esta fuerte desaceleración influyen tanto a factores cíclicos como estructurales. Entre los cíclicos cabe citar los siguientes:
- La crisis ha afectado más a la inversión. Se estima que el contenido de importaciones en los bienes de inversión es el doble que en los bienes de consumo. La inversión es normalmente el componente de la demanda más intensivo en comercio, ya que las empresas necesitan maquinaria especializada que no se dispone en el mercado local; las empresas, además, suelen estar más acostumbradas, y tienen más facilidad, para acceder a los mercados internacionales que los consumidores.
- La mayor incertidumbre económica asociada con la crisis ha repercutido también negativamente en el comercio. Con más incertidumbre, las empresas han reducido sus stocks y frenado sus planes de inversión. Por otra parte, la incertidumbre ha tenido también un efecto negativo sobre el crédito: las menores facilidades para acceder a crédito de los agentes económicos ha afectado también negativamente al comercio.
Pero en la desaceleración del comercio también han influido factores estructurales, asociados sobre todo con las cadenas globales de valor. En los años noventa y la primera década de este siglo, las cadenas globales de valor experimentaron una gran expansión. Diversos factores favorecieron la fragmentación de los procesos de producción; es decir, la distribución de las diversas partes de los mismos entre diferentes localizaciones con el fin de beneficiarse de sus ventajas competitivas (de forma especial, menores costes laborales).
Entre los factores que han favorecido el desarrollo de las cadenas globales de suministro se encuentran la mejora de los sistemas de transporte, la difusión de las tecnologías de información que facilitan la comunicación entre diferentes centros productivos, la reducción de barreras al comercio gracias los procesos de liberalización comercial impulsados por la OMC y por acuerdos regionales de integración, la apertura a la inversión extranjeras de países emergentes (en este aspecto, China es con diferencia el caso más destacado).
La fragmentación de la producción supone que ésta es dividida en fases. La producción de los diferentes componentes se realiza en la localización más eficiente. Los componentes son luego enviados a una localización en la que se realiza la “fabricación” o ensamblaje final del producto. La fragmentación, como es lógico, implica unos flujos de comercio mucho mayores que si todo el proceso productivo se realizara en la misma localización.
De esta forma, según la aseguradora Atradius, el valor añadido de origen extranjero en las exportaciones chinas creció desde un 11% en 1995 hasta un 36% en 2005. Un proceso similar ocurrió en ese periodo en Europa, al desplazarse una parte importante de la producción hacia los países de Europa del Este, y en Estados Unidos con un desplazamiento de actividades productivas hacia México tras el establecimiento de NAFTA.
La expansión de las cadenas globales de valor se habría frenado en los últimos años, sin embargo. Las ventajas de las cadenas globales de valor, y de la fragmentación de la producción, habrían alcanzado un máximo a mediados de la década pasada. La fragmentación habría entrado en una fase de rendimientos decrecientes. Ello se debe en buena medida al aumento de costes salariales en determinados países emergentes –de forma determinante en China-, que ha hecho que disminuya el incentivo para deslocalizar producción. Además, la creciente automatización de los procesos productivos ha hecho que el factor trabajo pierda relevancia en los costes de producción.
Algunas industrias han empezado a repatriar fases del proceso productivo que habían deslocalizado en el pasado – el fenómeno conocido como reshoring, frente al offshoring anterior. Además, en ciertos países se han aplicado políticas económicas favorables al desarrollo de las industrias domésticas, desincentivando la deslocalización a otros países.
Otros factores han influido negativamente sobre el comercio, como el fuerte incremento de la producción de petróleo y gas en EEUU (reduciendo sus necesidades de importación), y el frenazo en los procesos de liberalización comercial a raíz del estancamiento de la Ronda Doha.
En suma, una combinación de factores cíclicos y estructurales explican la desaceleración del comercio exterior.
¿Qué pasará en el futuro? Obviamente es arriesgado hacer pronósticos en economía, pero parece razonable pensar que podría producirse una recuperación de las tasas de crecimiento del comercio. Dos factores pueden ser claves en esta recuperación: el afianzamiento de un mayor crecimiento económico en el que crezca la participación de la inversión; y el relanzamiento de los procesos de liberalización comercial, de la mano de los nuevos acuerdos regionales de integración (TTP, TTIP).
Esta recuperación del comercio difícilmente llevará a recuperar sus tasas de crecimiento anteriores. Las cadenas globales de valor se han transformado, los incentivos para la fragmentación de los procesos productivos se han reducido.
La globalización no ha tocado techo, pero su crecimiento se ha moderado.