Aparece en la prensa que Eric Schimdt, presidente de Google, y el equipo de Google Ideas, su think/do tank, han visitado Cuba, Corea del Norte y Arabia Saudí. Hace unos años, la revista Foreign Policy se preguntaba si Facebook tiene una política exterior. Parece que no. Las empresas no están sujetas a la Convención de Viena de 1961 y no responden ante sus ciudadanos. Sin política interior parece complicado reclamar una política exterior. Poco importa la terminología: es evidente que las grandes corporaciones tecnológicas tienen una fuerte capacidad de influencia en las decisiones de la política exterior. Y todo esto sin mencionar la NSA.
Interesa analizar qué relación mantienen esas compañías y el Departamento de Estado. El apoyo se ha venido en llamar la technology-driven diplomacy. Consiste en el conjunto de acciones conducentes a la promoción de empresas, medios y negocios en el entorno digital. Los jóvenes que emprenden start-ups, medios digitales y otros negocios de base tecnológica son los destinatarios de acciones, programas y cursos de formación. Si se analiza la propuesta de MOOC vinculados al Departamento, la temática es parecida. Richard Stengel, actual subsecretario ha mencionado expresamente la necesidad de vincular la diplomacia digital con la innovación, la economía, la inversión y la internacionalización. De forma genérica, Stengel ha indicado que priorizará la diplomacia económica y el emprendimiento. De fondo, la estrategia se suma al empoderamiento de los ciudadanos a través de las tecnologías, el apoyo a nuevas empresas de base tecnológica y el emprendimiento de negocios digitales: ahora se pretende que tales transformaciones se alineen con los valores de la política exterior. Sencillamente, utiliza todos los medios al alcance.
Estamos en un momento sumamente interesante, que plantea nuevos retos para la diplomacia y las relaciones internacionales. La sensación es que las tecnologías han acelerado los procesos (relaciones comerciales o la propia diplomacia) o, al menos, han acortado los tiempos. Además, estamos ante un entorno de naturaleza singular, que no admite fronteras físicas y que difícilmente puede ser bloqueado o censurado. Mención especial merece el desafío demográfico para las nuevas estrategias de política exterior. Alrededor del 45% de la población mundial tiene menos de 24 años, según datos publicados por la Population Reference Bureau en su edición de 2011. Una muestra: en Irán, dos tercios de la población es menor de 35 años y vive conectada 24h a redes sociales y plataformas digitales. Y es una tendencia en crecimiento. Las redes son ahora, y lo serán en los próximos años aún más, un entorno necesario para la difusión de los mensajes, para la gestión de la influencia y la ejecución de la política exterior.
Todo esto es lo que conforma la geoestrategia digital, una disciplina en auge en relaciones internacionales. Basta con leer las grandes revistas: cómo serán las guerras con drones, qué impacto tiene la ciencia y la innovación o cómo se hackea la diplomacia. Estos temas eran inimaginables hace unos años y ahora los encontramos en portada. Y veremos más, porque el conjunto de ideas que dan forma a Internet y los nuevos medios, así como su gobernanza están en la agenda internacional.