El descubrimiento de los yacimientos de gas de Tamar y Leviatán en aguas de Israel en 2009-2010 y el de Afrodita en las de la República de Chipre en 2011 despertaron un gran revuelo acerca de las posibilidades que ofrecía a ambos países, al conjunto de la región y, por extensión, a Europa. En Chipre eran años marcados por la crisis que llevaría al rescate de 2012, y las perspectivas de monetizar los descubrimientos de gas resultaban claves para el futuro económico del país. En Israel, las prospecciones matizaban el conocido reproche de Golda Meir a Moisés acerca de conducirles al único rincón de Oriente Medio sin petróleo: sólo había que buscar gas en el mar para dotar a Israel de seguridad energética en medio de las interrupciones del suministro de gas egipcio tras las revueltas de 2011 y la caída de Hosni Mubarak. Además, el desarrollo de las reservas de gas de la región se propuso como un instrumento de cooperación capaz de ayudar a la solución (o al menos la mitigación) de conflictos como el de Chipre o los de Israel con gran parte de sus vecinos. La Unión Europea también estaba buscando desesperadamente diversificar sus suministros de gas ruso (y en eso sigue, con las importaciones de 2017 en niveles récord). Dada la afición de la Comisión Europea por los grandes diseños energéticos se embarcó en un gasoducto offshore de Chipre a Grecia pasando por Creta (East Med pipeline) que en condiciones de mercado hubiese supuesto el despido inmediato de cualquier directivo bancario dispuesto a financiarlo.
Hasta ahora las expectativas más optimistas no se han cumplido, y el fenómeno del gas en el Mediterráneo oriental sigue limitado a Israel, cuya proyección a corto plazo parece básicamente regional, e incipientemente a Egipto (con destino al mercado nacional). En Chipre, Afrodita ha resultado menos prolífico de lo esperado y se han cancelado varios proyectos, mientras que en Israel las perspectivas de exportación siguen presentando serias dificultades geopolíticas. Por supuesto, Europa no ha visto ni un cm3 de gas israelí ni se le espera en el medio plazo, ni tampoco de ningún otro país de la región. Sin embargo, las aguas volvieron a agitarse tras el descubrimiento en 2015 por parte de Eni del campo gigante de Zohr en aguas de Egipto, y más recientemente del yacimiento Calypso en las de Chipre, que la compañía italiana ha calificado de extensión del de Zohr y por tanto igualmente prometedor. Ambos descubrimientos son importantes pues añaden escala, favoreciendo la viabilidad económica de los proyectos de exportación y aumentando la actividad de exploración. Por ejemplo, para Chipre, Afrodita solo no compensa la inversión en una terminal de gas natural licuado (GNL). La adición de Calypso (si esta vez las expectativas se cumplen) podría alterar los cálculos, aunque dada la fuerte competencia en los mercados del GNL su viabilidad sigue pareciendo discutible.
Para Israel, la opción más viable económicamente sigue siendo exportar el gas a sus vecinos, Jordania, Autoridad Palestina y, sobre todo, Egipto. Dado que el desarrollo de Zohr puede hacer innecesarias en Egipto las importaciones de gas israelí, la expectativa es exportar el gas israelí desde las plantas de GNL egipcias. El pasado 19 de febrero se anunció un contrato de 15.000 millones de dólares para exportar gas israelí a Egipto durante 10 años basado en un MoU de 2014. Hasta ahora el gobierno egipcio se había mostrado renuente a desarrollarlo por la fuerte oposición interna, pero los condicionantes económicos han decantado la decisión ante unas elecciones ya aseguradas (del 26 a 28 de marzo). Primero, la decisión de destinar la mayor parte del gas de Zohr a abastecer una demanda interna disparada permite que el gas de Israel y eventualmente Chipre aproveche las terminales de exportación ociosas de GNL de Damietta (cuya paralización está sometida a arbitraje en el CIAPI) e Idku. Egipto aprovecharía así las únicas infraestructuras de exportación de GNL existentes en el Mediterráneo oriental y obtendría unos ingresos importantes. En segundo lugar, le permitiría saldar una compensación de más de 1.700 millones de dólares que debe a Israel por la cancelación de las exportaciones de gas egipcio a ese país decidida por la presidencia de Mohamed Morsi.
Sin embargo, el contrato no precisa como transportar el gas israelí a Egipto, y las negociaciones sobre el trazado del nuevo corredor siguen en curso. La opción más económica y rápida sería modificar y reutilizar el gasoducto en desuso desde 2011, pero obligaría a atravesar la península del Sinaí, lo que implica asumir riesgos de sabotaje como los que llevaron a su paralización. Otra posibilidad de bajo coste es atravesar Gaza para conectar con el gasoducto egipcio en el Sinaí y acceder al Arab Gas Pipeline que lo conecta con Jordania, pero su viabilidad política es escasa y las amenazas a la seguridad son también elevadas. La opción más segura es, como suele ocurrir, la más costosa: un gasoducto offshore de unos 300 km desde el campo israelí de Tamar directamente a Egipto que encarecería el gas y complicaría su competitividad en precios. La vía turca, también óptima desde la perspectiva económica, queda descartada por la deriva de la política exterior de Turquía.
En suma, tras varios altibajos, las perspectivas del gas del Mediterráneo oriental vuelven a estar al alza, pero se mantienen muchos interrogantes sobre su viabilidad económica y geopolítica. Hasta ahora sólo ha solventado los problemas de seguridad energética de Israel, pero no ha sido capaz de solucionar los de Chipre, Líbano ni la Unión Europea. La rápida entrada en producción de Zohr puede solucionar los problemas de Egipto, pero aunque se exporte parte de ese gas a Europa, su contribución parece marginal a medio plazo. En clave de cooperación regional, aparte de la ya tradicional entre Israel y Chipre, sólo el reciente acuerdo con Egipto supone un avance real aunque muy vulnerable a la oposición doméstica, los contenciosos pendientes y la situación de seguridad en el Sinaí. Mientras tanto, el auge gasista ha contribuido a aumentar las tensiones en la región, más que a mitigarlas y a favorecer la cooperación: la armada turca ha acosado a navíos de exploración en aguas chipriotas, Hezbollah ha amenazado con atacar las plataformas israelíes si exploran aguas en disputa con el Líbano, Rusia tiene opciones para explotar la plataforma costera Siria, y el desarrollo de los yacimientos encontrados frente a la costa de Gaza sigue bloqueado por el conflicto palestino-israelí (todo ello con Gaza padeciendo una crisis energética sin precedentes). Hasta ahora el saldo entre soluciones y problemas no ha sido muy holgado, pero con la aceleración de acontecimientos de los últimos meses ambas partidas prometen elevarse en el futuro cercano.