Hay una carrera, fundamentalmente entre China, EEUU y Europa, por las nuevas tecnologías y, dentro de ellas, por la Inteligencia Artificial (IA). Marcará el dominio económico (y militar) en un futuro no tan lejano. Justamente uno de los 10 mayores riesgos que contempla este año la consultora Euroasia lo llama “Guerra Fría global por la tecnología”. Con diferencias entre sus actores. En EEUU es un empuje esencialmente del sector privado, pero el Pentágono y su Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA, por sus siglas en inglés) pesan mucho. El Pentágono ha abierto un centro en Silicon Valley para estar cerca de los más innovadores, temeroso de que el sector civil adelante al militar en impulso tecnológico-innovador. En China, el empuje viene esencialmente del Estado –que a diferencia de EEUU impulsa en vez de recortar los presupuestos de I+D públicos–, aunque también del sector privado, con algunas grandes plataformas y empresas, con una estrecha combinación y planeamiento entre ambos, incluido al nivel local. En Europa, la situación es mixta.
EEUU atrae aún a los mejores talentos, pero en 2017 China ha producido 1,6 millones de titulados en Ciencia e Ingeniería, más que ningún otro país. China tiene un campo de experimentación y origen de datos masivos (Big Data) sin igual con sus más de 730 millones de usuarios nacionales de Internet, un mercado cerrado a algunas de las plataformas estadounidenses. Pekín no esconde su ambición por liderar en este y otros campos, incluidas las ventajas que le reportará la IA en el terreno militar y geopolítico. China sigue una estrategia nacional de IA, anunciada el verano pasado, para crear una industria de 150.000 millones de dólares (unos 120.000 millones de euros) para 2030. En este campo de la IA, según cálculos del Financial Times basados en algunas consultoras, China por primera vez en 2016 produjo más artículos académicos que los 28 miembros de la UE, aunque en cuestión de calidad –el 5% más citado– la UE supera a China, si bien ésta le gana a EEUU.
Europa, el tercero en discordia, no va, pues, mal. De hecho, según una reciente publicación del Centro Europeo de Estrategia Política (CEEP) de la Comisión Europea, “Europa está de vuelta” en muchos terrenos. A diferencia de otros lugares, Europa tiene una gran cantidad de vibrantes centros tecnológicos repartidos por todo el continente, señala el informe. Como resultado, las inversiones en el sector tecnológico de la UE de 27 aumentaron a 11.200 millones de euros en 2017; es decir, un crecimiento de cinco veces desde 2011. En el campo de la IA, Europa tiene 32 instituciones de investigación en el top 100 mundial en comparación con 30 de EEUU y 15 de China. A Europa, sin embargo, le faltan grandes plataformas como las GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) estadounidenses o las BAT (Baidu, Alibaba y Tencent) chinas. Tiene que ir hacia otro modelo.
China intenta hacerse con las tecnologías de EEUU y la europea, adquiriendo empresas tecnológicas, sin ofrecer realmente reciprocidad a cambio. La asimetría entre el cierre relativo de China y la situación abierta de Europa y de EEUU, las diferencias en protección de la propiedad intelectual, la creciente demanda china de que las inversiones en su país vengan acompañadas de la tecnología de las empresas que invierten, las dificultades para la inversión extranjera en China y un plan gigante para la adquisición de tecnología civil y militar en el extranjero, forman una combinación que plantea problemas tanto en EEUU como en la UE. El Pentágono ve las inversiones chinas en start-ups de IA estadounidenses como una amenaza potencial a su seguridad nacional.
Todos saben, que en este campo está en buena parte el dominio del futuro, y los Estados a la vez que empujan intentan proteger sus conocimientos y avances. Ante esta situación, está creciendo un proteccionismo europeo y de EEUU frente a las inversiones chinas en sectores considerados estratégicos. En la UE, se trata de poner en pie una agencia de protección de las inversiones a nivel europeo, al estilo de la que existe en EEUU con el CFIUS (Comité sobre Inversión Extranjera en EEUU). Empujada esencialmente por Alemania, Francia e Italia (y con resistencia de los nórdicos, que lo ven como un proteccionismo encubierto), la Comisión Europea propuso en octubre pasado al Consejo y al Parlamento europeos un sistema de supervisión (screening) de inversiones que puedan afectar a intereses de la Unión, especialmente con implicaciones para la seguridad y/o cuyas tecnologías hayan sido subsidiadas. Los Estados miembros tendrían que informar a la Comisión Europea de sus propios screenings nacionales, aunque algunos carecen de estos sistemas. Es decir, que la situación está cambiando.
Todo gira en torno a la nueva revolución que imbrica los datos masivos (Big Data), la conectividad de las personas y las cosas (el próximo gran paso será la tecnología 5G), y la IA. Las inversiones en IA se han disparado en el mundo. Según el Foro Económico Mundial la inversión global en nuevas empresas de Inteligencia Artificial pasó de 282 millones de dólares en 2011 a 2.400 millones en 2015, y ha seguido creciendo con más fuerza aún. Es una carrera en la que todos los grandes están metidos. Y de ahí la Guerra Fría tecnológica global, de resultados inciertos, en la que se marcarán los estándares que seguirán los países más pequeños. Puede que no sea una carrera o una confrontación de suma cero en la que lo que uno gana lo pierde el otro, sino que todos acaben ganando, aunque unos más que otros. Una guerra en la que los Estados pueden ir por un lado y las empresas por otro. Google, por ejemplo, uno de los mayores inversores en IA, ha anunciado que va a abrir centros de investigación en la materia en China (y en Francia).