Los análisis del RIE sobre la situación de seguridad en Siria han ido anticipando la progresiva militarización de lo que comenzó siendo “Siria: la caída del régimen, entre la intervención externa y la guerra civil”, (ARI nº 160/2011, Real Instituto Elcano) y su lenta deriva hacia una guerra civil (Félix Arteaga, “Siria: la lenta marcha hacia la guerra civil”, ARI nº 14/2012, Real Instituto Elcano). Los hechos han confirmado las previsiones anticipadas en esos análisis y ya quedan pocas dudas de que el conflicto ha entrado en una guerra civil. Los contendientes luchan abiertamente por el control político, territorial y mediático porque están convencidos de que su enfrentamiento sólo se decidirá por las armas. Por eso, el plan de paz de Naciones Unidas de 12 de abril estaba condenado al fracaso y los mismos que crearon la ilusión mediática del alto el fuego siguieron empleando la violencia contra la población, reforzando a los rebeldes o intensificando sus acciones armadas contra las fuerzas gubernamentales.
Un juego de guerra civil suma cero con dos bandos dentro y fuera del país: el régimen alauí, asistido por Rusia, China e Irán, tratando de mantenerse en el poder y la oposición, apoyada por los países del Grupo de Amigos de Siria, que trata de derribarlo. Entre medias, los manifestantes pacíficos de los que nadie se acuerda, la represión silenciosa que continúa mientras las cámaras se enfocan hacia las imágenes de guerra, las minorías que se enfrentan a su limpieza étnica y la población que vive entre la ansiedad y la escasez.
El recrudecimiento de los combates refleja la llegada de fondos, armas, combatientes y asistencia técnica a las células insurgentes. Las fuerzas armadas y de seguridad sirias no pueden ya limpiar los focos de insurgencia con la facilidad con que lo hacían antes porque la insurgencia dispone ahora de mejor armamento, instrucción, comunicaciones y apoyo logístico que hace pocos meses. Ya no pueden enviar sus vehículos acorazados a limpiar los focos de resistencia porque ahora se ven expuestos a los medios contra carro y tienen que bombardear las posiciones de la insurgencia a distancia con artillería y helicópteros durante mucho tiempo. El recrudecimiento de los combates, sobre todo los que se realizan en centros de población, explica el incremento de las víctimas entre los combatientes y civiles.
Mientras los aliados externos descartan implicarse en una intervención militar directa, proporcionan ya abiertamente fondos, armas y apoyo a sus patrocinados junto con acciones encubiertas de asistencia militar y de inteligencia. Armas y combatientes fluyen desde Turquía, Líbano e Irak hacia las zonas sirias próximas a las fronteras poco controladas donde la insurgencia se va haciendo fuerte. También llegan por vía marítima o aérea desde Rusia los equipos y municiones que necesitan las fuerzas gubernamentales para continuar combatiendo a los rebeldes y, de paso, disuadir a quienes les apoyan de intentar intervenir o controlar sus espacios de soberanía (esa es la finalidad de los misiles antiaéreos o antibuque que Rusia está enviando con toda la publicidad posible).
En las condiciones descritas, la guerra civil se irá haciendo más intensa en las próximas semanas. La insurgencia aumentará el empleo de ingenios explosivos y armas de mayor calibre y, en cuanto dispongan de zonas liberadas, vendrán las fuerzas especiales y de inteligencia extranjeras que aumentarán su coordinación y letalidad desde el terreno en colaboración con medios de inteligencia y aéreos más sofisticados (la entrada de un avión turco en el espacio aéreo sirio, derribado el 22 de junio de 2012, podría ser un error o un acto deliberado para evaluar las defensas antiaéreas sirias). También podrían recibir armas antiaéreas portátiles aunque de momento persisten las dudas sobre su entrega debido al riesgo de que acaben en manos de los combatientes islamistas. Las fuerzas gubernamentales, a medida que se vean desbordadas, echarán mano de los recursos aéreos que todavía no han empleado y vaciarán sus arsenales del armamento convencional y ¿químico? que les queda. Salvo que los incentivos económicos y políticos a las deserciones importantes se generalicen, la lucha será larga y la violencia se irá agudizando sin garantías de que la victoria de uno u otro bando mejore las cosas. Lo peor está por venir.