La nueva Comisión Europea aspira a ser geopolítica. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, quiere hacer de la Unión Europea (UE) una organización activa en el ámbito internacional, incluso asertiva si fuese necesario. En un contexto de hostilidad entre dos grandes poderes, Estados Unidos (EEUU) y China, y de ascenso del gigante asiático hasta ser un rival sistémico y un competidor económico, la UE ha reaccionado tratando de usar el “lenguaje del poder”. Sin embargo, hay un largo camino que recorrer entre aspirar y tener relevancia geopolítica real. La Comisión tendrá que decidir qué nivel de asertividad es el más adecuado para sus relaciones con China.
La UE es principalmente un poder económico y, por lo tanto, muchas de sus preocupaciones residen en la economía. Con respecto a China, la nueva Comisión se centra en dos áreas: competencia en igualdad de condiciones y control de inversión extranjera directa (IED). La presidenta ha dado extrema relevancia a la primera área con cuatro de sus Comisarios dedicados a ella, como son Phil Hogan (Comercio), Margrethe Vestager (Una Europa Adaptada a la Era digital y Competencia), Valdis Dombrovskis (Una Economía al Servicio de las Personas) y Thierry Bretton (Mercado Interior). A China se le acusa de incurrir en prácticas comerciales desleales, como otorgar subsidios y el uso de compañías de propiedad estatal. Éstas ponen en peligro la competición interna dentro del mercado europeo. Además, las empresas no tienen el mismo acceso en sus respectivos mercados, lo cual ha llevado a la UE a limitar el acceso chino a contratación pública en Europa.
La segunda área, el control de IED, está relacionada con las recientes adquisiciones chinas de patrimonio en empresas europeas en sectores estructurales, como es el caso de la alemana KUKA. Como se puede ver, la preocupación no es arbitraria.
Los comisarios también se enfrentarán al “problema chino” individualmente como parte de sus respectivos mandatos y responsabilidades. Phil Hogan, comisario de Comercio, se ocupará de finalizar el Acuerdo Global de Inversiones UE-China antes de finalizar 2020. Para el acuerdo, Hogan exige más compromiso político por parte de China, y presionará para que coopere en una reforma de la OMC que incluya, entre otras, las consideraciones sobre el exceso de capacidad y subsidios. En segundo lugar, Valdis Dombrovskis, vicepresidente ejecutivo, liderará el fortalecimiento del euro para la realización de pagos como reserva monetaria y para la emisión de deuda. Estos conceptos se asemejan a la profundización del papel internacional del euro, lo que puede entrar en conflicto con la intención manifiesta china de internacionalizar el RMB. Además, Dombrovskis trabajará para acentuar la competitividad y autonomía estratégica de las cadenas de valor de la UE. De nuevo, esto apunta en la dirección de hacer frente a EEUU y China en sectores claves que garantizarán la supervivencia de la UE como actor internacional relevante. Margrethe Vestager también tratará de obtener una mayor autonomía estratégica incrementando el liderazgo tecnológico y digital de la UE junto a Thierry Bretton, que velará por la “soberanía tecnológica” europea. Como Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell se centrará en la autonomía estratégica de la UE para reducir su dependencia en EEUU y para equilibrar su postura con respecto a los dos grandes poderes internacionales.
La UE quiere ser más asertiva, pero ¿qué nivel de asertividad es el apropiado? La respuesta a esta pregunta es difícil de responder porque la UE teme y necesita a China al mismo tiempo. Aun así, la UE tiene que hacer frente a China, no dejarse intimidar por su poder económico y definir claramente cuáles son las reglas con las que ambos jugarán. Si la UE quiere ser un agente relevante geopolíticamente tendrá que exigir que el juego sea un juego de iguales.
El gigante asiático es una amenaza: su peso económico es asombroso sin aún haber desarrollado todo su potencial, su presencia (e influencia) en los Estados Miembros se ha incrementado significativamente en los últimos años, y su poder militar es cada vez mayor. Pero China también representa una oportunidad para la autonomía de la UE. La Unión no puede confiar en EEUU como defensor del multilateralismo o para “frenar” el poder de China de manera “aceptable”, especialmente con la más que probable reelección de Donald Trump como presidente. Es más, tal y como apunta el informe Europe in the face of US-China rivalry y como se comprueba en la guerra comercial estadounidense contra los productos europeos, la UE se ha convertido en un “rival” para EEUU.
Ahora que la guerra comercial EEUU-China parece haberse frenado, puede que EEUU centre su atención en la UE. Pero Europa no puede luchar dos batallas a la vez. La tregua en la guerra comercial también libera a los oficiales chinos del acoso estadounidense y les permite concentrarse en profundizar y redefinir sus relaciones con la UE. Tampoco es beneficioso para China enfrentarse a la hostilidad de dos fuerzas occidentales.
La Comisión Europea necesita ser geopolítica frente a China en un mundo cada vez más geopolítico. Cómo y a qué nivel son preguntas diferentes. La Comisión debe asegurarse de que China no da la benevolencia de la UE por sentado, y China debe ganársela. La UE es un líder mundial en muchos aspectos, y puede que sea mejor para China tenerla de su lado. Y viceversa.